Calamidades en Benahoare
El doctor en Arqueología Felipe Jorge Pais Pais ha participado en el libro Canarias Insólita: bestias, fenómenos y calamidades, que se presentará este jueves, 2 de noviembre, a las 19:30, en el Palacio Salazar de Santa Cruz de La Palma. Los temas a tratar son variados y hacen referencia a cuatro sucesos que tuvieron lugar en la antigua benahoare.
En uno de los trabajos, titulado Infanticidio en Benahoare, se aborda uno de los temas más escabrosos sobre la etapa prehispánica palmera, cual es la práctica del infanticidio entre los benahoaritas. En realidad, la única fuente etnohistórica que hace referencia a esta cuestión es la del navegante portugués Diogo Gómes de Sintra, escrita entre 1460-63, quien señala que “…sus hombres y mujeres son de gran corpulencia, y son rústicos, salvajes, y fieros, y tienen entre ellos tan solo el número de los que pueden sustentar en toda la isla, y no consienten que sus propios hijos sobrepasen ese número. Y si nacen más hijos de los que corresponden a su número, entonces el padre y la madre cogen al hijo y le ponen la cabeza encima de una piedra, y cogen otra piedra y le dan en la cabeza al niño y le rompen la cabeza; y así los matan, desparramándole los ojos y el cerebro por el suelo, lo que es gran crueldad de los padres. Igual hacen cuando algún cristiano llega a la isla, si excede el número de ellos en ese momento; si no, lo dejan vivir”. “Esta cita textual no debe tomarse al pie de la letra, sino que debe valorarse en su contexto y, sobre todo, quienes son los autores de la misma, puesto que solo les interesa dejar constancia de que se trataba de salvajes que, por esa misma razón, podían ser sacrificados o convertidos en esclavos”, ha explicado Jorge Pais a La Palma Ahora. “El infanticidio, práctica habitual en muchos pueblos primitivos y hasta tiempos muy recientes, sería una práctica eventual, circunscrita a momentos de especial carestía y calamidades naturales (sequías, hambrunas, plagas de langosta, etc.,). Se pretendía que, mediante el sacrificio de unos pocos, pudiera sobrevivir el resto de la comunidad hasta que la situación volviese a normalizarse”, subraya.
Otro de los trabajos lleva por título Riada asesina en El Tendal (San Andrés y Sauces. La Palma). “En este artículo planteamos una hipótesis sobre una de las cuestiones más extrañas relacionadas con este yacimiento arqueológico. En El Tendal vivió un grupo extenso de benahoaritas desde su arribada a la isla, en torno al cambio de Era, hasta, aproximadamente, el siglo X. Sin embargo, a pesar de que la cavidad reúne unas condiciones de habitabilidad inmejorables, y cuenta con más de 7 metros de estratigrafía, fue totalmente abandonada durante casi 500 años. Un comportamiento tan extraño debió obedecer a un suceso muy traumático que pervivió en la memoria de los benahoaritas de ese lugar durante tan largo espacio de tiempo”, dice. En este sentido, expone, “una posible explicación es que una riada penetrara en el extremo izquierdo de la cueva y se llevase por delante a los benahoaritas que, en este momento, ocupaban esa zona. Este hecho no es, ni mucho menos, descabellado. Hemos de tener en cuenta que el muro de protección actual de la Cueva del Tendal se hizo, precisamente, para que la escorrentía del Barranco de San Juan no siguiese afectando a la estratigrafía del yacimiento”, recuerda.
El tercer trabajo lleva por título Volcán mortal en La Cucaracha (Villa de Mazo), La Palma. “Este yacimiento funerario de cremación fue excavado en septiembre de 1963. Se rescataron numerosos restos arqueológicos entre los que destacan las vasijas de barro, restos humanos y, sobre todo, una serie de bloques de lava con numerosos fragmentos óseos humanos incrustados en su interior. En su momento, la única explicación lógica de la presencia de estos últimos vestigios es que una erupción volcánica en las inmediaciones hubiese recubierto los restos humanos de una necrópolis benahoarita. Sin embargo, esta hipótesis comenzó a tambalearse en junio de 1997 durante la visita al lugar del vulcanólogo Juan Carlos Carracedo y el geólogo inglés Simon Day para quienes las lavas de la Montaña de Las Tabaibas y las que contienen los restos humanos son totalmente diferentes en textura, color y composición”, señala. “Para resolver estas cuestiones se planteó un proyecto de investigación, puesto que la erupción más reciente en los alrededores de La Cucaracha fue la de la Montaña de Las Goteras, si bien ésta había acaecido hacía unos 20.000 años, mucho antes de la arribada a la isla de los benahoaritas. Los estudios geológicos realizados indican que los bloques de lava con restos humanos proceden de la erupción de La Malforada-Nambroque, en la parte más alta de Cumbre Vieja, que tuvo lugar a mediados del siglo X. Por tanto, estos restos humanos fueron trasladados desde La Cumbre hasta ser depositados en la necrópolis de La Cucaracha por razones de difícil explicación”, asegura.
El último artículo lleva por título Guerras y escaramuzas en Benahoare. “Las fuentes etnohistóricas nos indican que los benahoaritas fueron muy fieros y belicosos, de tal forma que las guerras, escaramuzas, robos de ganado, etc. estaban a la orden del día. Contaban con una serie de armas como mocas (varas de madera tostadas al fuego con un cuerno engastado en uno de sus extremos) esferoides de piedra, palos y macanas, lanzas y varas de pastor, etc., para atacar o defenderse. Poco antes de la conquista existieron varias guerras con enfrentamientos iniciales entre capitanes de diferentes bandos que, finalmente, se convirtieron en guerras civiles en las que se vio implicada toda Benahoare, puesto que cada capitán tomó partido por uno u otro bando. Las mujeres benahoaritas eran tanto o más belicosas y fuertes que los hombres, tal y como indican las fuentes escritas con dos sucesos puntuales relacionados con Arecida (hermana de los señores del cantón de Tigalate: Juguiro y Garehagua) y Guayanfanta (cantón de Aridane), scacrificadas porque corría peligro la vida de sus captores”, afima. “Los benahoaritas no permanecieron impasibles ante la llegada de los conquistadores, enfrentándose directamente con ellos en los dominios del cantón de Tigalate, donde fueron vencidos, viéndose en la necesidad de refugiarse en Timinibucar (Risco de La Concepción), donde fueron masacrados, capturados y vendidos como esclavos. Los más irreductibles tuvieron los arrestos para atrincherarse en Aceró (Caldera de Taburiente), siendo vencidos merced a una vil traición”, concluye.