Miguel Ángel Brito: “La pintura me eligió a mí, no yo a la pintura”

Santiago Jorge (i) y Miguel Ángel Brito.

Santiago Jorge

Santa Cruz de La Palma —

Miguel Ángel Brito me traslada a su infancia para relatarme sus primeros recuerdos relacionados con el dibujo. El cómic le llama poderosamente la atención y le motiva para hacer infinidad de bocetos que marcarán un camino lleno de sutilezas artísticas. Gana el Primer Premio de Dibujo en el concurso insular organizado por el Cabildo de La Palma; experiencia esta, que le daría una inyección de ilusión para seguir dibujando. Vive una circunstancia muy especial, el día que visita la casa del conocido pintor Juan Fernández en El Paso, se ve atrapado en la atmósfera del estudio impregnado de olor a óleo y trementina; los formatos grandes de los cuadros le embriagan las pupilas; las Calderas de Taburiente pintadas de forma colorista, las paletas de colores; todo se le hacía grande, aún hoy lo recuerda con entusiasmo.  

El tiempo le pone en la tesitura de elegir Bellas Artes o Filosofía, dilema que resuelve rápidamente decantándose por los pinceles. En el transcurso de su formación en la Facultad de Bellas Artes en Tenerife, siente que la pintura es su proyecto profesional para el futuro, aunque aún no se siente artista, en lo que esta palabra implica de responsabilidad y madurez creativa. Los primeros años los define como duros y difíciles, le cuesta salir de su zona de confort, La Palma le ofrecía seguridad y equilibrio, casi todo le resulta complejo, hasta las actividades más cotidianas. Se concentra en los estudios y disfruta de la experiencia de compartir con algunos compañeros las iniciativas y actividades propias de la facultad. Sigue su formación hasta terminar la carrera, pero siempre inmerso en su micromundo, sin arriesgar demasiado y sin compromisos artísticos con supuestas corrientes vanguardistas contemporáneas.

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