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Adiós, amigo

Julio M. Marante

Hay una luz que no se olvida, porque sólo ilumina lo mejor de nosotros, cuando esa luz se apaga nos deja luto en la memoria… (Luis Rosales)

Antonio Sosa (Toño), cuando cantaba y tocaba su guitarra con los Asieta, junto a Siso y Rosa Nelly, se deleitaba interpretando canciones de Los Cinco Latinos, el grupo de moda por entonces… Es por eso, que recurro a una de sus canciones para retratar la cruda realidad de una tensa espera, asociada con su muerte: Solo le pido a Dios / que el dolor no me sea indiferente,/ que la reseca muerte no me encuentre / vacío y solo sin haber hecho lo suficiente./ Sólo le pido a Dios / que lo injusto no me sea indiferente,/ que no me abofeteen la otra mejilla / después que una garra me araño esta suerte. Nos faltan las palabras cuando el dolor resbala por el alma a flor de piel, y un escalofrío recorre nuestro cuerpo varado en el silencio. Porque eso es lo que queda, tras la noticia de tu adiós: un silencio repentino anclado en la conversación de los amigos. Un vasto silencio que sabe a muerte honda, a resignada tristeza porque no se produjo el milagro. Pero, aún así, en medio de ese mutismo sentimos tu presencia… percibimos aquella curiosidad tuya al llegar y preguntar como en un ritual ¿niño qué? o ¿qué fluflú? con ganas de conocer la última noticia. Ahora que los recuerdos que se espacian en nuestra memoria con escueta y precisa exactitud, no olvidamos los distintos cometidos que acreditaron tus señas de identidad (AUCONA, Viajes Insular, Transmediterránea, CIT La Palma, CEPYME), funciones reconocidas por todos que sintetizan lo que fue tu vida: la trayectoria de un trabajador nato y de un ciudadano ejemplar. Pero, además, están los ademanes de afecto que mostrabas a los tuyos, el respeto que manifestabas a los demás, el entusiasmo con que defendías tus ideas, el aplauso espontáneo y convencido ante una decisión compartida, la sonrisa cómplice después de una frase ingeniosa, el candor y la buena fe que hicieron de ti un invitado cordial y entrañable, grato en muchas de nuestras tertulias. Es verdad que discrepabas cuando tanto la historia de la Isla como las crónicas del Mensajero o del Barça, se escribían en renglones que no eran los tuyos, pero en las profundas raíces de tu espíritu constructivo, sin abandonar tus principios, siempre guardaste un sitio para la concordia y el abrazo sincero.

En política, no olvidemos que fuiste consejero del Cabildo, nos consta que fuiste un hombre honesto, incluso cuando algunos sentimientos ocultos reñidos con los intereses turísticos de la Isla, se movilizaron en contra de tus ideas, siendo tu única aspiración el progreso de La Palma y los palmeros. Aquellos que te tratamos de cerca supimos siempre de tu integridad y honradez, virtudes con suficiente solvencia para desechar situaciones y maniobras urdidas contra un sector que, cuarenta años después, todavía no parece estar listo para el despegue, pues como tú decías, muy pocos se toman en serio el turismo como plan de futuro.

La muerte de Antonio Sosa Rodríguez es un punto sin retorno que provoca en nosotros un torbellino de sensaciones extrañas… Tenemos cosas que explicar, interpretaciones que hacer y muchas conclusiones a las que llegar para entender el por qué, aún sabiendo que a veces la política engendra situaciones de difícil solución, muchas de sus ilusiones y esperanzas no se cumplieron. Antonio fue un cirineo llevando la cruz del turismo en medio de las protestas de unos, el escepticismo de otros y el aliento de unos pocos. Por eso, cuando nos enteramos que el Centro de Visitantes del Roque de Los Muchachos podría estar finalizado este año y que el tema del balneario de la Fuente Santa podría tener una salida, conociendo su manera de ser y de pensar nos acordamos de él. Perdónenme, no quería terminar este escrito, evidenciando algo de irritación o de rabia, cuando lo que me invade es la melancolía, pero es mi forma de pregonar que hasta que se sintió herido por el cruel zarpazo de la enfermedad, podemos decir que, Antonio Sosa cumplió con la Isla y con la vida. Una vida de trabajo en la que dio todo lo que podía dar y más. Su familia puede estar orgullosa, pues vivió desviviéndose por ella, por sus amigos y por esta sociedad nuestra. Descanse en paz.

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