Espacio de opinión de La Palma Ahora
Andar por los caminos
No es importante el caminante, es importante el camino. No es importante los pies que andan sobre el suelo, es importante el surco dejado, y las demagógicas y erguidas hierbas crecientes y fecundas del fascismo y el totalitarismo, acalladas y derrocadas, o los esbeltos y dignos derechos enarbolados y abiertas las rejas que los sesgan, dilapidan y desmiembran.
Quedará el surco y la sombra planteada y forjada como herencia a la vista de todos, y quedará en idéntica manera como parte de la realidad, confundido y entremezclado en el paisaje cotidiano, y caminaran todos en ese rumbo, en el marcado por el camino, rasgado y trazado, elucubrado y luchado, y no en el que intenta y parece trazar en esta realidad presente El Gobierno y la Sociedad Actual.
No es importante el escritor, ni el arquitecto, ni el político, ni el economista, ni el científico, ni el profesor, ni el periodista, es importante la literatura, la arquitectura, la política, la economía, la ciencia, la educación, la noticia. Es importante el camino, no el caminante. Es importante el camino forjado y la herencia dejada. El camino es el lugar por donde andará el ciudadano de hoy y de mañana, por ello los valores y los derechos deberán validarlo. Erramos cuando validamos al caminante en lugar de al camino, el exceso de protagonismo y el narcisismo, tarde o temprano, acabarán como amantes.
El certificado y la resolución que debe estructurar y direccionar el camino, no debe, en ningún caso, quedar en una idea totalitaria y fascista. Este no es el verdadero camino, al contrario, hay que escuchar a quienes andan y fijan el camino en su viaje, al ciudadano, y preguntarles, ¿qué inconvenientes encuentran?, ¿qué deformidades presenta el sendero?
No se debe estructurar y trazar ideas no factibles o asfixiantes sobre la convivencia, ni establecer márgenes sociales, tampoco pretender tiránicas maneras para maniatar al rebaño, y en esa manera, albergar mayor control y capacidad de mando y dirección. La equivocación delata al fascismo y al totalitarismo, los confunde, se quiebran y arañan entre ellos, y se anega la luminosidad y el sentido de este asentamiento de la especie humana: la metrópolis.
El pasado se queda, se ancla y sujeta, atrapa a los caminantes que peregrinan hoy, quedan ahí, tras la puerta que cierra el presente, pero el camino diseñado y constituido, arropa, o adolece, o enquista, o enmudece, o dificulta, o facilita, a los caminantes que transitaran mañana, son las herencias y son las sombras y los surcos perfilados, las huellas dejadas que sostienen y se dibujan a cada paso dado, a cada puñetazo indeleble sobre la mesa, lo que indicará y nombrará, también la palabra “no”, y el abrazo y la lucha y la causa social, y la mano extendida a quién cae porque la fatiga lo desgasta y se arrodilla.
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