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Conciliar en tiempos de crisis

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Algunos economistas han considerado la crisis actual, como la mayor que se ha generado después de la Gran Depresión de Wall Street. Mi existencia no da para llegar tan atrás en el tiempo, pero si he leído algunos libros sobre aquella tragedia protagonizada por unos hombres que vieron ensombrecidas sus vidas al caer en la más completa ruina. Muchos de ellos salieron de ella gracias a su iniciativa, a la voluntad de sobrevivir, más que pensando en la imposible esperanza de volver a ser ricos. Sí que, como otros muchos palmeros, sufrí las últimas crisis del siglo XX, afrontadas con un raro entusiasmo que nos llevó a etapas de prosperidad que hoy hacen agua, sin que atisbemos un horizonte feliz. Y es que no hay sitio para la esperanza, cuando la situación que nos presenta el “espejo” televisivo es denigrante, en forma de familias enfrentadas a la ejecución de sus hipotecas, al precio de la electricidad, a la cuenta del supermercado y a los desahucios; hombres y mujeres que ante la incertidumbre de cuando mejorarán las cosas “se ajustan el cinturón”, ese cinturón en el que miles de españoles han hecho nuevos agujeros porque su perímetro corporal ha disminuido con el ayuno, “gran pena debe ser tener hambre y ver comer; una tristeza muy grande debe ser irse a dormir sin haber cenado”. Por todas estas cosas, un amplio sector de la población entiende que algunas decisiones políticas han asolado el estado del bienestar y que, prácticas bancarias indecentes, han desposeído de sus recursos a miles de empresarios y pequeños ahorradores. En La Palma, cada vez cierran más negocios y a uno, que es sensible, le nubla la vista el alma y me digo “tienes que escribir?”, pero como periodista pienso que ya me faltan fuerzas para rebelarme, aunque me digan que hasta “el perro viejo es capaz de ladrar echado”. Menos mal que hoy amanecí un poco más animado. Me ha alegrado que el grupo Popular en el Cabildo votara a favor del presupuesto de 2013, y no menos me agradó que el grupo de Gobierno, formado por Coalición Canaria y Partido Socialista, aceptara las enmiendas de la oposición por valor de 500.000 euros en lugar de los 12.000 contemplados en el documento inicial.

Señalaba yo, en un comentario previo al pleno del presupuesto, que seguro que las cuentas marcarían una línea divisoria entre la concordia y la discordia, y que me atrevía a anticipar que no habría acuerdo, “porque el partido, sea el que sea, es como el viento que mueve las veletas, y no suele hacerlo en el mismo sentido para la oposición que para el gobierno”. Me equivoqué. Cierto que hubo debate. Hacer prosperar enmiendas por casi medio millón de euros, no es fácil, pero hay momentos, en los que unos y otros prefirieron estar de parte de la solución, para que, en la calle, no les creyeran parte del problema. Con la que está cayendo, los políticos están en la obligación de ceder y ponerse de acuerdo. Les recomendamos leer “El Principito” y analizar estas hermosas palabras: “Tengo que soportar dos o tres orugas para ver las mariposas”. Los retos que tiene la Isla solo se pueden superar con acuerdos? si los políticos de verdad quieren caminar caminamos unidos “para ver las mariposas”. Hasta San Agustín pedía “unidad en las cosas necesarias”. Es cierto que los populares criticaron el bajo nivel de ejecución de presupuesto del año anterior pero, “sin estar de acuerdo en todo, su portavoz, Carlos Cabrera, valoró el esfuerzo hecho por el grupo de Gobierno, correspondiendo a la clara voluntad de acercamiento de su partido”. La presidenta del Cabildo, Guadalupe González Taño, señaló que se trataba de unas cuentas “austeras, realistas y con una impronta social dentro del escaso margen permitido por la Ley de Estabilidad Presupuestaria”. Esto sí que es una pena, mientras el escándalo y la corrupción de algunos políticos, se han instalado a pie de calle y, en el subconsciente, los ciudadanos empiezan a dudar de todo y de todos, las administraciones cercanas al pueblo, como el Cabildo, ven mermadas sus arcas, con menoscabo de su capacidad de servir, por la inexplicable tacañería del gobierno central, y las competencias otorgadas, sin dotación suficiente, por el gobierno autonómico. Y todo esto, cuando algunos economistas, se han dado cuenta de que los recortes provocan que la economía se contraiga y, por ello, de manera selectiva, los empresarios y también las administraciones, han de asumir riesgos e invertir dinero para recuperarse y crecer.

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