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India, el país de los mil dioses (I)

Rosario Valcárcel

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En 1968 The Beatles fueron al norte de India a meditar y, aunque yo era muy joven entonces, estaba convencida de que algún día la vida me llevaría hasta esos lugares tan lejanos.

La primera impresión que me produjo la llegada a Delhi fue de amor a primera vista, porque a pesar de ser una ciudad caótica y ruidosa con atascos interminables, entre un trazado enredado, lleno de callejuelas repletas de tiendas, vacas, rickshaw y tuk, tuks, posee también un buen trazado urbanístico, grandes avenidas y zonas ajardinadas. Y es alegre, colorida y entrañable en sus gestos, en su humildad y en su forma de saludar con la palabra Nemasté, mientras bajan la cabeza, sonríen y juntan las palmas de sus manos para que nuestras mentes se encuentren.

La aventura de India, el segundo país más poblado del mundo, con más de 1.300 millones de habitantes, comenzó con el recorrido de la parte antigua de Delhi. Así, un día bastante soleado, visitamos la mezquita Jama Masjid, que dicen que es la más grande del país, construida en mármol blanco y arenisca roja. Fascinante mezquita. Nos tomamos fotos en El Fuerte Rojo. Una construcción declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2007.

Y muy cerca en RAj Ghat encontramos un mausoleo de mármol negro dedicado a Mahatma Gandhi con una llama eterna y una inscripción de sus últimas palabras: “Hey Ram”, que significa “Oh, Señor”. En ese lugar el 31 d enero de 1948 tuvo lugar su incineración. A medida que pasa el tiempo, su figura parece distanciarse de las tendencias prevalentes, aunque los políticos siguen explotando con regularidad la nostalgia por él. Allí mismo se encuentran los puntos de cremación de otros líderes indios como J Nehru e Indira Gandhi.

Navegamos por Chandni Chowk y en un riskhaw serpenteamos la ciudad. Yo me sentí como si me hubiese subido a los coches choques de las Ferias. El vehículo se desplazaba entre el caos a derecha e izquierda, avanzábamos en una enorme confusión entre cientos de bocinas de motos y bicicletas, entre risas y desconfianza, por callejas con olor a especias y aguas residuales. Un lugar repleto de puestos de comidas, joyerías, libros amontonados sobre mesas, frutos secos, perros, cabras y alguna vaca. Bazares de cuento donde brillan los colores de los saris y los pequeños santuarios. Y curiosamente nos encontramos con una especie de pequeña procesión. Un grupo de jóvenes paseaban a la diosa Durga y, mientras cantaban, tocaban tambores y esparcían polvos de mil colores, la diosecilla bailaba. Nos dijeron que finalmente realizan un ritual: la inmersión la figura en el río Yamuna. Un país entre la realidad y la superstición.

La religión en India se considera parte de su identidad. Es la tierra santa del hinduismo y el budismo del yainismo y el sijismo, y es el hogar de importantes gurús espirituales. Hoy el hinduismo es la tercera religión más grande del mundo. Sus seguidores, denominados hindús suman 1.500 millones o un 15 % o 16 % de la población mundial. Los católicos suman más de 17 millones y el Islam es la segunda religión más grande de India con unos 150 millones de fieles aproximadamente 13,7 % de la población. El tercer país con mayor cantidad de musulmanes del mundo después de Indonesia y Pakistán.

El hinduismo es una religión de grandes contrastes con dos tendencias, una politeísta en la que los hindúes adoran a varios dioses (tiene más de 300 millones de dioses y también existe una rama monoteísta integrada por los brahmánicos, quienes creen que Brahma, es el dios de la creación, el único dios, que representa las tres tríada: Brahmā, dios creador, Visnú, dios preservador y Shiva, dios destructor. Pero a pesar de los miles de dioses la práctica de las religiones está cambiando entre los jóvenes y la creciente clase media.

Visitamos el templo Sij, Gurdwara Bangla Sahib y sus alrededores. Disfrutamos de la capital del estado del Rajasthan, Jaipur, una ciudad que según el guía está siempre metida en fiestas, una de las más conocidas el Teej, que se celebra en los meses del monzón, entre julio y agosto. Jaipur es conocida por la Ciudad Rosa de India y cuentan una leyenda sobre el color rosa que, una vez un maharajá eligió ese tono para los edificios para impresionar al príncipe Alberto de Sajonia, quien llegó desde el otro lado del mundo... Conocimos la preciosa fachada del Palacio de los Vientos, llena de ventanas con celosías, que servían para que las mujeres de la realeza pudieran contemplar los desfiles y procesiones sin ser vistas. Y en el laboratorio astronómico nos hablaron de la relación de la tierra con la luna y las estrellas.

Subimos a la Ciudad Fantasma, construida en el siglo XVI por el emperador Akbar. Bien conservados sus amplios espacios, tanto civiles como religiosos. Al llegar sientes que reina ese estado de metamorfosis inanimado, triste, como embrujado. Durante casi 16 años fue una brillante capital administrativa, pero después fue abandonada por que la falta de agua, no solo era un problema grave sino que generaba otras situaciones. Curioso vimos un gran parchís en el suelo de un gran patio y nos dijo el guía que con él jugaban las concubinas para escoger quien pasaba la noche con el rey.

Descubrimos la tierra de Maharajás, almorzamos en sus palacios. Nos encontramos con niños que no asisten a la escuela para dedicarse a la venta de souvenirs. No hay que olvidar que la pobreza extrema afecta al 30% de la infancia en India. O adultos que te venden lo que sea: un viaje, alfombras o saris, todos tienen un primo que vende calidad. Te sonríen, te hablan y en forma casi confidencial te preguntan mientras andan al lado tuyo:

“Where are you from, my friend? My friend your name, my friend, My friend!…”

Viajamos en autobús, en metro, en jeep, en guagua, en tren, y a lomos de elefantes subimos al palacio fortificado de Amber, desde donde vimos el lago Maotha y las montañas y murallas que lo rodean. Una experiencia que encierra la suficiente emoción para no ser tomado como un simple paseo. Deseo no haberle causado sufrimiento a esos bellos animales. No faltaron las fotos y, después los fotógrafos nos persiguieron para vendernos varios álbumes. Los compramos.

En la próxima entrega continuaremos el viaje por el Taj Mahal y los templos eróticos de Khajuraho, juntos visitaremos Varanasi y el Ganges. Nada de lo que he visitado se ha desplazado de su sitio, pero en el caos diario apenas son visibles, están como disfrazados con la piel, con los problemas y el guirigay diurno. Por eso en el siguiente capítulo nos acercaremos a estos espacios sagrados con una nueva preparación espiritual. Nos acercaremos al anochecer, que creo que es el mejor momento para las confidencias.

Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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