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Instrucciones para cortar una cinta inaugural

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Si mañana o cualquier día, de improviso, por lo que fuere, le invitan a usted a participar en el corte de una cinta inaugural, tranquilícese y respire hondo. Si no es usted persona versada en estas lides no se agobie, puesto que existe, y ponemos a su alcance, un decálogo de buenas prácticas para salir del paso de modo honroso y, según su desparpajo natural, puede que incluso glorioso. Aquí lo tiene:

1. Ante la invitación no se emocione, controle su primer impulso de botar y sonreír, limítese a mirar de soslayo su agenda y musite interesante un “no prometo nada, haré lo que pueda”.

2. Ahora, habiendo sembrado en el resto de mortales la incertidumbre de si acudirá al acto, y puertas adentro, abaláncese sobre el ropero como si no hubiese futuro y desempolve sus mejores galas, no desestimando en absoluto la posibilidad de completar su indumentaria con alguna compra de última hora (envíe siempre a un familiar, no se deje ver por las boutiques), recuerde que habrá populacho y periodistas a mansalva y que por nada del mundo puede aparecer usted con indumentaria de diario, no vaya a trascender que es usted un ser vulgar.

3. Acuda a la peluquería como por casualidad e indague sobre la posibilidad de realizarse una manicura, observe el protagonismo que desempeñan en el acto que nos ocupa la imagen de las manos aferrando la tijera.

4. Ahora, con imagen pulcra, deberá usted encarar la parte más compleja de la preparación, la gestual. Siéntese tijera en mano ante un espejo y recorte, por ejemplo, el cinto de su albornoz. Practique hasta que sea persona satisfecha de su habilidad en el tajo.

5. Una vez resuelto el asunto de la destreza manual, camine usted por el pasillo de su casa saludando al imaginario respetable, repitiendo el recorrido cuantas veces sea necesario, corrigiendo ese andar cojitranco que aqueja desde el desarrollo adolescente y hasta que logre afianzar esa necesaria y perfecta mezcla de altivez y cercanía con las masas que tantos beneficios le reportará.

6. Quizá necesite (quizá no) una ligera preparación psicológica ante el evento, que le ayude a sobrellevar este trance con seguridad y sin incómodos remordimientos. A tal efecto existen los puntos 7, 8 y 9.

7.No pregunte qué se inaugura, ni le importa ni le importará, ya sean viviendas de protección oficial, un McDonald's, un cementerio nuclear, su actitud, sonrisa y aplomo no deben acusarlo. Por ello:

8. Si tiene aversión por el hecho en sí, ya sea en el fondo, en las formas o en ambas, beba y olvide. Si tiene principios, deséchelos. Si en algún momento siente que se desdice en sus declaraciones o acciones, aplique sin cortapisas la categórica sentencia “donde dije digo, digo Diego”. A tales efectos:

9. No se preocupe por su dignidad, tal vez ya la haya perdido.

10. Si todo ha salido bien, las fotos, el besamanos, el baño de masas, pronto será invitada su merced a una nueva ceremonia inaugural, y el día menos pensado tal vez coloque usted la primera piedra de una obra faraónica e inútil, llenando portadas de rotativos con casco, chaleco reflectante y pala en mano. Siendo así este decálogo ha cumplido su función y ya puede usted aconsejar a las nuevas generaciones de primera mano, cuidando de guardarse en todo momento uno o varios ases en la manga puesto que, los advenedizos arribistas, no tendrán piedad de desplazarle del olimpo de los dioses.

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