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Progresismo y Ley del Aborto

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Desde que el ministro Gallardón anunciara su anteproyecto de Ley en el que se cambia la actual normativa del aborto de plazos por una de supuestos, las partidarias del aborto sin limitaciones piden libertad para su cuerpo y eso en principio estaría muy bien y sería una razón de peso siempre que el ejercicio de esa libertad no suponga un perjuicio para un tercero.

La intención del Gobierno con esta reforma es buscar un equilibrio entre los derechos del nasciturus y la integridad y salud de la madre. Se trata de establecer un sistema en el que se proteja tanto a uno como a otro, estableciendo un criterio de preferencia sólo en aquellos casos en los que hay un conflicto entre los derechos de ambos.

Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que progresista es una persona, una colectividad, etcétera? con ideas avanzadas, y con la actitud que esto entraña.

El progresismo respondía en sus inicios a unas premisas muy simples: apoyar al débil, pacifismo, no violencia y defensa de la Naturaleza. En el ideario progresista la vida era lo primero, eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. Su principal reto era mejorar la calidad de vida de los más indefensos. Coincido plenamente en que «la vida es lo más importante que tiene una persona» y por tanto «no hay nada más progresista que defender al ser más indefenso».

En estos días, se plantea que lo progresista es ser abortista y lo contrario es ser ultra, conservador, retrógrado, de la derecha recalcitrante... Y así, asistimos al esperpento de quienes exigen seguir teniendo licencia para matar al ser más inocente e indefenso, al que ni siquiera le permiten llorar.

Triste sociedad la nuestra en que se protege al embrión de lince y la rotura de un huevo de águila perdicera es un delito castigado con multa considerable mientras el aborto de un ser humano se viene a considerar derecho. ¡Tremenda incoherencia!

Decía Gramsci, el gran marxista italiano, que la estrategia doctrinal pasa por la estrategia del lenguaje. “Si cambiamos el sentido de las palabras, si inventamos o utilizamos expresiones ambiguas, podremos cambiar la conciencia y la sociedad”.

Así con el juego de palabras y la palabrería irresponsable de algunos comienza la polémica sobre si el feto es o no persona. Para ellos, el embrión es vida, sí, pero no persona, mientras que la futura madre lo es ya y con capacidad de decisión. Nadie pensó en la desprotección del feto y así se inició un camino sin retorno en el que la protección del débil y la no violencia ya no eran premisas fundamentales.

El cuestionamiento de si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción permitía atentar impunemente contra él.

En todo este debate hay una premisa básica innegable aunque el juego del lenguaje pretenda ocultarlo: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad.

La falsa corriente progresista habla de “interrupción voluntaria del embarazo”, de “derecho de la mujer sobre su cuerpo”, de “derecho a elegir”... pero ¿quién protege al no nacido?

En este perverso juego del lenguaje, el término “pre-embrión” elimina la condición humana y lo rebaja a mero ser vivo, la definición de “persona” en base a si el derecho así lo considera y si no es persona con el aborto no se elimina una persona sino “un individuo de la especie humana” que no ha llegado a serlo...

La concepción de feto, niño o ser humano según le otorguen la categoría los padres. ¿Cómo podemos hablar de un “embarazo deseado” y un “embarazo no deseado” y así considerar al futuro hijo un grupo de células que se desarrolla en nuestro interior o un feto según nuestro arbitrio?

Lo único que hay es un antes y un después a la fecundación, el resto son acepciones tremendamente peligrosas y destructoras de los principios y derechos fundamentales como es el derecho a la vida.

Cambiando la palabra aborto por interrupción de la vida, parece algo más inofensivo. No es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. ¿Pero hasta cuándo? ¿Una persona en coma irreversible es o no un ser humano?

Los derechos de la mujer están claros, pero acaban donde empiezan los del ser diferente que existe en su vientre desde el momento de la concepción. ¿Por qué la libertad de decidir de la madre puede negar a un embrión la libertad de nacer? ¿Cómo puede considerarse progresismo acabar libremente con el ser más indefenso de la tierra que es el que aún no ha nacido? ¿Cómo puede considerarse que un padre o una madre que se preocupan por una hija de 16 años embarazada están «interfiriendo»?

Noruega, considerado uno de los paraísos progresistas del continente europeo, también ha decidido promulgar una nueva ley del aborto. Curiosamente, al contrario de lo que ha ocurrido en España tras la reforma anunciada por el Gobierno, que ha contado con la oposición frontal del PSOE, en el país nórdico ha habido un consenso total entre izquierda y derecha. La reforma Noruega prueba que la presencia real del feto como perjudicado del aborto sólo puede obviarse desde una opción puramente ideológica.

«El aborto no es ni puede ser nunca un derecho; lo que es un derecho es el derecho a la vida». Matar a un niño dentro de la madre que lo ha concebido no puede ser nunca una conquista social sino todo lo contrario. El “derecho a abortar ” es el reconocimiento absoluto de nuestro fracaso social. «El gran objetivo debe ser trabajar para que ninguna mujer se vea en la necesidad de abortar».

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