En un rincón de la vida hay una madre… (Feliz día de las madres)
Pensó la vida que veinte años eran suficientes y en su error separó a una madre de un hijo. Con toda la experiencia acumulada durante tantos milenios no se percató la vida que un hijo no es fruto de la naturaleza del proceder del universo, que todo es más sencillo y a la vez más complejo, un hijo es siempre el fruto del vientre de una madre. La vida en ocasiones es una cabrona, pero se lo perdonamos todo por tanto que da a cambio de nada.
En un rincón de la vida hay una madre que cada mañana despierta a la luz que trae la ventana como si el amanecer la sacara de la profundidad y el dolor de la pesadilla y, sin embargo, segundos después, la realidad la adentra en ella. Hay un gato que se arremolina, paredes que están llenas del rostro de un hijo, álbumes abiertos con fotos donde reposan abrazos eternos. Hay flores en el balcón que esperan la llegada de mariposas porque quizás en ellas alguna señal traiga esperanzas. Hay un pasillo eterno y una habitación de ausencias. En la pantalla del televisor hay ladrones y mentirosos, traidores y asesinos, y en el cementerio un hijo lleno de bondad y sinceridad. En un rincón de la vida hay una madre que se llena de preguntas y aborrece respuestas simples que consuelen.
Es la vida como es, y poco podemos hacer, pero a veces dan ganas de gritarle a la cabrona vida en su continua exigencia de que se conjugue su verbo vivir, que una madre sin su hijo es lo más antinatural que hay, que en primavera los árboles no se quedan sin hojas ni las rosas se acongojan y se cierran temblorosas. Anda la vida con demasiadas cosas al mismo tiempo, y de eso dicen los ancianos que algo siempre acaba saliendo mal.
Al tiempo que la ciudad agoniza y se precipita en su próximo instante de espaldas a lo importante, el gato del hijo de una madre aparece de cualquier lugar, y lo hace sin prisas y con su contoneo elegante y pícaro. Sabe de su cometido, siempre está alerta, intuye la verdad de la naturaleza de las cosas. De lo sucedido y de lo que sucederá. Los gatos no gobiernan el mundo porque no les da la gana. Y sabe que habrá un mañana, en un tiempo sin tiempo, en que el universo entero se detendrá y en su silencio eterno sonará un estruendo, entonces una madre y un hijo volverán a encontrarse. La vida sonreirá entre lágrimas porque el error cometido ha encontrado una grieta entre el espacio tiempo para ser remendado, y puede en ese momento algo parezca tener sentido. Y sabe el gato que ese es su cometido, cuidar de la madre de un hijo mientras tanto.
En un rincón de la vida hay una madre que deambula entre recuerdos y un gato que vigila y ronronea a sus pies.
Andrés Expósito
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