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Nuestra Señora del Carmen. Parroquia matriz de El Salvador

José Guillermo Rodríguez Escudero

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“Don Fernando Estévez, ornamento del pueblo que tuvo el honor de ser su cuna, no fue un Montañés ni un Salzillo, como tampoco lo fue su maestro Luján. Pero él encarna el último resplandor de la imaginería canaria”.

(Sebastián Padrón Acosta)

El neoclasicismo nació a partir del rechazo del rococó y del barroco tardío, a mediados del siglo XVIII. Los artistas neoclásicos pretendían conseguir un estilo que transmitiese ideas morales serias como la justicia, el honor y el patriotismo. Ansiaban recrear el estilo simple y digno del arte clásico de Roma y Grecia. En el terreno de la imaginería, algunos lo consiguieron mediante una gran perfección técnica y un gran dominio del oficio; la idealización y simplificación de los volúmenes; poses y vestimentas inspiradas en las esculturas clásicas; reproducción de las indumentarias adheridas al cuerpo o “ropa mojada”, etc.

Esta nueva orientación del arte que se llegó a regir por las normas de la Academia de Bellas Artes recién fundada, llega a Canarias y se divulga a través de la Escuela de Dibujo de Las Palmas, establecida en 1782.

En la Parroquia Matriz de El Salvador encontramos importantes obras neoclásicas de dos afamados y prestigiosos imagineros: el palmero Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona (Santo Cristo de las Siete Palabras) y el orotavense Fernando Estévez (el Señor del Perdón y San Pedro penitente, los Ángeles turiferarios y adoradores de la Capilla Mayor y Nuestra Señora del Carmen).

El talante abierto y apacible del imaginero Estévez del Sacramento o de Salas (1788-1854) le granjeó buenos y numerosos amigos. Su honradez profesional, reconocida por todos, le facilitó trabajo, que no sólo fue destinado a las iglesias de su isla natal, Tenerife, sino que trascendió al resto del Archipiélago, siendo La Palma, la isla más favorecida por su producción gracias a la amistad que mantuvo con Manuel Díaz, rector del templo matriz. Así, también por la mediación de este sacerdote liberal, podemos apreciar una bellísima obra neoclásica de este “distinguido escultor, sobresaliente dibujante y pintor”, la mencionada talla que nos ocupa, Nuestra Señora del Carmen, realizada en 1824, entronizada en su bello retablo de mismo estilo en la capilla colateral de la Epístola.

Ésta fue fundada por Diego de Monteverde y construida hacia 1580, sustituyendo a una más antigua bajo la advocación del “Espíritu Santo”, aunque también se le conoció como de “San Onofre”, según Viera y Clavijo, aunque no está documentada esta dedicación. Posteriormente se llamó de “San Luis” y de “Santiago” a causa de las imágenes que allí se veneraban. Ya desde 1659 se conoce con el nombre de la Virgen al establecerse allí el culto mariano.

Las imágenes de vestir constituyen el grupo más numeroso dentro de la producción del afamado imaginero Fernando Estévez. De todas las llegadas a La Palma, tan sólo la esbelta y elegante “Virgen del Carmen” de esta parroquia matriz palmera, de tamaño natural, fue ejecutada por Estévez imitando a la perfección la talla completa de madera. Utilizó lonas encoladas para la elaboración de los ropajes. Sistema éste poco utilizado por el maestro orotavense, ya que prácticamente el 80 % de su producción se contiene en el grupo de imágenes de candelero.

A la venerada y bellísima “Patrona del Mar” le sirve de basamento un grupo de nubes, solución ésta llamada en Canarias “imagen de gloria”. Similar es la “Virgen de Candelaria” venerada en Tinajo (Lanzarote), también salida de su gubia. Fuentes Pérez, en su pormenorizado estudio sobre los escultores clasicistas canarios, indica que esta representación del personaje femenino predominó en Estévez, llegando a ocupar el “60% del total” de su producción. De esta peana sobresalen dos cabezas de angelotes o “putti”, de moldeados algo voluminosos. El 15 de julio de 1866 se ejecutó la actual basa por el carpintero Francisco Duque Díaz y más tarde fue dorada por Juan González Méndez.

En todas estas bellas imágenes llegadas a Santa Cruz de La Palma, se aprecia una policromía suave y sonrosada que se adecua a las exigencias del modelado. Fuentes aprecia una relación estrecha en la empleada por los escultores napolitanos y genoveses, “de ahí que las imágenes de Estévez ofrezcan, a veces, un cierto aire de porcelana”. Se supone que Estévez era quien policromaba sus propias obras, o por lo menos, que era un único y sólo pintor el encargado de ello, ya que hay una constante de tonos en todas ellas. Se barajó el nombre de Nicolás Alfaro, Lorenzo Pastor y Castro, Juan Abreu, Luis Le Gros…

Fue tallada en 1824 siguiendo un estilo clasicista con marcado acento barroco. Tiene aproximadamente 1,82 metros de altura. Desfila procesionalmente cada 16 de julio, excepto cuando lo impiden las “Fiestas Lustrales” en honor a la Patrona Insular, la “Virgen de Las Nieves”.

Esta imagen mariana vino a sustituir la anterior bajo la misma advocación que se encuentra entronizada en la Ermita de San Telmo, hoy con el nombre de Nuestra Señora de La Luz, preciosa obra del artista palmero Juan Manuel de Silva Vizcaíno (1687-1751). Existió otra primigenia de candelero solicitada por la Cofradía, fundada en 1659. Se cree que también Silva había retocado esta primitiva imagen en 1714.

Para esta sustitución, propuesta por el Beneficiado Díaz, hizo falta que se vendieran algunas alhajas de la Virgen en octubre de 1820 (evaluadas en más de 1014 pesos). Este dinero fue destinado a la construcción del nuevo altar y la nueva talla encargada a Estévez. El Mayordomo de la Hermandad efectuó el pedido al tinerfeño, quien pidió el 22 de junio de 1822, 200 pesos adelantados, y el resto los recibió el 6 de julio de 1824.

Finalmente llegó la Virgen al muelle de Santa Cruz de La Palma procedente del Puerto de la Cruz el 25 de junio de 1824 a bordo del barco Victoria.

En el Libro de Tributos de la Cofradía del Carmen, año 1824, consta cómo el 4 de julio de 1824 se “hizo la función de colocación de la nueba Ymagen de N. Sa. del Carmen, que con su principal costó de hechura de 400 ps. de dicha Ymagen, reforma y adornos conducción importa 525 ps., sin incluir el costo de reedificacion de la capilla y nicho”.

La corona imperial de la Virgen del Carmen parece ser una espléndida pieza de 1666 por los portapuntas de formas complejas que integran su decoración barroca. Como la define la profesora Gloria Rodríguez: “Es desacostumbrada su disposición tan tupida que parece la transposición de una superficie lisa con una decoración relevada”. Estas características parecen concordar con la fecha documentada en 1665, según el Libro de Cuentas de la Cofradía del Carmen, fundada en agosto 1659.

Como nos relata el cronista y alcalde de la capital palmera Juan Bautista Lorenzo: “Esta cofradía… tuvo su principio…en que el Licdo. Sebastián Felipe de Escobar hizo presentacion ante el Vicario Eclesiástico de un despacho del Padre Fray Bernabé de Ruedas, Provincial del orden de Carmelitas de la antigua observancia de Andalucía, dado en Sevilla el 9 de abril de 1659, concediendo licencia para fundarla y dando facultad a dicho presbítero… para bendecir escapularios…”.

Esta cofradía tenía por misión la celebración del día de la Virgen y procesión por la calle y en el interior del templo el primer domingo de cada mes. Se extinguió y se reorganizó en 1874. Las nuevas constituciones internas fueron aprobadas por el Gobernador Eclesiástico del Obispado el 11 de enero de 1876. Actualmente la Cofradía participa en la procesión y en el posterior embarque de la Virgen cada 16 de julio, su onomástica, en el muelle de Santa Cruz de La Palma.

Nuestra Señora del Carmen

, de grandes ojos rasgados, ladea levemente su cabeza hacia la izquierda. Una inclinación delicada y tierna que hace que su expresión angelical se acentúe un poco más. Fuentes Pérez, estudiando sus manos y las del Niño Jesús, añade que “la derecha intenta acariciar los piececitos del Niño que es sostenido por la izquierda”. El movimiento de brazos y piernas imprime movimiento a la tierna escena. Madre e Hijo, sonrientes, parecen estar jugando.

También movimiento es el que sugiere el empleo de las telas engomadas de los ropajes de la Virgen, una técnica en la que el maestro imita a la perfección la talla de madera. El gran manto, que cubre su cabeza, cae delicadamente en amplias ondas y es recogido por debajo del brazo derecho. Son dos los colores que priman en la policromía de las vestiduras, siguiendo las instrucciones de la Orden Carmelita: el marrón de la túnica y el blanco marfileño del manto.

Siguiendo con los adornos de la imagen, encontramos la media luna de plata en su color que sobresale en su base. Su borde interior lleva una decoración estriada y pequeño querubín superpuesto justo en el centro. Es un atributo iconográfico típicamente mariano que nos recuerda la visión de San Juan Evangelista en su Apocalipsis. El adorno del angelito es habitual en el Archipiélago, aunque aquí aparece sobre la luna y no sobrepuesto, como es lo corriente. Otra magnífica alhaja de plata sobredorada, y siguiendo los textos apocalípticos de “la Mujer vestida de Sol…y con la luna a sus pies…”, está formada por doce estrellas de ocho puntas alternando con rosetas que llevan en su centro una piedra azul. Ya en las cuentas de la Cofradía figuran el costo de la plata y el pago al platero en 1757. En éstas no se especifican si también llevaban las flores intermedias, aunque su aspecto es el de un conjunto unitario.

La hermosa expresión de esta imagen nos recuerda el semblante dulce y delicado de la Virgen del Rosario, esculpida por el mismo Estévez y que se venera en la vecina iglesia de Santo Domingo. Se inclina ligeramente sobre el Niño Jesús, mientras sostiene los escapularios con su mano derecha. Toda su figura es rodeada por una aureola de nubes y rayos irregulares que le imprimen aún más espectacularidad.

Es una preciosa figura que ha suscitado una gran veneración entre los hombres de la mar que la han erigido como patrona. Es frecuente ver mucha gente en su capilla a cualquier hora del día y en cualquier día del año. Es una escultura muy bien conseguida que tiene el poder de atracción al que la observa y que parece “irradiar luz propia”. Es una obra maestra del singular maestro Estévez.

BIBLIOGRAFÍA

CALERO RUIZ, Clementina; QUESADA ACOSTA, Ana María. La escultura hasta 1900, Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1990.

FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. «Notas históricas de la Semana Santa en Santa Cruz de La Palma», Diario de Avisos, Santa Cruz de La Palma, (del 26 de marzo al 9 de abril de 1963).

-Idem. «Puntualización al primer catálogo de las obras de Fernando Estévez», Diario de Avisos, (5 de enero de 1971).

-Idem. «La Esclavitud y Hermandad del Santísimo Rosario. Fiesta de La Naval». Diario de Avisos, (24 de octubre de 1963)

FUENTES PÉREZ, Gerardo. Canarias: el Clasicismo en la Escultura, Aula de Cultura de Tenerife, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, 1990.

PADRÓN ACOSTA, Sebastián. El escultor canario D. Fernando Estévez (1788-1854), Santa Cruz de Tenerife, 1943.

PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, CajaCanarias, 2000.

-Idem. Bernardo Manuel de Silva, Biblioteca de Artistas Canarios, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1994.

QUESADA ACOSTA, Ana María. «La Escultura en Canarias: 1750-1900». Gran Enciclopedia de El Arte en Canarias, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1998.

- Idem. «La Escultura en Canarias. Del Neoclasicismo al Realismo» en Arte en Canarias [Siglos XV-XIX] Una mirada retrospectiva. Consejería de Educación, Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 2001.

TEJERA Y DE QUESADA, Santiago. Los Grandes Escultores. Estudio Histórico-Crítico-Literario de Don José Luján Pérez, natural de Ciudad de Guía (Gran Canaria), Madrid, 1914

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