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Tecnología y bienestar

Miguel Casanova Morera

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El avance de conocimiento y tecnológico del último siglo es sorprendente, un avance que se ha dejado sentir de una forma rotunda en las últimas décadas. Con mis 26 años de vida, he sido testigo de cómo la tecnología ha ido entrando en nuestra vida diaria, los ordenadores personales, internet, los teléfonos móviles. Todo desde lo más básico hasta los productos cuasi-mágicos de hoy en día. Y lo mejor de todo es que sólo es el principio ya que la nanotecnología, por ejemplo, conseguirá en breve dar otro salto tecnológico que influirá mucho en la medicina, la electrónica de consumo y en los materiales inteligentes. Todo estará conectado, todo será “inteligente”.

Creo que tiene que ser un sentimiento general, el de no entender cómo es compatible la decadencia vivida por la sociedad en estos años de crisis económica con este increíble avance de la tecnología. ¿Cómo es posible que estemos perdiendo derechos laborales consolidados durante décadas? ¿Cómo es posible que la calidad de vida se pierda cuando nuestra productividad y nuestras capacidades como civilización se multiplican? Algo está fallando y lo hace muy gravemente.

De una forma muy simplificada, podríamos llegar a la conclusión de que a más tecnología menos derechos, menos bienestar. Y cualquier persona entiende que eso no puede ni debe ser así. Pero es una realidad incuestionable, al comienzo de la crisis no teníamos Smartphones, los cuales están a la altura de superordenadores de hace 20 años [1] [2].

Para entender en su totalidad esta contradicción tecnológica tendríamos que hacer un análisis muy intenso y extenso de la realidad a nivel mundial. Pero si me lo permiten voy a ir a una de las principales causas, desde mi punto de vista. Creo que es culpa de la configuración del sistema económico lo que crea esta contradicción. Es obvio que podemos consumir tecnología, que cuando ésta avanza los productos del mercado avanzan y que a través del consumo podemos disfrutar de la tecnología. Pero la cosa queda generalmente ahí, en la capacidad de consumir cosas nuevas, que en realidad ni siquiera necesitamos.

La tecnología debería ser capaz de influir en el modelo económico, en el propio funcionamiento de la sociedad, traduciéndose en un incremento de la calidad de vida de las personas empezando por eliminar la escasez que sufre la mayor parte de la población y terminando por la sustitución de los trabajos tediosos, insalubres o indeseables.

El problema es que la tecnología se posee, ya sea con patentes o bien por propiedad (adquiriendo la maquinaria o las fábricas), restringiendo el beneficio que pueda aportar a una minoría que puede afrontar su compra y explotación, normalmente con el único fin de obtener beneficios.

Es evidente, por el poco peso que tiene en la economía de los países desarrollados, que seríamos capaces de producir más alimentos y productos industriales si existiese la voluntad de la sociedad. Pero como con la tecnología, la economía está secuestrada por el libre mercado y por sus operadores. Las decisiones sobre la economía de un país se realizan en el libre mercado, donde unos operadores tienen una ventaja abismal sobre otros. Donde si miramos bien arriba siempre encontramos personas que tienen tantísimo que lo único que quieren es que todo siga igual. Y abajo tenemos al consumidor que, ni tiene la información suficiente para poder configurar la sociedad desde el consumo, ni conocimiento de su capacidad para hacerlo (según la visión económico-liberal), ni capacidad, ya que tristemente la mayoría de la gente define su consumo por necesidad.

La tecnología nos permite como civilización conseguir nuevas metas, conseguir hacer cosas inimaginables hace medio siglo. Vivimos en uno de los países más ricos del mundo, disponemos de dinero, conocimiento, tecnologías, infraestructuras, una población muy formada y desgraciadamente mano de obra de sobra. Podemos plantearnos casi cualquier meta como sociedad, ¿por qué permitimos que nos sigan arrebatando derechos?, ¿por qué permitimos que la tecnología no repercuta en nuestro bienestar?

Para que el avance tecnológico repercuta en el bienestar de la sociedad, tenemos que democratizar la tecnología y para conseguir esto último no queda más remedio que cambiar la forma en que la sociedad utiliza la tecnología, democratizando la economía, poniéndola al servicio de las personas, permitiendo que la utilización de las tecnologías punteras pertenezca a todos y no solo a unos pocos privilegiados. Permitiendo que el impacto que produce nos beneficie a todos y no solo a los que la poseen.

El Software y el Hardware libre, son ejemplos de cómo la democratización de la tecnología puede ser imparable, y están teniendo un impacto muy importante en la informática por la sencilla razón de que solo hace falta un ordenador para poder participar, es un sector productivo cuyo acceso no está restringido como la mayoría por unos costes muy altos. Llevar esa filosofía a las demás ramas tecnológicas e industriales es el camino que deberíamos seguir mientras conseguimos cambiar el sistema económico y productivo.

Tenemos que tomar conciencia de la contradicción que supone perder bienestar cuando la tecnología ha aumentado tanto, ser conscientes es el primer paso para cambiar la realidad y exigir que esto no vuelva a suceder, exigir que la sociedad y el bienestar avancen junto con la tecnología. Tenemos que tomar conciencia de que es el modelo económico actual, el capitalismo, el responsable de que se produzca esta contradicción, entre otras muchas.

[1] En 1994, el superordenador con más capacidad de cálculo tenía 170.4 Gflop/s de potencia de cálculo. http://www.netlib.org/benchmark/top500/reports/report94/US/node1.html#SECTION00010000000000000000

[2] El procesador para móviles Tegra X1, tiene una potencia de cálculo de 512 Gflop/s de precisión flotante simple. http://en.wikipedia.org/wiki/Tegra#Tegra_X1

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