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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Ensañamiento con el litoral de Fuencaliente

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En octubre del año 2007 fueron derribadas todas las casitas de la playa de La Zamora y una parte de las de Punta Larga y El Faro, con un despliegue sin precedentes de fuerzas de seguridad en nuestra isla, llegando incluso a detener y esposar algún vecino sin haber dado motivos para ello y sometiendo a una humillación vergonzosa a buena parte de los sufridos habitantes de este municipio.

En los últimos días, 14 años después, de nuevo llegan las famosas cartas de la Dirección General de Costas para tumbar las ultimas casitas de madera que quedan en nuestro municipio y apartarnos del mar para siempre, menuda poca vergüenza cargarse de un plumazo gran parte de cinco siglos de historia, por no decir miles de años, puestos que los benahoaritas también se sirvieron del mar para sobrevivir.

La vida del fuencalentero siempre estuvo íntimamente ligada al mar, los caminos eran un frenético ir y venir de gente y no solo a pescar o mariscar, también a otras actividades como el curtido de los chochos, el lino y a lavar la lana por la carencia de agua en las casas etc. Por mar también se traía la madera y otros materiales de construcción, muchas veces agua para beber, incluso hasta ir a lavar la ropa en barco a pequeñas fuentes en la costa de Mazo.

Dada la abundancia de pesca en nuestro litoral, en el Faro y Punta Larga se afincaron a principios del siglo XX varias familias de La Gomera, de las cuales aún quedan algunos descendientes que mantienen esa actividad y van perder sus cuartos de aperos. También en El Faro vivieron muchos años pescadores de Tazacorte, a los que todos llamábamos Los Bagañetes.

Por los días de San Juan y San Pedro era costumbre de la mayoría de los vecinos acudir a las playas y hacer noche en los pequeños pajeros y bailes en las eras donde se secaba el lino y los chochos. Personalmente, recuerdo de muy pequeño presenciar un baile al son del acordeón en las eras que aún se conservan en El Puertito de Las Caletas.

De algunas de nuestras playas también salieron varios veleros durante la etapa de la emigración clandestina de Canarias a Venezuela, un emigrante del Nuevo Teide, que partió del Puertito en Las Caletas, el 7 abril de 1950 con 286 pasajeros, dice en su diario de abordo: “un fuerte aguacero descarga sobre la playa y nos refugiamos en los pajeros de los pescadores”.

Pasada la mitad del siglo XX y coincidiendo con la llegada de vías de comunicación al litoral, en todas las islas se comienzan a construir edificaciones de todo tipo, en la mayoría de los casos de forma desordenada y supuestamente sin permisos. Hoy día, gran parte de esos asentamientos se han consolidado y reciben todo tipo de servicios de las administraciones, todos conocemos pequeños y grandes núcleos de población (no solo turísticos) en las costas de todas las islas en los que la ley de costas no se aplica.

Las casitas de la costa de Fuencaliente, de pescadores y vecinos del municipio e incluso de otros pueblos, no solo prestan un servicio necesario a sus propietarios, también público. Ellos han llevado el agua y la luz a sus asentamientos y de esos servicios también se sirven muchos visitantes incluida la propia Administración. Por ejemplo, eventos deportivos del prestigio de Transvulcania no habrían sido lo mismo sin la presencia de las casitas del Faro.

Punto y aparte hay que darle al servicio que estas pequeñas casitas prestaron a los vecinos en los dramáticos incendios forestales. El 24 de julio de 1978 se produjo el primer gran incendio, que se llevó por delante numerosos animales y pajeros, la gente huyo hacia el lugar más seguro: el mar. Ni que decir del dramático incendio del 31 de julio de 2009, más cercano en la memoria y donde la voracidad del mismo hizo que todo el pueblo huyera a la costa. En la casa del Faro hubo que forzar la puerta del mismo porque la gente no cabía en las casitas de las dos playas y fueron los moradores de estas quienes suministraron de agua, víveres y atenciones a las personas mayores y niños.

Y uno se pregunta con mucha rabia cuál es el motivo del ensañamiento con Fuencaliente, pues teniendo el más extenso litoral de la isla y gran parte de él situado al suroeste, donde se han desarrollado lo principales complejos hoteleros de Canarias, resulta que nuestro litoral costero es el más conservado de todas las islas: un solo hotel, un mar de plataneras y las casitas de madera en cuestión. Viendo todo lo que se ha permitido hacer en las islas y estamos seguros de que no se va a demoler, lo que se está haciendo con Fuencaliente es realmente intolerable.

Señores de la Dirección General de Costas, métanse ustedes primero con los que más daño han causado a nuestras costas y cuando terminen de demoler los hoteles, apartamentos, viviendas, piscinas, y otros mamotretos que invaden el litoral canario, vengan a Fuencaliente que los propietarios de las humildes casitas de madera junto al mar no opondrán ninguna resistencia.  Pero claro, lo entendemos, para ustedes es más fácil atacar a los más débiles allá en un pueblo perdido en la proa sur de la isla de La Palma.

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