¡No llueve, carajo!

Por mucho que miro al cielo,

nada parece indicar

que el tiempo vaya a cambiar

para humedecer el suelo.

Es grande mi desconsuelo

presenciando la sequía,

no llueve como llovía,

ni la cumbre está nevada,

gracias al agua salada

escapamos cada día.

Jócamo, 2.I 2024

NOTA.- Llueve poco, y cada vez menos. El verano se junta con la primavera, sin sitio para el otoño y menos aún para el invierno. Nace El Niño sin nieve en la cumbre y ahora son otros “niño/niña” los que mandan en el clima.

Fallan las cabañuelas y hasta la “fúlgida Luna del mes de enero ha perdido su raudal inmenso de eterna luz”.

Los barrancos parecen huellas de otros tiempos, los manantiales no manan, los nacientes merman, las galerías se secan y los pozos se salan.

Y pese a esas señales inequívocas todavía nos atrevemos a hablar de proyectos “ecosostenibles” en los que se dilapida el agua que no tenemos.

¿Pero alguien puede imaginar una Canarias superpoblada, que persigue los 20 millones de turistas anuales, sin el agua “desalada” de la mar que nos rodea?

¿Cómo es posible que a estas alturas haya técnicos “cualificados” que se atrevan a decir que el agua fósil del subsuelo es suficiente y que las desaladoras son un subterfugio para justificar la corrupción técnica y política?

Admito lo de la corrupción (que desconozco) pero me parece un absoluto despropósito el que en unas islas amenazadas por la desertización se pretenda seguir estrujándolas, como si de un estropajo se tratara, hasta agotar sus escasos e irrenovables recursos hídricos.

Seamos serios, carajo.