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Juan Peiró

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“Treinta años atrás hubiera considerado superfluo presentar a Juan Peiró, pero empujadas por la vida han surgido a la palestra político-social unas nuevas generaciones que pretenden estar reñidas con la Historia”. Así empieza el prólogo al libro de Juan Peiró, Trayectoria de la CNT, en una edición de 1978, escrito por José Peiró, hijo del sindicalista barcelonés. Si en 1978 no era superfluo presentar a Peiró, en 2025 es imprescindible. Peiró fue uno de los tres ministros anarquistas del gobierno de la República durante la Guerra de España, en un periodo que no llegó al año: Federica Montseny, la primera mujer ministra en la historia de este país, Juan García Oliver y Peiró.

Pero Peiró fue mucho más que ese minúsculo episodio. Nacido en 1887 en el barrio barcelonés de Hostafrancs, empezó de niño a trabajar como vidriero, no supo leer ni escribir hasta los 22 años, fue un sindicalista esencial en la fundación y desarrollo de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), director del periódico Solidaridad Obrera, y en todo el movimiento obrero y anarquista hasta que Franco y sus sicarios lo fusilaron el 22 de julio de 1942, después de ofrecerle el perdón a cambio de que se incorporara al sindicato vertical: no cedió. Se había refugiado en Francia, mas cuando intentaba viajar a México con su familia, el gobierno de Vichy lo entregó a la Gestapo y esta, a la dictadura franquista.

Hablaba de todo ello con el ectoplasma de Buenaventura Durruti en el hotel Ritz de Madrid, un día antes del 20 de noviembre, 89 años después de su muerte en este hotel convertido en hospital durante la guerra. Peiró y Durruti tuvieron notables diferencias dentro del movimiento anarquista, aunque los dos trabajaron hasta el fin de sus días por el anarcosindicalismo.

El cortado ocasional se nos estaba poniendo triste, a Durruti y a mí, por eso nos acercamos a una joven también ocasional, y le preguntamos: “¿Sabes lo que es el anarquismo?”. “¿La secta de Tom Cruise, o no, el partido del Milei ese?”, respondió.

Hasta aquí hemos llegado. El linchamiento del anarquismo como ideología empezó desde su mismo nacimiento, por comunistas y algo también por socialistas, y por supuesto por la derecha y las patronales, en el Mundo y en España. Sus luchas y conquistas obreras se ocultaron hasta el olvido, y durante la dictadura franquista, se les borró por unos y por otras, aunque su pelea por la libertad fue constante. Pagaron con la cárcel (y la vida): Fernando Carballo, de la CNT, fue el preso político que más tiempo pasó en las mazmorras de la dictadura, pero eso también casi se borró. Porque después, un ministro demócrata de toda la vida, Rodolfo Martín Villa, dijo que no le preocupaba tanto el terrorismo de ETA como el movimiento anarquista y el independentismo canario: sabemos lo que le pasó a Cubillo en Argel y cómo se acabó con el MPAIAC. El movimiento anarcosindicalista en España firmó su certificado de defunción en el atentado a la sala de fiestas Scala de Barcelona, en enero de 1978.

Me enfrasco en los textos de Peiró para no llorar, y dejo al ectoplasma de Durruti con la joven, que aunque no le ve parece que le hace caso. La memoria, histórica, democrática y de los grandes expresos europeos, es casi siempre amnésica cuando se trata del anarquismo. Influencia de Martín Villa, quizás.

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