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Pascual Mota se extraña de que no le llame el juez como testigo

“Mire, ahora dirán en el Ayuntamiento ¿qué andará buscando este? Y yo no busco nada, solo contar lo que yo viví con el Canódromo. Son otros los que encuentran cosas raras”. Al otro lado del hilo telefónico se explaya con toda la vitalidad de sus 79 años Pascual Mota, exconcejal de Las Palmas de Gran Canaria por el tercio díscolo del PP -en realidad eran cuatro, la banda de los cuatro: Julio Aldaz, Rafael Viñes, Tino Montenegro y él- durante el primer mandato de José Manuel Soria en la Alcaldía.

Ya en noviembre de 2010 el concejal de Deportes (1995-1999) de la capital explicó cómo había llegado en 1998 a un primer principio de acuerdo con los dueños de los terrenos del Canódromo por “250 millones de pesetas” -un millón y medio de euros, cantidad tres veces menor de la permutada en 2002- y este lunes desempolvó otra vez su memoria.

“A mí, lo que me extraña mucho, es que el juez no me haya llamado a declarar, porque yo todo eso lo viví de primera mano”, confiesa a este periódico Mota. “A lo mejor el juez no lo ve necesario, pero me extraña y no quiero hacer suposiciones gratuitas por mi parte”, dijo.

Lo cierto es que Pascual Mota, en busca de dotaciones deportivas para Ciudad Alta, abrió las negociaciones con el abogado Díaz Sosa y cuando este puso encima de la mesa una oferta de 1,5 millones de euros “le dije claramente que el Ayuntamiento no tenía dinero, que en todo caso podríamos compensarle con otros terrenos municipales, y yo le presionaba con que ahí no iba a poder construir nada porque eran terrenos deportivos”.

Mota, tras revivir de nuevo el caso por las imputaciones al actual alcalde, Juan José Cardona, y el empresario beneficiado por la operación final, Eduardo Fernández, repite con vehemencia: “Yo cuando miraba el Canódromo lo que veía era una pista de atletismo y por eso me empeñé en negociar tanto. Otros vieron otras cosas y al final no se ha hecho nada de nada sino que se ha montado un buen follón”, aclara. Y lógicamente, su empeño dio sus frutos, aunque no los deseados por el exconcejal de Deportes.

Las negociaciones de Mota avanzaron tanto que incluso los 250 millones de pesetas fueron previstos en los presupuestos municipales del año siguiente. “Eso está escrito, porque todos esos datos con los precios están recogidos en actas y hasta en libros encuadernados que me regalaron mis secretarias cuando me fui, mejor dicho, me echaron del Ayuntamiento”.

Fueron “dos, tres o cuatro meses” de negociaciones entre Mota y Díaz Sosa, hasta que, de madura la opción de permutar por la imposibilidad de edificar en el Canódromo, el propietario se avino a realizar la operación final con el Ayuntamiento.

Fue entonces cuando José Manuel Soria dejó a Mota fuera de juego. “Cuando le conté al alcalde que el propietario quería hacer una permuta soltó la célebre frase: ¡Estupendo, Pascual! Pero como tú de esto no sabes mucho, mejor deja a Jorge Rodríguez...”. Mota remata: “Y así se lo pasé al hombre estupendo y transparente que es Jorge Rodríguez. Desde entonces no supe absolutamente más nada”.

Jorge Alberto Rodríguez Pérez, por entonces concejal de Urbanismo de Las Palmas de Gran Canaria, tuvo que dimitir de su cargo meses antes de las elecciones de mayo de 1999 por haber beneficiado desde el Ayuntamiento a la empresa de una amiga íntima. El actual alcalde de la ciudad, Juan José Cardona, asumió la cartera de Rodríguez desde febrero y también en el siguiente mandato (1999-2003) en el que se cierra la sospechosa permuta.

Antes de despedirse, Mota termina con una reflexión: “Ese mundo no era para mí, soy una persona con estómago. Vitalista, de 79 años, que va en moto, pero con estómago”.

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