Mal de alturas en la Supercomisaría

Alexis González / Alexis González

El fiasco en que ha acabado la redada policial del 9 de abril contra el narcotráfico en Mogán es sólo un síntoma del mal de alturas que se padece en la décima planta de la Supercomisaría, el mastodóntico edificio de la Avenida Marítima de Las Palmas de Gran Canaria donde se ubica la Jefatura Superior de Policía de Canarias. La Policía Nacional fue aquella mañana en tropel a por una peligrosa banda criminal con ramificaciones gallegas, y se quedó con unas papelinas y cinco de los seis detenidos por un delito contra la salud pública en libertad con cargos.

Todo pudo ser una simple operación fallida, una de tantas que no pasan a las primeras planas ni abren telediarios, pero entre las ansias de medallas y de hacer méritos en la escala, la investigación del grupo IV de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Brigada Provincial de Policía Judicial lo que ha abierto es una grave crisis de credibilidad en la Super, y las relaciones con la Guardia Civil por los suelos. Otra vez.

No en vano, desde que CANARIAS AHORA destapó que la Policía acusa en sus diligencias a guardias civiles hasta de cohecho por hacer la vista gorda al narcotráfico, la tensión en Jefatura no ha dejado de subir enteros.

El fiasco de la redada contra el narcotráfico en Mogán oculta intereses policiales por colgarse medallas ante la conflictividad interna en el Cuerpo - Aún colea la cacería a los investigadores de la corrupción política del PP

En el ojo del huracán figura, cómo no, el jefe superior, Valentín Solano, un hombre que solo lleva un año y medio al frente de la Policía en Canarias y parece querer pasar lo más rápido su traslado a las Islas, pero también quienes fuentes policiales de este periódico apuntan a ser la mano que mece la cuna: Sagrario de León, la comisaria provincial de Las Palmas, dispuesta desde su nombramiento con el cambio de gobierno en La Moncloa a pasar factura a todo y a todos los que olieran a la etapa socialista en la que la Policía se significó en la investigación de la corrupción política, con los sonados casos Eolo, Las Teresitas, Faycán, Góndola, Arona...

¿Y qué tiene que ver una operación de poca monta contra el narcotráfico en Mogán con las vendettas políticas y el conflicto policial desatado en las Islas? De entrada, una fórmula para resarcir la humillación sufrida por el actual inspector jefe de la Udyco, Manuel Curbelo, que por obra y gracia de Sagrario de León fue nombrado el verano pasado comisario de Distrito Norte, en lugar del secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP), Enrique Pérez Ramos, defenestrado por la misma comisaria provincial por sus apoyos públicos a la labor de investigación contra la corrupción hasta 2011, con Concepción de Vega de jefa superior.

Las medidas judiciales contra aquel relevo al frente de la Comisaría de Distrito Norte de Las Palmas de Gran Canaria (Puerto-Canteras) dejaron fuera del cargo a Manuel Curbelo, aunque también a Pérez Ramos, tras la convocatoria de un concurso para cubrir la plaza, y a De León con la presión de recuperar la confianza de quienes la han secundado en su cruzada contra todo policía que hubiese osado investigar en el pasado al PP. Y es ahí donde Mogán, como metáfora de la historia reciente del Cuerpo en las Islas -la operación Góndola se centró en la corrupción en ese municipio- aparece como una vía de escape para dar un golpe de efecto.

Territorio de la Guardia Civil en materia de seguridad ciudadana, en la planta 10 de la Jefatura Superior se activaron todas las alarmas y maquinaciones cuando la rumorología convirtió a un restaurante de atractivo por su clientela habitual de alto valor informativo, en una suerte de cuartel general de una sucursal canaria del narcotráfico gallego. En un lugar idílico como es el Puerto de Mogán, frecuentado por mandos de la Guardia Civil, por jueces y políticos -en su tarjetero apareció hasta una tarjeta de presentación de Mariano Rajoy como presidente del PP- convergían, quizás fortuitamente, o no, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, jueces y funcionarios de la Administración de Justicia en el local de un narcotraficante a gran escala.

El ridículo al que sometió la comisaria provincial, Sagrario de León, al jefe de la Udyco, Manuel Curbelo, necesitaba de un lavado de imagen, y la redada de la cofradía parecía una buena oportunidad

Una bomba a explotar concienzudamente, vamos. Porque bajo esa premisa fundamental, con ese enganche de confabulación de altas esferas protectoras de lo criminal, es como decide la Jefatura de Policía meterse a investigar en territorio de la Guardia Civil y pinchar el teléfono fijo del restaurante de la cofradía de pescadores de diciembre a abril, al cual no solo llaman, como consta en las diligencias policiales 9094 / 2013, clientes en busca de una papela de coca con la que trapicheaban desde el metre hasta el pinche, sino también personalidades de la Judicatura o la Guardia Civil como simples comensales del buen pescado moganero. Un lujo de información servido bajo el manto de una peligrosa banda criminal a la que desarticular.

Sin embargo, cuatro meses de intervenciones telefónicas solo han dado como resultado oir a los detenidos fanfarronear de sus relaciones con la Guardia Civil y precipitar la operación del 9 de abril en busca de un gran alijo de droga que se quedó en 30 gramos de cocaína y 300 más de hachís, como cualquier intervención de poco alcance. Aseguran fuentes policiales de este periódico que en la cofradía de pescadores, donde no se encontró rastro de droga, puede que hubiera más percal, e incluso algún que otro guardia civil involucrado a título particular, pero de haber sido así, la decisión de ejecutar la operación en el momento de mayor interés para el inspector jefe de la Udyco, a punto de presentarse al curso de comisario, fue a destiempo.

Es el afán desmedido de colgarse unas medallas, de presentarse con un éxito a la promoción al cargo de comisario -finalmente no ha podido hacerlo por un error burocrático- el colofón a todas luces ridículo a esta historia de despliegues espectaculares incluso con helicóptero a lo largo de aquella madrugada de abril revoloteando por el valle de Mogán, en un momento en el que la dirección que ha tomado la Jefatura Superior desde el revelo de gobierno, no solo ha aparcado las investigaciones sobre corrupción política, sino generado un conflictividad en el interior del Cuerpo constantemente denunciada por los sindicatos policiales.

¿QUIÉN ES QUIÉN?

Valentín Solano

Jefe Superior de Policía de Canarias desde enero de 2012. Llegó a la plaza en mitad de una guerra interna tras el relevo del Gobierno de España con la aparente intención de borrón y cuenta nueva. Los hechos corroboran lo contrario: lastrado por la correa de transmisión del PP que ejerce el también policía Luis Molina desde la Subdelegación del Gobierno, ha cedido a las represalias internas en el Cuerpo, constantemente denunciadas por los sindicatos.

Miguel Curbelo

Inspector jefe de la Udyco y aspirante a comisario. Fue elegido por De León para cubrir la plaza, en comisión de servicios, de la Comisaría de Distrito Norte, en lugar del secretario regional del SUP, Enrique Pérez Ramos. Frustrada la promoción en los Juzgados, volvió a la Udyco y en sintonía con De León lanzó la operación de Mogán justo cuando aspiraba al curso para comisario. Quedó excluído por no pagar las tasas a la hora de cursar la solicitud.

Sagrario de León

Comisaria provincial de Las Palmas y número 3 en el escalafón. Eterna aspirante al puesto de jefa desde que compitió con Concepción de Vega, y la principal beneficiada del cambio de gobierno en España al recibir un amplio poder de maniobra. El SUP la acusa directamente de relegar a investigadores contra la corrupción a tareas de calle o de represaliar a agentes que cuestionan la nueva política de más mano dura en materia de seguridad ciudadana.

Santi, el gallegoel gallego

Propietario del restaurante de la cofradía de pescadores de Mogán, fue detenido el 9 de abril con otras cinco personas por presunto tráfico de drogas desde ese cuartel general. La Udyco lo señala como un peligroso cabecilla de una ramificación gallega del narco, pero sin más pruebas. Su relación con guardias civiles se debe a la intención de congraciarse con los agentes por haber sido detenido dos veces en el pasado conduciendo sin permiso.

Antonio, el cordobésel cordobés

Es el único de los detenidos del 9 de abril que está en prisión provisional. Se autoinculpó de la escasa droga incautada, sobre todo en su domicilio, con la que menudeaba. La Policía lo encuadrada en la base organización piramidal, trapicheando al por menor, ya sea desde el mismo restaurante o en su casa. Negó cualquier relación de sus superiores con actividades ilícitas.

Rafa, el barrigael barriga

Lugarteniente de Santi y encargado del restaurante. Es a quien la Policía escucha en más ocasiones fanfarronear sobre sus relaciones con la Guardia Civil, cuyos motivos son, según fuentes policiales, son idénticos a los de su jefe: fue detenido una vez al volante sin carnet de conducir. El fiscal le preguntó sin éxito por esas relaciones con la benemérita. Ambos figuran como relacionados con el mundo de la droga, ya sea como consumidores habituales o, a juicio de la Policía, como jefes de una banda a gran escala que parece ser algo menos.

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