Viento en popa a toda vela… ¡y a navegar!

Comienzo de la ARC 2010. World Cruising Club. Photo: Nick Farrell

María Neupavert

Las Palmas de Gran Canaria —

Los pantalanes del Muelle Deportivo de Las Palmas de Gran Canaria se llenan durante las semanas de noviembre de imponentes barcos, cruceros perfectamente equipados que descansan sobre unas aguas mansas y poco revueltas. Durante días, pacen como inertes en una suerte de quietud programada, una anodina escena que podría ocurrir en cualquier ciudad marítima, sin más relevancia para el espectador. Pero tan solo hace falta prestar atención a los pequeños detalles para comprobar que aquí sucede algo diferente. Disimuladas entre botavaras, cabos y drizas se esconden unas pequeñas banderas blancas, un trozo de tela que revela el verdadero motivo por el que estos vehículos marinos procedentes de los lugares más insospechados han decidido atracar en este puerto perdido en el Atlántico. Al soplar el viento, las banderas dejan entrever una inscripción: ‘ARC – Atlantic Rally for Cruisers’. No hay lugar a dudas. La competición está a punto de empezar. Y la ciudad se prepara para ello.

ARC, una competición con pasado, presente y futuro

La primera edición de la ARC tuvo lugar en noviembre de 1986. Aquel año navegantes procedentes de los lugares más diversos partían desde Las Palmas de Gran Canaria rumbo a la isla caribeña de Santa Lucía, donde el invierno se mostraba algo más indulgente que en la fría Europa, siendo así el colofón perfecto para una travesía que cruzaba todo el Océano Atlántico. Se registraron 204 embarcaciones de 25 nacionalidades, dejando ya constancia del marcado carácter internacional de la competición. Sin embargo, serían otros hechos los que convertirían a la ARC en algo diferente. Por un lado, el espíritu amateur y familiar que la caracterizaba y que poco o nada tenía que ver con la tónica habitual en otros torneos deportivos, mucho más agresivos y que impedían disfrutar del recorrido. Por otro, el reconocimiento de ser la competición transoceánica más grande organizada hasta el momento, entrando incluso en el Libro Guinness de los Récords Mundiales.

Hoy, 28 años después desde que comenzara aquella aventura, la ARC ha demostrado seguir en plena forma. Los datos recogidos por la organización muestran que en la presente edición se han registrado 242 barcos de 36 nacionalidades, entre ellas Canadá, Australia o los Estados Unidos, mientras que las tripulaciones representan a 26 países distintos. Al mismo tiempo, el carácter familiar con el que se concibió la ARC se ha mantenido vivo. Tanto es así que el participante más joven este año 2014 apenas alcanza los 8 meses de edad, mientras que el más viejo tiene, nada más y nada menos, que 84 años. Curiosamente, los dos viajan a bordo del yate estadounidense Makena.

Parece, pues, que el buen futuro de la ARC está asegurado. Pero los organizadores no dudan que es imprescindible implantar pequeñas modificaciones, elementos novedosos que añadan valor a la competición. En este sentido, en el año 2013 se introdujo por primera vez una travesía en dos etapas, la ARC+, en la que algunos cruceros harían escala en Cabo Verde antes de continuar hacia el Caribe. Para la concejala de Ciudad del Mar de Las Palmas de Gran Canaria, Mimi González, no cabe duda de que “con la ARC+ se consigue ampliar el tiempo de promoción de la ciudad y de estancia de extranjeros y náuticos que vienen a hacer la regata”.

Los beneficios (económicos) de practicar deporte

Ir a pasear por el Muelle Deportivo o acercarse a la Avenida Marítima el día que comienza la travesía tiene su encanto. Pero en una época de crisis como la actual es inevitable elucubrar acerca de cuánto dinero deja la competición en la ciudad. Los cálculos realizados para la pasada edición mostraron que el impacto económico ascendió a los 2.591.961 euros. La media de gasto por embarcación fue de 11.500 euros, por participante 2.142 euros o por día 306 euros. Mimi González también se manifiesta a este respecto: “Según las encuestas realizadas por el organizador de la regata, el 40% de las embarcaciones pasan aquí más de 4 semanas. Durante este tiempo, estas personas viven, comen, compran y reparan sus barcos en la ciudad. Hay una gran cadena de servicios con oferta gastronómica, comercial y náutica. Incluso hay un porcentaje, del 14,2%, que se aloja en Las Palmas de Gran Canaria. Pero aparte la propia regata es un altavoz que nos posiciona como destino náutico y como escala en el Atlántico”.

El futuro de la competición parece mostrar un panorama aún más halagüeño, pues si bien es cierto que el número de barcos no puede aumentar (“para eso habría que ampliar el Muelle Deportivo”, apunta González), la eslora de los buques continúa batiendo récords. Este año, el promedio es de 14,48 metros, aunque el velero más grande mide 30 metros. Esto supone un incremento del gasto efectuado en la puesta a punto de los yates, la reparación de posibles averías y la capacidad de albergar a más tripulación.

Refiriéndose a los beneficios indirectos, la concejala de Ciudad del Mar señala la importancia que tiene para Las Palmas de Gran Canaria aparecer en numerosos medios de comunicación de todo el mundo, así como en revistas especializadas como la Yachting World. Es por eso que el Ayuntamiento capitalino se preocupa en tratar bien a estos singulares visitantes y mostrarles la cara más amable de nuestra sociedad. En esta línea, el consistorio organiza cada año una fiesta de bienvenida en alguno de los locales de la zona (esta edición fue en la terraza Sotavento) y establece puntos de información turística en el mismo Muelle, con la intención de que los navegantes puedan adentrarse en la riqueza cultural, gastronómica y de ocio de la ciudad.

Un deporte de élite al servicio de la ciudadanía

La vela crucero llega a Las Palmas de Gran Canaria cargada de suntuosidad y altas miras. No vamos a negarlo. Éste es un deporte de élite para el que hace falta manejar una cuenta bancaria solvente. Tan solo una vela, por ejemplo, cuesta aproximadamente 8.000 euros. Hasta el arreglo más insignificante supone un gran desembolso que no todo el mundo puede sufragar. No es criticable, pues, que gran parte de la población sienta una especie de desafección con este evento al tratarse de algo completamente alejado del cotidiano universo de la mayoría de canarios. En un intento por difundirla, algunos organismos públicos han puesto en marcha iniciativas que facilitan el acceso a uno de estos barcos a cualquier interesado.

Éste es el caso concreto de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, cuyo velero puede verse casi todos los fines de semana rondando el litoral grancanario. “Esta es una experiencia que no es fácil de tener, aun cuando vivimos en unas islas. Es complejo acceder a una embarcación deportiva, recreativa y en este caso también docente como puede ser un barco crucero. También es positivo con los alumnos del programa Erasmus, a los que les llama mucho más la atención”, afirma el Director del Servicio de Deportes de la ULPGC, Ulises Castro Núñez. Lo mejor de todo es que la economía, por una vez, deja de ser un elemento vinculante. Los miembros de la comunidad universitaria pueden acceder a la embarcación de manera 100% gratuita o por 10 euros si la travesía no cumple con una función formativa, mientras que cualquier otra persona, ajena a la red de la ULPGC pero interesada en esta práctica deportiva, tendrá que abonar sólo 20 euros. Una cifra asequible para la mayoría de bolsillos.

“Vivimos en unas islas, tenemos un Muelle Deportivo maravilloso, los vientos que soplan aquí, la bahía, las vistas desde el frente marítimo… La Universidad ha intentado, en esta línea, ofrecer una posibilidad real para que los alumnos y la ciudadanía puedan practicar el deporte y disfrutar de todo esto que comento, y queremos seguir apostando por ello en el futuro”, declara Castro Núñez.

¿Y cómo puede la Universidad pagar un barco? Ante esta pregunta, el director del Servicio de Deportes se muestra claro. Esta actividad no sería posible sin la colaboración de Toy Hernández, el patrón que pone al servicio de la Universidad el Abracadabra, su crucero. “Él no nos cobra por la actividad, ni nadie de la tripulación. Las cuotas no podrían sufragar el coste que supone mantener un barco. La cantidad que destinamos a la vela crucero es variable, depende de los arreglos puntuales y de las necesidades de la embarcación. Tenemos una estimación, pero siempre fluctúa. En cualquier caso, podríamos decir que va entre los 3.000 y los 5.000 euros anuales”, añade.

No obstante, la ULPGC no es el único organismo público que trata de difundir la vela crucero. El consistorio capitalino también lleva a cabo acciones específicas, aunque con un enfoque diferente. “Tenemos un convenio de colaboración con el Real Club Náutico de Gran Canaria, en el que se estipula la promoción turística de la ciudad como destino náutico de invierno, con acciones destinadas a la ciudadanía, como la Semana Olímpica Canaria de Vela. También hay jornadas de puertas abiertas y se invita a los vecinos a que participen. Un año decidimos sacar los barcos del mar y colocarlos en San Telmo para que la gente los viera de cerca. Con motivo de la Semana Olímpica de Vela, y a través de ese convenio, el Real Club Náutico sacó los barcos, dio una serie de clases, se organizaron actividades con colegios y se hicieron talleres”, explica Mimi González. Todo ello sin olvidar la importancia que tiene para Canarias su deporte marítimo más autóctono, la vela latina. “Impulsamos el intercambio cultural entre los navegantes de la ARC con la vela latina, para poder difundirla como nuestro deporte. En el 2011 se hizo por primera vez este encuentro. Se llama Open Day Vela Latina. Invitamos a los regatistas a venir a nuestras instalaciones para que las conozcan y puedan navegar con estos barcos”, añade.

Por el momento, ambas iniciativas han sido bien recibidas por la población. Las jornadas San Cristobal sabor a mar, en donde se organizaron paseos gratuitos, reunieron a miles de personas interesadas en conocer, entre otras cosas, cómo es un velero de cerca. Y el Abracadabra no para de recibir a aspirantes que desean formar parte de la tripulación. Todavía queda mucho camino por recorrer para conseguir que la vela crucero sea una actividad conocida y apreciada por la población pero, sin duda alguna, este tipo de propuestas hacen de Las Palmas de Gran Canaria no sólo el punto de partida de la ARC, sino también el lugar en el que un deporte reservado a la élite económica trató de democratizarse e involucrarse de forma natural con la ciudadanía.

El Abracadabra, el crucero que dio la vuelta al mundo

AbracadabraEl Abracadabra es un barco de gran renombre en el mundo náutico. Después de haber recorrido los mares y océanos de todo el planeta ahora se pasea sublime frente al litoral de Gran Canaria. La suya es una historia de idas y vueltas, tal y como corresponde a los buenos buques. En los años 80 y 90 participó en regatas mundiales, a los mandos del patrón inglés Paul Cayard. En 1992 llega a España, concretamente a Palma de Mallorca, en donde estaría durante un tiempo antes de partir hacia un nuevo destino: Reino Unido. Es aquí donde sufre una de las transformaciones más importantes, pues en el país anglosajón le renuevan todo el casco, aunque se mantiene la estructura superior. Posteriormente, otra vez en España, pasaría por las manos del campeón olímpico grancanario Luis Doreste, quien navegó a bordo del Abracadabra durante 7 u 8 meses, en la Copa del Rey. Después de tan importantes aventuras, el velero no tardaría en ser lanzado al olvido, permaneciendo durante varios años en un puerto de Barcelona.

La noticia llega entonces a oídos de Antonio Toy Hernández, un avezado navegante procedente de Gran Canaria que llevaba surcando los mares desde su infancia. Toy había llegado a lo más alto de la competición, formando parte incluso del equipo preolímpico de Seúl (Corea) en 1988. Una inoportuna operación de garganta le impidió materializar el sueño de participar en unos Juegos Olímpicos, pero no pudo eliminar la sensación de que el mar era su vida. Por eso, cuando supo que Abracadabra estaba a la venta, no dudó un instante y viajó hasta Barcelona para traerlo a la que ahora es su casa, las Islas Canarias.

Para él, salir a navegar cada fin de semana es casi un ritual. Por eso ve con optimismo el acuerdo alcanzado con la ULPGC para promocionar y divulgar este deporte. Sin embargo, considera que todavía hacen falta más iniciativas. “Echo de menos la existencia de más embarcaciones, porque así la gente podría disfrutar no solo de la navegación, sino también de la competición”, afirma. Pero para ello necesitan contar con sponsors y patrocinadores, algo difícil de conseguir en estos momentos de incertidumbre económica.

Una fotografía de la competición

¿Quiénes son esos atrevidos aventureros que deciden embarcarse durante largas jornadas y atravesar el Atlántico a bordo de un pequeño yate? Aunque resulta imposible conocerlos a todos, las exhaustivas encuestas que realiza la organización, con Andrew Bishop a la cabeza, permiten obtener una imagen bastante fidedigna del perfil de los participantes. Es gracias a estos cuestionarios que sabemos que el 29% proviene de Reino Unido, aunque también hay barcos llegados desde Chile, Tailandia, Canadá o Sudáfrica, y que sólo el 19% son mujeres. Curiosamente, esta cifra es algo más elevada en la ARC+, en donde el 28% de la tripulación son féminas.

En cuanto a la edad promedio de los navegantes, es de 44 años (52 en la regata que hace escala en Cabo Verde), se contabilizan hasta 11 niños menores de 16 años y hay incluso 3 polizones de cuatro patas: un perro, un gato y una iguana.

Todos estos datos muestran una regata completamente diferente a las demás, en donde el espíritu competitivo pasa a un segundo plano para dejar paso al disfrute, la camaradería y el espíritu familiar y cordial que se respira en cada crucero.

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