Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.
CAMINO HASTA AVENGERS: INFINITY WAR
Volviendo al tema de los Vengadores, debo admitir que, tras leer aquel número especial, empecé a fijarme en otras colecciones publicadas, en aquellos años, por la celebérrima editorial Vértice y, tras el coloso verde, llegaron el Hombre de Hierro, el Capitán América, Dan Defensor y el Hombre Araña, según la terminología utilizada por la editorial catalana. Al no tener problemas para pedir que me siguieran comprando cómic de superhéroes -algo que sí les pasaba a muchos de mis compañeros de clase- sólo era cuestión de tiempo que un número de los Vengadores llegara a casa, antes o después.
Y así fue. Un día recibí LOS VENGADORES. CUIDADO CON LA...VISION. Nº 25 -Ediciones Vértice (Avengers# 57, “Behold... The Vision!”. FP octubre 1968) un número que tenía una impresionante portada de Rafael López Espí, en la que aparecía el sintozoide por excelencia, más humano que la mayoría de las personas con las que convivía en mi devenir escolar de aquellos años. Aquellos Vengadores, escritos por Roy Thomas, dibujados por el GRAN John Buscema y entintados por George Klein, representaban lo que cualquier niño con imaginación y ganas de formar parte de un universo al que hoy todos parecen pertenecer -pero que casi nadie conoce- podía desear. Eran historias épicas, donde los bandos estaban claros, pero salpicados con cierta escala de grises, mucho antes de aprender que los seres humanos estamos siempre sumergidos en ellas. Entonces creíamos que los personajes con empuje y lealtad para con sus compañeros podían llegar a ganar la partida, una situación que dura bien poco, porque, como dice el también GRAN Felipe de Mafalda, “siempre hay un sarcástico materialista dispuesto a estropearnos la fantasía.”
Además, leer a los Vengadores suponía conocer a buena parte del universo de la editorial Marvel, algo que representaba todo un aliciente para seguir leyendo, y leyendo y leyendo. Con el tiempo, me enteré de que yo respondía a las señas de identidad de todo un “Marvel zombie”… ¡Y yo sin saberlo! Por lo menos, NO me convertí en un “tarado recita-alineaciones futbolera”, modalidad con la que me relacionaba, un día sí y otro también, que no entendía que me gustara leer aquellas historias.
Los años pasaron con las historias, sagas y aventuras -y las estanterías se llenaron de cómics- pero faltaba algo que completara el círculo y que se resistía a llegar. Me refiero a una adaptación cinematográfica que pusiera delante de nuestros ojos a todos aquellos personajes con quienes habíamos pasado tantas, y tantas horas. Para fastidiarlo -en una época en donde las redes sociales eran ciencia ficción- de tanto en tanto aparecía alguna noticia en las revistas de cine que se podían encontrar en las librerías y los kioscos, noticias que nunca cristalizaban en nada positivo. Lo único que pudimos ver en aquellas décadas fue la serie de televisión protagonizada por Hulk (The Incredible Hulk, 1978-1982) y en donde se dejó caer Thor (The Incredible Hulk Returns, 1988); el capítulo piloto de la serie dedicada al vecino arácnido, el cual se estrenó en los cines españoles y una segunda película, Spider-Man. El desafío del Dragón (1981), igualmente proyectada en los cines de nuestro país. Lo que no se pudo ver fue la serie posterior, emitida entre 1977 y 1979, y los dos especiales protagonizados por el Capitán América estrenados, ambos, en el año 1979.
Por fin, en el 2008, se estrenaba Iron Man (Jon Favreau) y con ella se ponía la primera piedra, a la cual se sumaría Hulk, Capitán América y Thor, para luego llegar hasta The Avengers, dirigida por Joss Whedon en el año 2012. Unos meses antes del estreno, en el invierno del año 2011, mi editor en aquellos momentos, me ofreció la posibilidad de participar en un libro dedicado a la historia del grupo y, además, de escribir sobre dichas adaptaciones previas al estreno de la versión cinematográfica del grupo de héroes. 1
Aquel trabajo se tradujo en veinticinco apasionantes páginas -más todo el proceso de documentación- y en una señora bronca para el director editorial y el ya mencionado editor, por dicha causa. ¿La razón? Es muy larga de explicar y tampoco viene al caso, pero en el mundo del fandom hay asientos de primera, segunda y tercera categorías, como en los trenes de antaño y yo nunca he estado en los dos primeros.
Este año, una década después del estreno de la película protagonizada por Tony Stark, se estrena Avengers: Infinity War, dirigida por Anthony y Joe Russo, película que cierra el proceso de construcción del universo Marvel en la gran pantalla y nos presenta, por primera vez en el cine -DC ya lo ha hecho con sus series de televisiones basadas en personajes gráficos- un crossover con MAYÚSCULAS.
Tengo asumido que para el común de los mortales esto no pasa de ser una mera anécdota, sobre todo para aquéllos que no leen cómics y que asisten al continuo machaqueo publicitario de este tipo de productos con una mueca de desprecio en su rostro. Sin embargo, han tenido que pasar casi cinco décadas -The Avengers# 1 se publicó en el año 1963- hasta que todo esto ha sucedido y, de una u otra forma, en la película está el “quién es quién” del universo cinematográfico Marvel, por lo menos aquel que ya forma parte de la actual propietaria de la editorial, Walt Disney Company. Los mutantes y el cuarteto fantástico están aun en posesión de 20th Century Fox, a nivel cinematográfico y televisivo.
Avengers: Infinity War nos dará la oportunidad de ver a los Vengadores, junto con los Guardianes de la galaxia, el vecino arácnido, T´Challa y sus Dora Milaje y Stephen Vicent Strange, enfrentados con Thanos, el megalómano por antonomasia del universo Marvel, por lo menos en su vertiente galáctica, creado por Mike Friedrich y Jim Starlin en 1973 (Iron Man# 55). Su sola impronta da una idea de la irracionalidad que dominan las acciones de un personaje que, como bien dice su hija adoptiva, Gamora, no se detiene ante nada, ni ante nadie durante su insaciable búsqueda por el poder absoluto y total.
Y, aunque esto suene baladí, cosas como éstas NO suceden todos los días y hay que tratar de disfrutarlas, sin dejarse influenciar por quienes viven estancados en un formalismo cinematográfico que está sepultando, en vez de ayudando, a que el cine continúe siendo el medio de comunicación de masas que es. Además, no parece que Marvel vaya a repetir la jugada muy a menudo -se entiende, dado el enorme gasto que supone colocar a un elenco tan numeroso en la pantalla- por lo que, cuanto menos caso hagamos de las insensateces del personal externo, mejor lo pasaremos.
Como ya he dicho en otras ocasiones, todo esto es una cuestión de fe, pero, también, de respeto. Y si no hay respeto, por lo menos sí un poco de silencio, que ya está uno cansado de escuchar tanta… de la mañana a la noche.
© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018
Marvel Studios' AVENGERS: INFINITY WAR. Scarlet Witch/Wanda Maximoff (Lizzie Olsen) and Vision (Paul Bettany) © 2018 Marvel Studios
- 1- Soto, M. F., Vargas, J. J., Ruiz, T., Monje, P., Montiel, F., Martin, M., . . . Serradilla, E. (2012). Avengers Poder en la Tierra (1st ed., Vol. 1, Dolmen Books). Palma de Mallorca, Spain: Dolmen Editorial.
Sobre este blog
Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.