La economía ética enraiza en Canarias

Interior de La Raíz

Fernando Del Rosal

Las Palmas de Gran Canaria —

El comercio justo, la alternativa real al mercado globalizado, es una realidad con una raigambre plausible en Canarias, un exponente de lo cual es la tienda La Raíz, donde desde el número 5 de la calle Barcelona de la capital grancanaria, su dueña, Silvia Macías, ofrece una diversidad de productos que van desde los cosméticos hasta la alimentación, pasando por el textil, la artesanía y la bisutería.

Los productos proceden en su origen de países del Sur (en Sudamérica, África y Asia) a través de las ONGs, que hacen las veces de distribuidoras, y todos poseen la acreditación del sello Fair Trade (comercio justo, traducido del inglés), o bien en ellos figura el nombre de la importadora que ha pasado los controles de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. Los productos alimenticios ofertados son biológicos, esto es, cultivados y elaborados en base a métodos en los que se omite el uso de productos sintéticos, como pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales.

Los consumibles más demandados por la clientela de La Raíz son la panela, elaborada con caña de azúcar procedente de Ecuador, café 100% arábigo de diversa procedencia (Colombia, Perú, Nicaragua o Ecuador) y con su sello de Bio-Equitable, y uno de los productos estrella son el producto base de la higiene doméstica, jabón de la India de distintos aromas, sea canela, sándalo, pepino o mango.

La Coordinadora Estatal de Comercio Justo está integrada por una treintena de organizaciones radicadas en Navarra, País Vasco, Comunidad Valenciana, Baleares, Galicia, Andalucía, Cataluña y Madrid, entre ellas Solidaridad Internacional o Sodepaz en la capital; Oxfam Intermón o Petjades en Valencia; Mercadeo Fundación o Medicus Mundi en Euskadi; La Fundación Vicente Ferrer en Mallorca y Alternativa 3 en Barcelona, o Adsis-Equimercado en Navarra.

Este mercado justo se fundamenta en la acción de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que sustituyen el papel de los intermediarios, están en contacto con los productores y al mismo tiempo con los comerciantes aquí, en el hemisferio norte. “Lógicamente por estar en Canarias tenemos el muelle, de modo que llega toda la mercancía por barco”, explica Macías, quien apunta cómo La Raíz se nutre gracias a la intermediación de Intermón Oxfam, Ideas, Alternativa 3 y Equimercado. La artesanía grancanaria también tiene cabida, productos de factura única con los que sus creadores, también como autónomos, se ganan la vida.“El comercio justo se refiere a la relación del norte con el sur. Estos artesanos se integran en el comercio justo del norte o comercio solidario, la diferencia es que el artesano de aquí tiene más opciones de salir adelante”, dado que en el hemisferio sur consumidores y productores se confunden, “no le vas a vender café a tu vecino porque ya tiene”, desgrana la dueña de la tienda de la zona Mesa y López.

La importancia de las ONG en el ámbito de la justicia comercial es y ha sido capital, no en vano son responsables de la creación de las cooperativas de trabajadores en los países del sur para dar viabilidad a sus métodos de cultivo, producción y potenciar las capacidades de distribución de su producción hacia las regiones del norte. Esta viabilidad conlleva, así mismo, la garantía de la dignidad y el respeto a los Derechos Humanos, la regulación del horario de trabajo y el tiempo libre, la erradicación del trabajo infantil y el acceso a un salario justo.

El precio justo

Con el comercio justo, los eslabones de la cadena que conforma el consumo pueden estar seguros de que “al productor se le va a pagar lo justo por el trabajo hecho, no se le está regalando nada”, explica Macías, y subraya el hecho de que no se debe asimilar el “concepto de que es como un acto de caridad, y no es así, estás pagando una calidad y un precio justo”. La comerciante recuerda que aunque “la gente tiene el concepto de que los productos de comercio justo son caros”, en realidad no lo son, sino que los otros son baratos, y que de hecho “estamos acostumbrados a comprar cosas sin tener en cuenta que hay una persona detrás que es perjudicada, y nunca va a ser el empresario, siempre es el productor”.

Este modus operandi para con la compra venta se caracteriza por unos márgenes de beneficio “que son muy bajos”, lo que complica el sostenimiento del establecimiento en un estado de rentabilidad: “Casi todas las tiendas de comercio justo tienen el añadido de que están apoyadas, en cada caso, por los Ayuntamientos, sus Cabildos” o Diputaciones con “algún tipo de subvención o ayuda”. Como autónoma, la vendedora isleña decidió optar por esta filosofía económico social “para ver si era viable” y porque “dentro de lo posible, uno vende algo y además de ayudarme a mí misma estoy ayudando a más gente”. En su caso carece de ayuda alguna para pagar el alquiler, la cuota de autónomos y de concesión fiscal alguna, y esto es debido a que para pedir estas prerrogativas es necesario pertenecer a una asociación a cuyo nombre se concedan; en su caso y en vistas de que ha logrado mantenerse “justito” y tiene apenas tiempo al margen del que dedica a La Raíz, prefiere abstenerse de pertenecer a algún colectivo. Cuanto más tiempo esté desatendida tanto más se complicará la viabilidad para mantener el servicio que ofrece esta tienda de 25 metros cuadrados.

Es por el escollo arancelario en el norte, que el proceso productivo que subyace al comercio justo, para que llegue al establecimiento situado en el país del norte, se deslocaliza en sus etapas. Pone Macías como ejemplo el café, que “no viene envasado directamente del sur, la ONG envía la materia bruta a España, Italia o Alemania, donde se envasa y se muele, porque si no los aranceles se triplicarían y sería imposible”.

El motivo de su elección es, pues, el de concienciar al consumidor “poco a poco” y que a medida que este pruebe el “producto justo” y quede convencido por la calidad, más allá de la propia acción social, se establezca como habitual.

La Raíz se encuentra inmersa, por otro lado, en el proceso previo a la auditoría por parte de los evaluadores de la llamada Economía del Bien Común y sus integrantes están rellenando cuestionarios y autoevaluando las características del comercio, pero no ven cercana aquella auditoría por su “precio elevado”, mas “iremos poquito a poco dando pasos”.

La Economía pensando en todos

“Es algo muy reciente, la idea se ha extendido poco a poco. En España se ha ido creando un tejido bastante amplio y están metidos desde universidades, ayuntamientos y empresas”, dice el gerente de la empresa de aventura y medioambiente Limonium Canarias, José Luis Echevarría, en referencia a la llamada Economía del Bien común (EBC), idea impulsada por “un colectivo bastante amplio que está empujando, creando y definiendo el movimiento, porque está en permanente cambio, creando herramientas de gestión y organización”, un equipo humano que en Canarias está “súper motivado y con bastante formación intelectual detrás”, añade sobre las empresas involucradas.

Si el comercio justo nace para erradicar la explotación económica y laboral del artesano y productor que está desplazado de las áreas de concentración del capital, el objetivo de aquel emergente modo de hacer económico es el de crear un marco legal vinculante respecto de una implicación ética por parte de quienes idean y ejecutan la planificación en la empresa y que se den incentivos a quienes la practican. Nació cuando el autor y activista político austríaco Christian Felber había desarrollado una alternativa a los sistemas actuales en su libro Nuevos valores para la economía (Deuticke, 2008), cuyas ideas florecieron en el seno de ciertos empresarios que le dieron la denominación actual al movimiento y depositaron sus principios en la obra homónima Economía del Bien Común (Deuticke, 2010).

En el Archipiélago hay una decena de entidades integradas en la Economía del Bien Común o en proceso de hacerlo, en la dirección que marcan las pautas de este movimiento y que tiene niveles de integración: Limonium Canarias y Oceanográfica están ya auditadas según los criterios de este sistema; Huertos El Farmero, El Paseo Appartements, La Raíz y Hotel Avenida de Canarias se encuentran en la fase del balance propio e individual; mientras que la empresa de jardinería Plántate, la nutricionista Diego Delgado, la gestora de gestión y comunicación MBR y la consultora de sistemas Red.es ejercen como empresas colaboradoras.

Hace dos años llegó a manos de Echevarría el libro de Felber y el gestor vio “muchas actitudes que nosotros ya estábamos aplicando a la empresa por convicciones personales”, rasgos que se deduce con facilidad a partir de la vocación de Limonium, el medioambiente y las actividades que se desarrollan en el medio natural. Ahora tenían la posibilidad de poner en común con empresas de distintos sectores esa rama de valores que consideran benignos para la sociedad y darles sentido, cada uno en su parcela.

Echevarría considera que el movimiento impulsado por Felber tiene cabida de forma “natural” en el seno de la gestión de Limonium, “creo que nos ayuda a mejorarla y a optimizarla, orientándola hacia ese tipo de valores, tanto como a la forma de comunicarlos al exterior, al usuario, los proveedores y demás”. En cuanto a si la aplicación de estos valores puede generar dificultades económicas o financieras, o convertirse en un régimen espartano para la financiación, Echevarría comenta que a ellos no les “costó tanto dirigir los esfuerzos en esa línea”, aunque es consciente de que “a otros compañeros les está costando mucho más”.

El bien común exige, desgrana el gerente, “un despliegue de recursos” que dificulta a las empresas pequeñas centrarse en ello, pero también asevera que, en comparación con otros modelos de certificación que para competir exige o tienen cabida en el mercado, como la certificación de calidad de los productos, por ejemplo, o los ISO, la auditoría en el Bien Común ofrece transparencia suficiente como para, en contraste, “no eres parte del proceso ni te sientes parte, creo que la motivación de las certificaciones” como las de calidad se vuelcan de cara al cliente, pero “no te involucras realmente en eso”, mientras que con esta innovación “lo vives como parte del proceso de la empresa” y “el resultado sale por sí mismo”, finaliza Echevarría.

Y es que el proceso de integración en esta especie nueva de economía se basa en el motu proprio, las tres semillas: la colaboración, una, el balance individual, la segunda, y la auditoría completa en base al balance, la tercera. “Nosotros nos sentimos tan identificados que nos adherimos de calle, no tuvimos ninguna duda y a nivel de nuestra filosofía nos encantaría que esto prosperara y si miras las cifras del movimiento, creo que se está extendiendo bastante, aunque cifras modestas todavía”.

Echevarría tuvo la oportunidad de hablar con Felber durante unas conferencias que dio el centroeuropeo en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y constata la sorpresa del precursor del movimiento al verse “desbordados” y cautos por no querer “generar” más expectativas de las que “sean capaces de asumir”. Y es que el movimiento lo integran obviamente personas con rostro, nombres y apellidos, que actúan como un agente que supervisa a las células (empresas, instituciones y entidades) que forman el tejido real de esta economía alejada de los criterios clásicos del beneficio económico primordial.

A los cerebros creadores se sumaron los auditores, una figura básica en la expansión de la Economía del Bien Común, que trabajan como colaboradores o pertenecen a empresas ya integradas en el Bien Común. Los preceptos de este sistema se depositan en la Matriz del Bien Común, un documento al que cualquiera puede acceder desde su ordenador en la página web www.gemeinwohl-oekonomie.org, una matriz, con la que se reconvierten las aspiraciones y se busca un Balance del Bien Común, que de otra parte es proporcionado por las empresas pioneras y se aplica, como primer paso, de forma voluntaria.

Llegado ese punto es menester llamar al equipo de auditores, alrededor de 15 profesionales para todo el globo, de ahí la preocupación de Felber mencionada por el administrador de Limonium: “Tienen que crecer de forma ordenada, están en eso, buscando herramientas más ágiles, y trabajando mucho en red”, apunta el isleño, y subraya el hecho de que, tal y como lo define, “se ve que hay un fondo intelectual detrás” y que “no es un movimiento de protesta”, que tiene un fundamento científico.

La institucionalización de una economía ética

El Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana, en Gran Canaria, es la primera institución que ha dado el paso en la Isla para promover la integración de los valores de la Economía del Bien Común y el comercio justo en las estrategias de administración y las acciones del consistorio. El gobierno municipal, con la alcaldesa Dunia González (de Nueva Canarias) a la cabeza, mostró su interés por este movimiento el pasado mes de mayo, cuando Christian Felber acudió a dar una conferencia en el Teatro Víctor Jara. El concejal de Desarrollo Económico y Planificación Estratégica, Luis Campos, manifestó en ese momento la idea de impulsar el modelo e hizo un llamamiento a la ciudadanía y a los sectores sociales a participar “en los trabajos sucesivos que a lo largo de los próximos meses se va a desarrollar en el municipio de manera conjunta con la asociación de la Economía del Bien Común”. Estrategias de cooperación y apoyo mutuo y confianza son algunas de las medidas en las que se basa este Ayuntamiento, que en medidas tangibles se traduce en la reducción de la cuota de autónomo hasta en un 60%, o el acercamiento al municipio de entidades que practican esta filosofía para que sus representantes den conferencias, caso de las entidades Campo de Energía de Gran Canaria, Apartamentos El Paseo y Nutrición Diego Delgado.

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