Los autónomos canarios, al límite tras la pandemia: “Estamos en el filo de la navaja”

Domingo Delgado trabaja en su cafetería en el barrio lagunero de La Cuesta / Andrea Domínguez

Andrea Domínguez Torres

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Domingo Delgado es dueño de la cafetería Cabrera Canarias, localizada en una zona transitada del barrio lagunero de La Cuesta en Tenerife. Lleva ocho años como autónomo al frente de este local, después de pasar otros ocho como encargado. Al principio de la crisis sanitaria, Delgado cerró durante un mes y medio. A partir del 3 de mayo de 2020 se incorporó él solo y sacaba adelante un negocio en el que normalmente trabajaban cinco personas ofreciendo solo comidas para llevar. Luego lo hizo con un servicio de terraza hasta que pudo incorporar a tres trabajadores de la plantilla con el 50% de la jornada. Hasta ese momento todos estaban bajo un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). Luego ha vivido, como la mayoría de negocios de hostelería de las Islas, en un limbo, esperando a aplicar las medidas sanitarias del Ejecutivo autonómico en materia de aforo y espacio.

Delgado dedica 14 horas diarias a su negocio. Cuando cierra las puertas del local, se dirige a las grandes naves industriales de Tenerife para comprar productos para el día siguiente. Mientras tanto, trata de gastar lo menos posible. “Los gastos fijos no los puedo eludir, donde entran los impuestos, el alquiler y el sueldo de mis trabajadores”. En este sentido, el hostelero señala al Gobierno de España por no bajar los impuestos. “No digo no pagar, porque si no esto no funciona, sino hacerlo de forma proporcional mientras dure esta situación”. Durante la emergencia sanitaria, Delgado afirma que siempre le han cobrado al 100% los impuestos. “El IGIC es una cosa que nos destroza. El café y la comida son las bases de este negocio: el 7% de IGIC te lo van a cobrar sí o sí, tengas una mesa en la terraza o cinco”, critica. 

Tras un año y tres meses desde el comienzo de la pandemia, el hostelero afirma que su negocio no ha remontado, solo “está mantenido”. Delgado trabaja de siete de la mañana a siete de la tarde y asegura que ha estado algunos meses sin cobrar, pero no ha dejado nunca de pagar a sus trabajadores. “No me fui a los créditos ICO que todos los bancos te metían por los ojos, hice una previsión de fondos y calculé los gastos fijos mensuales para tres meses. Si no podía mantenerlo, decidí que mejor cerraba la puerta”. Este negocio estuvo a punto de cerrar, pero su dueño afirma que han tratado de no rendirse y hacer malabares con las cuentas.

Los créditos ICO son préstamos en los que el avalista es el Estado y que se dan a empresas para financiar inversiones y también para conseguir liquidez, por lo que solo pueden solicitarlos empresas y autónomos. Cuando las empresas no pueden hacer frente al pago de estos, será el avalista, en este caso el Estado, quien responda en última instancia. En Tenerife, 21.220 empresas se dedican al sector servicios, de las 25.874 dadas de alta en la Seguridad Social, de acuerdo con los datos de abril de 2021 del Instituto Canario de Estadística (ISTAC).  

“Estamos esperando la llegada del turismo”

María del Pino Zerpa, de 58 años, lleva 28 como autónoma. Tiene una tienda de bordados en Playa del Inglés, en Gran Canaria. Allí, lleva años dedicada al grabado con tela en diferentes materiales. Sus principales clientes son turistas y no recuerda una crisis similar en el sector desde la Guerra del Golfo Pérsico en 1991. Esta canaria atiende a su clientela en hasta cinco idiomas: alemán, inglés, italiano, francés y español. Desde marzo hasta junio su negocio estuvo a cero, mejoró “algo” en verano y a partir de septiembre la situación ha sido fatídica hasta la fecha. Así lo relata esta pequeña empresaria, que ha trabajado desde que terminó el confinamiento, pero que no consigue remontar su negocio sin la entrada de turistas a Canarias. “Las ventas me han bajado entre un 75% y un 80%”, confiesa Zerpa. 

En su situación, está viviendo con una ayuda estatal de casi 900 euros que utiliza para cubrir los gastos de su casa y su negocio. Los impuestos, la seguridad social, las tasas de autónomo, la luz, el agua y el teléfono son algunos gastos a los que tiene que hacer frente con una fuerte caída de sus ingresos. Le salva el ERTE en el que tiene a sus empleadas desde el comienzo de la crisis, aunque tiene que tirar ella sola de la tienda salvo en los meses de verano. En 2020 sacó a una de sus empleadas durante cuatro horas diarias en julio y agosto: “Para captar todo lo que podían”, mientras que las otras cuatro horas las seguía cubriendo el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). 

“Los gastos son los mismos, pero solo puedo intentar que las pérdidas no sean tantas porque, por poco que haga, algo sumo”. A la grancanaria no se le ocurre pensar en beneficios, porque sus ventas solo le permiten ir cubriendo gastos. En los últimos meses, solo la semana del Orgullo LGBTI+ en Gran Canaria, la penúltima semana de mayo, hubo algo más de turismo en la zona, pero fue un hecho “puntual”. Sin embargo, no pudo sacar beneficio de este evento puesto que “los complejos turísticos intentaban captar a los visitantes de tal forma que no salieran de allí, haciéndoles fiestas y cubriendo todas sus necesidades”.

“La situación es dura en casa, cuatro personas vivimos del turismo de una forma u otra”. Zerpa tiene dos hijos de 23 años y sigue gastando lo mismo en comida, pero se lo piensa mucho si tiene que gastar algo fuera de eso: “A la hora de renovar la vajilla, de comprar unos vasos por ejemplo, ni me lo planteo”. En este momento, la rentabilidad de su negocio depende de los créditos ICO, a los que ha tenido que agarrarse para seguir manteniendo sus puertas abiertas, pero que tendrá que devolver en los próximos años. “Estamos esperando la llegada del turismo como agua de mayo”, sentencia. Aunque por ahora Reino Unido sigue manteniendo a España lejos de sus lugares de destino, Zerpa afirma que en su negocio es más importante la llegada del turismo de invierno, que son extranjeros que provienen del centro de Europa y dejan más dinero en el sur de la isla. En Gran Canaria, según datos de abril de 2021 recogidos por el ISTAC, hay un total de 18.848 empresas dadas de alta en el sector servicios, en el que se encasilla el turismo y la hostelería. El 82% de los negocios grancanarios se dedican a este sector.

De cantante al paro

Karlos Omar Casado tiene 26 años y nació en Arrecife, en Lanzarote. Tiene un grado medio de informática pero se dedica profesionalmente a la música desde hace siete años. Los dos últimos lo ha hecho como autónomo, cuando creó una empresa y comenzó a trabajar como cantante en directo en hoteles y verbenas. “Hacía entre 15 y 17 actuaciones al mes, lo que viene siendo una media de 1.200 euros”, relata Casado. A parte de este ingreso, contabilizaba sus trabajos en verbenas, que le suponían un ingreso mayor. En el mes de marzo, con la irrupción de la COVID en España, se cancelaron todas sus actuaciones. “Pasé de cobrar unos 2.000 euros al mes a 860 y ahora 470 euros por la ayuda de un seguro de autónomo”. De este dinero pagaba las tarifas como autónomo, el crédito del coche, de la casa, o los plazos de pago de un televisor que compró poco antes de la pandemia.

“Se fueron acumulando las facturas y empecé a deber dinero a entidades privadas”. En este punto, las ayudas económicas y las moratorias sectoriales han sido parte frecuente de su vida. Hasta que no le concedieron el crédito ICO, Casado no pudo hacer frente a sus gastos. Ahora, debe pagarlo en los próximos ocho años. 

“Voy a entrevistas de trabajo y no me llaman, pero sí que suena el teléfono para pagar lo que debo. Esa es la gran paradoja”, apunta el músico. Ante la imposibilidad de encontrar trabajo en otro sector, el artista ha decidido reinventarse y retomar los ensayos: “Es la motivación y la desmotivación al mismo tiempo, por tener que empezar de cero en algo que ya habías construido”. El artista espera un hijo y lo encaja como una buena noticia, pero con incertidumbre. “Siempre hay que mirar al futuro, cómo vas a trabajar y dar esa economía para apoyar a tu pareja en todo y darle una buena vida a tu hijo”, confiesa. 

Durante este tiempo, ahogado con las deudas, este músico lanzaroteño se cuestiona constantemente: “Ahora solo pienso qué habré hecho mal para estar así”. Según datos de abril de 2021, del ISTAC, en Lanzarote hay 4.460 empresas dadas de alta en la Seguridad Social, de ellas 3.811 pertenecen al sector servicios. Es decir, ocho de cada diez empresas lanzaroteñas se dedican al tercer sector de la economía. 

La gestora Candelaria López señala que los autónomos más perjudicados son los que trabajan para el sector servicios. “Estas islas dependen del turismo principalmente, del sector servicios. Así que, o esto mejora pronto, o nos vemos todos en la cola del paro”, apunta López. En este sentido, la psicóloga y orientadora Begoña Domínguez indica que, antes del estado de alarma, muchos trabajadores del sector servicios “tenían calidad de vida normal o media”, y ahora la han perdido. Domínguez afirma que la crisis sanitaria no solo ha supuesto un “problema de salud mundial”, sino el desbordamiento de los Servicios Sociales, los comedores sociales y las ayudas humanitarias. Mientras que en el ámbito educativo el alumnado ha desencadenado “patrones de conducta ansioso depresiva y trastornos de comportamiento”. Esto ha hecho que “las unidades de salud mental infantil y juvenil se hayan visto colapsadas”. “Desde la escuela era ya necesaria la educación emocional, pero tras la pandemia que aún hoy vivimos es absolutamente necesario”, concluye la especialista. 

Centros de migrantes, una respuesta a la crisis

Alejandra Rodríguez nació en Valverde, en El Hierro. Tiene 26 años y es graduada en Magisterio de Educación Infantil desde 2016. Sin embargo, sus primeros pasos en el mundo laboral fueron como dependienta de una panadería. Luego, como monitora en una residencia de mayores durante un año y medio. Después de un tiempo en el paro, en verano de 2020 trabajó en un campamento con niños y en diciembre comenzó a ejercer como maestra de refuerzo educativo por las tardes, labor que ejerce hasta ahora. En febrero empezó a compaginar este trabajo con la atención en un centro de menores migrantes en El Hierro. “Ese ingreso me vino bastante bien, porque con el anterior trabajo solo cobraba 200 euros al mes. Por eso tuve que compaginar”. 

Rodríguez define su trabajo con inmigrantes como “la experiencia más bonita que ha tenido en su vida”. Allí les daba clases de español, les controlaba la medicación y estaba pendiente de que estuvieran bien. En los cinco años que lleva en el mundo laboral, esta joven herreña solo ha tenido dos contratos a jornada completa. El primero fue en el geriátrico y el otro en el centro de menores migrantes. En la actualidad, cotiza 11 horas semanales con un salario bajo. “A veces cuesta encontrar un trabajo, cuesta un montón”, confiesa Rodríguez. Sin embargo, no pierde la esperanza y sigue luchando por cumplir sus metas: aprobar una oposición como maestra en Canarias y conseguir un empleo fijo.

Según los datos del Observatorio de Empleo de Canarias (Obecan), en mayo de 2021 se registró un total de 277.417 personas paradas en las Islas. El Hierro es la isla con menos parados, pero también la menos poblada del Archipiélago, con 979 personas en las listas de desempleo de la Comunidad autónoma. Mientras que Tenerife es la que tiene más personas en paro, con 120.210 altas. De las cuales, la mayor son mujeres, con 65.366 registros, frente a los 54.844, de los hombres.

28 años y cuatro trabajos temporales para llegar a fin de mes

Lorena Oval tiene 28 años y compaginaba hasta hace dos semanas cuatro trabajos para poder llegar a fin de mes. Durante ocho meses, su día a día fue “movido, sin tiempo libre y ajetreado”. En una jornada normal, comenzaba como monitora de acogida temprana en un colegio público entre las 6.30 de la mañana y las 8.45 horas. Luego, se trasladaba a un centro concertado en el área metropolitana de La Laguna para ejercer como monitora de patio entre las 12.00 de la mañana a las 14.30. En este empleo cobraba 120 euros mensuales. Después, volvía a su pueblo para trabajar en una pastelería a media jornada entre las 15.00 y las 21.00 de la tarde. Allí también hacía turnos los fines de semana. Entre turnos, comía en el coche. 

En sus ratos libres, las tardes que libraba en la panadería, los dedicaba a dar clases particulares a estudiantes y en las noches a prepararse las oposiciones a la Guardia Civil. La falta de tiempo libre y de dinero le han impedido superar las pruebas físicas y psicológicas que requieren estas oposiciones. Sin embargo, tras años de trabajos temporales y tras meses de días sin tiempo, ha conseguido un contrato de trabajo a jornada completa en la panadería.

Oval estudió un grado medio y grado superior en Magisterio Infantil y es además técnico de laboratorio en análisis químico. Nunca llegó a trabajar en un laboratorio por falta de experiencia: “Solo hice las prácticas y para acceder a un contrato me pedían dos años de experiencia”. Esta es la pescadilla que se muerde la cola en su vida. De acuerdo con el Obecan, la Comunidad Autónoma sumó en mayo de 2021, 47.904 parados menores de 30 años. De esta manera, el 17% de las personas en situación de desempleo en las islas son jóvenes. Tenerife abarca el 42,7% del paro juvenil del Archipiélago, es decir, cuatro de cada diez menores de 30 años en paro.

La fuga de cerebros en Canarias

Santiago Mejías es un joven colombiano de 22 años que vivió en Canarias durante 18, primero en Fuerteventura y luego en Tenerife. Llegó a las Islas siendo un bebé. En el Archipiélago cursó sus estudios de Bachillerato, comenzó la carrera de Sociología y luego se cambió a Trabajo Social. La crisis del coronavirus irrumpió en su familia monoparental y le obligó a salir del país junto a su madre rumbo a Reino Unido. Antes de comenzar la pandemia, su madre se había mudado con él a Tenerife. Encontró un trabajo a media jornada en la isla, pero con el confinamiento la despidieron. Esperó a la ayuda del Estado para los alquileres, pero no llegó, según afirma Mejías. Meses después, consiguió otro empleo, pero el salario era insuficiente. Durante este tiempo recibieron una posibilidad de trabajo en Londres y no dudaron en salir. 

En julio se cumple un año desde que salieron de España y es cuando esperan volver. Mejías afirma que allí se cobra “bastante más y mejor que en Canarias”. Ahora mismo, su madre trabaja limpiando comunidades de vecinos lejos de casa. Tras cuatro meses y medio confinados, el Brexit y la COVID frustraron sus planes para continuar la universidad en el país. Su objetivo a corto plazo es volver a la isla para poder continuar con la carrera.  

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