La capacidad de soportar el dolor también está en los genes

Efe

Santa Cruz de Tenerife —

La capacidad para soportar el dolor está en los genes, dijo a Efe el neuropsicólogo Francisco Rivero, quien explicó que la condición genética es sólo una predisposición, por lo que la modulación depende también de factores externos.

Francisco Rivero señaló que hay determinadas situaciones personales que modulan cómo se siente el dolor, como pueden ser el desempleo o el estrés, y también son importantes la formación individual y la capacidad de entender cómo y por qué se tiene el dolor, e incluso las expectativa de disponer de un tratamiento para la enfermedad que lo ocasiona.

Precisó que es necesario diferenciar entre el dolor agudo, que se siente de forma intensa y durante un corto periodo de tiempo, y el crónico, que tienen personas con enfermedades como diabetes o fibromialgia.

También manifestó que a veces se piensa que el dolor físico es una cosa y el emocional otra pero para las estructuras cerebrales que se ponen en funcionamiento no hay tal diferencia, y así por ejemplo una depresión, que tiene un origen psicológico, pueden derivar también en dolor físico, recordó.

En torno al dolor agudo se han hecho muchos estudios para saber cómo se ve desde el cerebro, pero no se han estudiado mucho las redes cerebrales que están implicadas en el dolor crónico, reconoció el neuropsicólogo.

Explicó que si bien la capacidad de suprimir el dolor (analgesia congénita) es algo muy raro, pues afecta a una de cada millón de personas, no es difícil encontrar individuos que son capaces de soportarlo mejor, y agregó que se han hallado genes que están implicados en cómo aguantar mejor o peor el dolor, y que incluso lo pueden exacerbar.

Pero el que existan esos genes sólo indica que se trata de una predisposición, pues hay condicionantes, como situaciones personales, que actúan de moduladores del dolor, y además es importante la formación personal para entender por qué duele, y tener expectativas de que el tratamiento funcionará.

Durante la entrevista recordó que la intensidad del dolor es algo subjetivo, por lo que una de las cosas más complicadas para un médico es saber si duele mucho o poco, y aunque se utilice una escala del cero al diez resulta que el seis puede ser mucho para una persona y poco para otra.

Y además el proceso de refuerzo-motivación frente al dolor en ocasiones se “estropea” con la automedicación, pues tomar analgésicos ante cualquier dolor impide que el sistema responda y se evita que aprenda para ocasiones posteriores, por lo que la medicación es necesario que la controle un médico, argumentó.

En el cerebro hay estructuras, como la ínsula, que dan información para localizar el dolor, pero interpretarlo como un “estoy mal, algo me pasa”, reside en otra estructura, la corteza cingulada anterior, y se piensa que hay personas más vulnerables, mientras que otras tienen más capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas (resiliencia).

Reconoció que si bien es preciso investigar mucho parece que si el cerebro es vulnerable al dolor también puede ser resistente, y comentó que los estudios se han hecho en tres tipos de redes cerebrales, tal y como apunta la reciente revisión del tema publicada en Nature Neuroscience por Tracey y colaboradores.

Una de esas redes está implicada en el refuerzo y motivación, y es la historia personal previa de que como te has enfrentado al dolor marcará la respuesta futura.

Así, declaró Francisco Rivero, hasta hace poco se entendía que la forma de afrontar el dolor era una cuestión de cultura y aprendizaje, pero ahora hay datos que apunta a que hay una estructura cerebral que está implicada en esa función.

Una segunda red controla la información relacionada con el dolor y la envía al cerebro para su interpretación, y la tercera parece que no está tan implicada en aprendizaje e interpretación y sí en el riesgo a ser vulnerable frente al dolor.

Estas tres redes se estudian de forma conjunta como un sistema desde hace un tiempo.

Francisco Rivero se refirió asimismo a que la interpretación del dolor tiene que ver con la historia personal, y en este aspecto recordó que el cerebro es muy plástico y se cierra por completo pasados los veinte años, si bien realiza constantes modificaciones por plasticidad cerebral a lo largo de la vida.

Así, la relación con el dolor lo marcan genética, aprendizaje e historia personal, dijo Francisco Rivero, quien señaló que los expertos en aprendizaje dirán que si has aprendido puedes desaprender, pero eso es muy costoso para el cerebro, debido a la compleja interrelación de redes neuronales implicadas en el dolor.

En cuanto al dolor crónico señaló que hay aspectos del mismo que tienen que ver con una enfermedad crónica, y en este asunto recordó que lo importante es cómo se mueve el grupo social del paciente.

Y las estadísticas dicen que lo primero que pierde un enfermo crónico es el apoyo social, los amigos, con lo que comienza a enfrentarse a procesos dolorosos para toda la vida con un cambio desfavorable del entorno.

Con esta situación una persona que necesita acompañamiento lo pierde, de forma que su estado de ánimo bajará y aumentará la probabilidad de sentir dolor.

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