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El efecto hipnotizante del volcán de La Palma

Varias personas observan el volcán de La Palma desde Tajuya.

EFE / Saro Prieto

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La plaza de Tajuya, en el municipio de El Paso, en La Palma, se ha convertido en estas cinco semanas en un punto neurálgico en la observación de la erupción, que tiene, a pesar del drama que ha supuesto, un efecto hipnotizante sobre quién mira al volcán.

Este efecto se multiplica por las noches, como la de este martes, que está especialmente oscura, y se constata en el silencio de los que observan la furia roja del volcán aún sin nombre.

“Si no fuera por el daño que ha hecho, es alucinante verlo”, señala una pareja que se ha desplazado desde Tenerife para ver la erupción volcánica. Él enseña una foto que guarda en el móvil de cuando la erupción del Teneguía hace 50 años

En la imagen están cerca del volcán. No es como ahora que existe una zona de exclusión de 2,5 kilómetros y además el Teneguía se parece poco a este volcán sin nombre.

A pesar de sus rugidos, esta noche no parece de las peores. La lava candente avanza ladera abajo desparramada en varias coladas y desde lejos se observan las explosiones en el cono y el lanzamiento de piroclastos.

Los habitantes de la zona no se fían ni un pelo del volcán. Aunque parezca tranquilo, en cuestión de horas puede cambiar y hacer que la noche sea como las anteriores. Rugidos, explosiones y, por si faltaba algo, terremotos que ya sienten como algo cotidiano.

Esa visión no la tiene el visitante que permanece en la isla unas horas. A pesar de ser consciente del daño que ha causado y causa, ve ante sí un fenómeno único de la naturaleza con un punto hipnotizante que no permite dejar de mirarlo.

Al contrario de lo que sucedió el fin de semana, hoy en Tajuya no hay mucha gente y la que hay, en su mayoría son turistas. Hablan en voz baja como queriendo no despertar al volcán o tal vez en señal de respeto por los miles de afectados que ha dejado esta erupción.

Además el ambiente no es el más propicio para estar en la zona debido a la presencia de una ceniza que lo cubre todo. Las calles, las casas, los coches. El tráfico va lento ante la peligrosidad que supone su presencia en las vías.

Unos kilómetros antes, ya se percibe la erupción por un olor a huevos podridos. Es el azufre, pero sorprende que a medida que se está más cerca el volcán, el olor desaparece.

Y en Tajuya no huele. “Bastante tenemos con lo que tenemos”, comentaba este martes un vecino de la zona, que entiende la atracción que pueden sentir los turistas que visitan la isla, aunque ellos están deseando que termine esta erupción que comenzó el 19 de septiembre y no ha dado ni un día de tregua.

Debido al cierre del aeropuerto, los turistas que se han desplazado hasta La Palma lo han hecho en barco en unos trayectos repletos de pasajeros. Los propios tripulantes reconocían este martes que cuando se cierra el aeropuerto, los barcos van casi hasta la bandera a pesar de que, en ocasiones, el estado de la mar no es el mejor aliado para los viajeros. 

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