Un estudio demuestra que comer sano no garantiza una mayor longevidad
NUEVA YORK (EE.UU), 30 (Reuters/EP)
Científicos del Instituto Nacional del Envejecimiento (NIA, en sus siglas en inglés) de Estados Unidos, que forma parte de los Institutos Nacionales de Salud, han concluido un estudio a largo plazo en macacos que muestra que llevar una dieta saludable no garantiza una mayor esperanza de vida en contra de lo que se pensaba, según los resultados que publica esta semana la revista 'Nature'.
“Si hay una forma de manipular la dieta humana para vivir más, aún no la hemos encontrado y quizá no exista”, ha reconocido el biólogo Steven Austad, miembro del Instituto de Estudios sobre Longevidad y Envejecimiento Activo Barshop de la Universidad de Texas, que ha publicado un análisis sobre la investigación en la misma revista.
Desde 1934, diferentes estudios han ido demostrando que ratas, ratones, moscas de la fruta y gusanos alimentados en laboratorio con un 10 a un 40 por ciento menos de calorías que quienes llevan una alimentación libre vivían alrededor de un 30 por ciento más. De hecho, en algunas investigaciones, llegaron a vivir el doble de tiempo.
Estos hallazgos han ido generando una creciente comunidad de creyentes que buscan mejorar la salud y vivir más a través de dietas calóricamente restringidas, y llevó a numerosas compañías a desarrollar fármacos que imitaran los efectos de la restricción calórica.
Sin embargo, este nuevo estudio rompe esta conexión entre comer sano y la prolongación de la vida. El trabajo reveló que la mayoría de los 57 macacos que consumieron dietas calóricamente restringidas tenían corazones y sistemas inmunes más saludables y menores tasas de diabetes, cáncer y otras enfermedades que los 64 monos que actuaron como grupo de control. Pero en cambio no había ninguna recompensa en su longevidad.
“Uno puede argumentar que los animales calóricamente limitados eran más saludables”, ha admitido Austad, que sin embargo insiste en que esto “no afecta a su longevidad”.
La investigación del Instituto Nacional del Envejecimiento, que arrancó en 1987, es uno de los dos estudios que han analizado hasta edad avanzada si comer apenas el 70 por ciento de las calorías de una dieta estándar de laboratorio prolonga la vida.
El otro trabajo fue iniciado por el Centro Nacional para la Investigación de Primates de Wisconsin en 1989, también con monos rhesus, cuya psicología, genética y período de vida promedio (27 años) son más cercanos a los de los humanos que los roedores en los que se ha investigado previamente la restricción calórica.
Los resultados iniciales eran prometedores, ya que en 2006 informaron de que los monos a dieta tenían sistemas inmunes que parecían más jóvenes y eran menos propensos a padecer problemas cardiacos, diabetes, cáncer y otras enfermedades de la vejez.
Pero lo llamativo fue que, en 2009, el 80 por ciento de los monos de Wisconsin con una alimentación no controlada había muerto por enfermedades ligadas al envejecimiento, mientras que sólo el 50 por ciento de los simios con restricción calórica había fallecido.
ROMPE CON EXPERIENCIAS PREVIAS
En cambio, en este estudio han observado como los animales más ancianos de cada grupo tenían la misma incidencia de tumores, problemas cardiacos y deterioro general. Mientras que los simios abstemios tenían algunos indicadores de salud mejores, como los niveles de colesterol y triglicéridos, lo que “aún así no se ha traducido en una mejor supervivencia”, argumentan los autores.
Ni siquiera los monos que iniciaron la dieta más jóvenes, entre su primer año de vida y los 14 años, mostraron ventaja alguna con respecto al grupo control. De hecho, lo llamativo fue que en estos casos sus indicadores de salud eran incluso peores.
Además, se detectaron más fallecimientos por causas no relacionadas con el envejecimiento en este subgrupo de animales que iniciaron la restricción calórica cuando eran jóvenes. “Quizá una restricción calórica tan temprana les hace más susceptibles a la muerte por otras causas”, dijo Austad.
Los equipos del NIA y de Wisconsin continúan recopilando datos para ver si la restricción calórica demuestra ser más beneficiosa, algo que los autores del estudio ven poco probable a estas alturas de la investigación.