Una guerra en tres frentes

El jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago, la secretaria general de Transportes, María José Rallo del Olmo, el director adjunto operativo de la Policía Nacional, el comisario principal José Ángel González, María José Sierra, del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, y el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Miguel Ángel Villarroya

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La rueda de prensa de este martes marca un antes y después en la comunicación del Gobierno español respecto a la pelea contra las consecuencias sociales y económicas de la epidemia de coronavirus. A partir de ahora, podrán llegar algunas correcciones o añadidos, pero ya serán de menor tonelaje. El Ejecutivo de coalición ha disparado casi toda la munición disponible, y a partir de ahora su margen de actuación llegará de la mano de decisiones a escala superior, básicamente de la Unión Europea en esa actuación coordinada más necesaria que nunca, pero altamente improbable a día de hoy, pues en este drama se está imponiendo la respuesta en solitario a través de los gobiernos nacionales. La lógica del Estado se ha impuesto claramente a la de los organismos supranacionales, y esto traerá consecuencias de relieve que no tocan ahora. Baste una conclusión: la primera consecuencia de la pandemia global será una desglobalización de las industrias estratégicas. El mundo es así de paradójico.

El gran problema, del Gobierno y de la sociedad española, es que libra una contienda en tres frentes prácticamente coincidentes en el tiempo. El primero es la lucha contra la pandemia de Covid-19, y responde a la lógica pura y dura de los estados de guerra. El Estado requisa y moviliza recursos en la lucha contra el enemigo, en este caso el coronavirus, a través de la producción (escasa, esa lección que saldrá de este terrible proceso) y adquisición de material útil en la pelea, así como en el acomodo de nuevos espacios necesarios en la respuesta al desafío de la pandemia. Es la prioridad número uno y exige un compromiso sin desmayo sin otro horizonte que la victoria. Por tanto, estamos en la lógica y la nomenclatura propia de las guerras clásicas.

El segundo frente aglutina todas las medidas destinadas a mitigar el impacto de la epidemia en el tejido productivo, las empresas y los ciudadanos a título individual, porque el confinamiento supone la parálisis de hecho de la economía nacional en muchos de sus sectores más activos y pujantes. Esta certeza obliga a una respuesta de carácter social, monopolizada ayer por Pablo Iglesias en rueda de prensa. Y, esto hay que decirlo para no caer en una trampa mortal, solamente podrán ser aplicados con carácter temporal. Quien piense que un programa social tan ambicioso como el presentado ayer es sostenible en el medio plazo está perpetrando un peligroso engaño a la población española.

En cuanto al tercer frente al que está obligado el Gobierno de Pedro Sánchez, es el llamado por él mismo “presupuesto de reconstrucción”, es decir, el esfuerzo ímprobo por recuperar el dinamismo de la economía española cuando finalice el confinamiento de su población. Sobre esto hay que trabajar ya, porque será un desafío ineludible que precisará ideas claras y actitud en los agentes movilizadores, comenzando por una Administración pública obligada a ser locomotora y no vagón de la recuperación. Porque no es suficiente con someter a la pandemia ni con sostener el escudo social durante la misma. España, y Canarias, necesitarán una recuperación en V, es decir, un crecimiento económico acelerado, para no convertir este drama en una pesadilla duradera.

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