Inagua, la reserva natural que sobrevive a los estragos de la población y a las amenazas del fuego
Inagua es uno de los grandes espacios naturales que subsisten a duras penas en Canarias. Situado entre los municipios de La Aldea de San Nicolás, Mogán y Tejeda -en la isla de Gran Canaria- la Reserva Natural Integral de Inagua sobrevive a los estragos de la superpoblación y, derivado de ello, a las amenazas de los numerosos incendios forestales que ha sufrido Canarias durante este siglo. El fuego que comenzó en la tarde del pasado sábado en el barrio aldeano de Tasarte se volvió a convertir en un desafío para la Reserva, ya que del total de 1.063 hectáreas afectadas, más de la mitad están ubicadas en este espacio (545). Afortunadamente, la mayoría del terreno damnificado solo fue afectado por fuego de superficie y los equipos continúan trabajando en la liquidación total del incendio para posteriormente valorar los daños.
Inagua es considerada como una de las joyas ambientales de la Isla. Así se ha demostrado esta semana en las redes sociales. La población isleña se ha volcado al máximo para apoyar y agradecer a los profesionales que lucharon contra el fuego con el objetivo de salvar esta reserva natural. Para muchas personas es el lugar en el que desconectar y volver a conectar, en el que respirar el aire más puro, practicar algún tipo de deporte o el sitio que visitar para conocer sus orígenes, en el caso de muchos vecinos y vecinas de La Aldea. Sin embargo, y a pesar de su importancia, Inagua no escapa de la crueldad de una población que continúa viviendo de espaldas al mundo rural y que no se implica en la gestión del medio natural para conocerlo y ponerlo en valor.
El naturalista y fundador de Azaenegue Naturalistas, Daniel González, denuncia que la presencia de animales exóticos asilvestrados como las cabras, gatos, ratas o ratones, así como las plantas exóticas introducidas con carácter invasor o la presión turística que sufren las Islas -el año pasado recibieron más de 15 millones de turistas- sumado a la falta de control y vigilancia de los espacios naturales se traducen en una multitud de cambios rápidos e “inasumibles” para muchas especies. Una de las consecuencias más importantes son estos grandes incendios forestales que cada año se producen con más frecuencia.
El incendio de 2007 fue uno de los más graves que se recuerdan en las Islas. En solo seis días las llamas calcinaron 18.775 hectáreas, el fuego se adentró en el pinar de Inagua y originó unos destrozos ecológicos todavía visibles. Desde La Aldea, Mogán y Tejeda se miraba a las montañas con el deseo de que el fuego se diera por vencido y no arrasara con uno de los grandes paisajes de Canarias. En 2017 un nuevo incendio volvió a azotar a Gran Canaria. Su gran potencial hizo que en tan solo cuatro horas arrasara con mil hectáreas. Finalmente alcanzó las 2.700 e Inagua se salvó de su voracidad. Este pasado verano las llamas volvieron a hacerse con la Isla redonda, más de 10.000 personas evacuadas de sus viviendas y unas 9.200 hectáreas quemadas. Cuando el fuego llegó a Tamadaba -el gran pulmón verde isleño- se temió lo peor, no se podía hacer nada por pararlo, ni desde tierra ni desde el aire. Uno de los grandes miedos era que penetrara en la reserva natural, pero Inagua volvió a salvarse. Como si de un milagro se tratara, las autoridades celebraron que finalmente se diera por controlado sin llegar a este espacio.
El pasado fin de semana no ocurrió lo mismo, Inagua no se salvó y las llamas que se originaron en la Degollada de Tasarte se desplazaron hacia el pago aldeano para llevarse con ellas cuatro viviendas y multitud de cultivos. Además, se desplazó hacia las montañas que dan sombra al barrio y llegaron hasta la reserva natural para calcinar más de un 13% de su superficie total, cifrada en 3.920 hectáreas.
La abrupta orografía de la reserva natural, compuesta por los pinares de Inagua, Ojeda y Pajonales, la convierte en uno de los bosques mejor conservados de todo el Archipiélago. Este espacio ha tenido mucha importancia en la vida de los habitantes de La Aldea de San Nicolás, que acudían a este pinar para desarrollar sus oficios en el pueblo del oeste de Gran Canaria. La producción de carbón, la obtención de brea -que se producía en los hornos localizados dentro del pinar y que consistía en quemar la tea de los pinos canarios para extraer la resina- o la recogida de pinocha fueron algunos de los más habituales. Los mayores del municipio aseguran que aquellos años -fundamentalmente los de la posguerra- formaron parte de una época “muy dura” en la que se pasaban “muchas necesidades” y recurrían a donde “hiciera falta” para poder alimentarse.
Muchas familias aldeanas recuerdan a estos hombres y mujeres que cada día se enfrentaban a los duros caminos para llegar al monte, ya que desde La Aldea hasta Inagua solo se puede acceder a pie en un largo y escarpado recorrido de aproximadamente tres horas de duración, como “auténticos héroes y heroínas”.
La Reserva Natural Integral de Inagua ofrece una gran representación del pinar seco canario. En él conviven multitud de especies autóctonas de las Islas y sus paisajes están considerados de los más espectaculares de Canarias. En este macizo tiene su hábitat natural el pinzón azul, la única ave endémica de Gran Canaria. Si bien es cierto que desde hace algunos años ocupa los pinares repoblados de la Cumbre, explica González. Durante el fuego de 2007 algunos medios de comunicación aseguraron que la población del pinzón azul se había reducido a la mitad, sin embargo, González asegura que esa cifra no es correcta. “Realmente lo que pasó es que los censos, en zonas muy concretas, dieron malos resultados”, un hecho que califica como “normal”. Por aquel entonces se vieron pinzones en lugares donde no es habitual y se incrementó su presencia en otros puntos menos afectados. En estos momentos es muy precipitado valorar las consecuencias de este incendio. La reserva natural es de “máxima importancia” para otras aves endémicas de la Isla a nivel subespecífico como el picapinos (dendrocopos major thanneri), quesero o herrerillo (cyanistes teneriffae hedwigae), pechuguita o petirrojo (erithacus rubecula marionae). Y para una amplia lista de endemismos.
González explica que Inagua es el hogar de numerosos invertebrados endémicos, algunos de ellos se encuentran entre los catalogados como “más raros”: el cigarrón palo (acrostira tamaranae), un pequeño caracol descrito hace pocos años (napaeus validoi) o la mariposa sátiro (hipparchia tamadabae) son algunos de ellos. Además, es el hábitat de los tres reptiles nativos de Gran Canaria: lagarto de Gran Canaria (gallotia stehlini), lisa variable (chalcides sexlineatus) y perenquén de Boettger (tarentola boettgeri).
No obstante, en la reserva natural no solo coexisten animales endémicos. El naturalista afirma que allí viven dos especies de plantas que “no se han localizado en ningún otro lugar del planeta, ni siquiera dentro de la propia isla”. El turmero peludo (helianthemum bystropogophyllum) y la jarilla de Linagua (helianthemum inaguae). Asimismo, destacan otras especies con una “distribución muy limitada” como el rosalito de La Aldea (dendriopoterium pulidoi), la gildana (teline rosmarinifolia), la siempreviva del pinar (limonium vigaroense) y la siempreviva de Sventenius (limonium sventenii) o el drago de Gran Canaria (dracaena tamaranae) con ejemplares que solo crecen en los andenes de Tasarte.
Inagua, o Linagua como se conoce el pueblo de La Aldea, es uno de los grandes tesoros de Canarias. A la gran cantidad de especies que guarda en su interior se le debe añadir una geología de “máximo interés”, indica González. Los roques, las tartas de coladas, los afloramientos hidrotermales, los barrancos o las mesas que se han formado en el paisaje son una pequeña muestra de ello. Además, cuenta con importantes yacimientos arqueológicos en la zona conocida como El Viso o en la Degollada de Gineto.
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