El sol de Meloneras alumbra la gran carpa de Totem
Un “mini pueblo itinerante” se ha instalado en el sur de Gran Canaria. En las calles ya se siente la magia y el arte que desprende el Cirque du Soleil (Circo del Sol). La gran carpa blanca ha vestido una de las pocas zonas sin construir de la zona turística de Meloneras. Han vuelto un año más, con ganas de hacer vibrar al público isleño con un show muy especial. Totem. “Un paseo por la evolución que empieza desde los anfibios hasta el hombre con traje y su deseo de volar”, de esta forma lo cuenta uno de los dos artistas españoles que forman parte de la prestigiosa compañía canadiense, el catalán Luis Moya.
La cantidad de proyecciones que tiene el show y la música en directo, creada especialmente para el espectáculo, es uno de los platos fuertes. “Intentamos evolucionar, subir más alto y creo lo conseguimos muy bien. Hay anfibios, monos, pájaros, neardentales, el hombre de traje… un poco de todo”, cuenta Moya. El artista desvela que durante la función habrá “algo sobre el culto al físico que hoy en día está tan arraigado”.
Unos 150 profesionales, entre artistas y técnicos, más sus familiares llegan desde Ginebra con ganas de volver a disfrutar el público grancanario. Para Moya es su primera vez actuando en España y su primera vez en Gran Canaria, antes había visitado las islas de Fuerteventura y Tenerife. El artista, que aparece en el primer espectáculo transformado de una rana, reconoce que era un sueño llegar a trabajar en el Circo del Sol. “Era gimnasta a nivel profesional y quería seguir haciendo lo que me apasionaba, dejar de verlo como un deporte para adaptarlos a mi vida cotidiana”, declara. “Me costó un tiempo conseguirlo, pero lo hice y estoy encantado. Amo lo que hago y viajo por todo el mundo con una compañía que para cualquier artista es como el top”.
No ha sido fácil adaptarse a ese estilo y ritmo de vida, reconoce. Es complicado acostumbrarse a la vida nómada que te da el trabajar en un circo que se mueve por todo el mundo. Si es cierto que en en la mayoría de las ciudades por las que pasan se quedan entre un mes y medio o dos, por lo que les da tiempo asentarse.
El alto esfuerzo físico que hacen a diario es otro de los elementos que no pone nada fácil la vida de un artista de circo. Hacen entre ocho y diez shows a la semana, es decir algunos días hacen hasta dos sesiones. Todo ello más entrenos “cuesta un poco”, apunta Moya. “Tienes que adaptarte a las horas de sueño, a la comida, a los entrenos… pero cuando te gusta un trabajo todo es más fácil y se lleva un poco mejor”.
El secreto del éxito se basa en dos ejes fundamentales: trabajo y constancia. “Creo que el Circo del Sol ha hecho un gran trabajo desde el principio con la creación de show, llevándolos un poco más adelante, creando espectáculos mágicos que nadie espera”, presume el catalán.
Moya asegura la compañía tiene algo “muy bueno” y es que, a pesar de ser tantas personas y de tantas nacionalidades, son como “una gran familia”. Todos están muy unidos y caminan en la misma dirección, insiste. Asimismo, desde el circo se apoya a las familias de los artistas, intentan que “estemos lo más agusto posible”.
El catalán está convencido de que van a sacar muchas sonrisas a los isleños, que les va a encantar, van a disfrutar y recomendar a sus familiares o amigos. Tiene claro que sus compañeros y él lo van a dar todo para hacerlo mejor posible y hacer más feliz al público. Creo que el Circo del Sol gusta bastante, sobre todo al público español que es muy intenso, la gente sale encantada, aplauden, gritan… Y yo en casa lo disfruto más“, sentencia.
Una gran carpa, habilitada para 2.500 personas, está preparada para abrir paso al disfrute y la emoción de todo el que esté dispuesto a olvidarse de la vida cotidiana y entrar en un mundo de magia, música y proyecciones para vivir la experiencia del Circo del Sol. Un viaje por el tiempo y las civilizaciones para entender, a través del arte, como hemos llegado hasta aquí.
0