El milagro de Candelaria

Johana llegó a Tenerife desde Rumanía hace pocos años, cuando España no sabía lo que era una prima de riesgo. Se instaló en Candelaria (Tenerife) con hijo y su pareja, y con el tiempo logró que les concedieran una hipoteca. Aceptó que pusieran el piso a nombre de ella, sin saber lo que se le venía encima: él los abandonó a su suerte, y Johana se tuvo que hacer cargo de todo hasta que no le salieron los números. Cuando fue a pedir una ayuda en el Ayuntamiento, se la denegaron por tener una propiedad a su nombre. En ese momento se vio atrapada. Pero allí mismo le dieron una solución: contactar con tres jubilados de banca.

Estos la asesoraron y la acompañaron en los trámites con el banco. Tras una negociación, la entidad aceptó la dación en pago de la vivienda, que la liberaba a ella de la hipoteca y los intereses, pero también le permitía acceder a la ayuda municipal. Así Johana pudo volver a vivir.

El relato es de Francisco Torres (64 años), uno de los jubilados de banca de la Fundación Candelaria Solidaria, iniciativa de este ayuntamiento. El nombre es ficticio para proteger la intimidad de la protagonista, pero la historia es real.

Todo empezó tras la propuesta del alcalde, José Sindo, de elaborar una guía orientativa para familias en riesgo de ser desahuciadas. Desde 2008 han ayudado a unas 200 familias en esa situación, de las que un tercio han llegado a un acuerdo con su banco. En lo que va de año han tenido unos 40 casos, sin que de momento se hayan producido desahucios.

“Los bancos han sido muy receptivos con nuestro trabajo, porque se dan cuenta de que queremos buscar una solución, y eso va en beneficio de las dos partes”, explica Ignacio Recio, de 61 años, otro de los que presta ayuda.

Este tipo de problemas se solucionan muchas veces con una sencilla carencia por parte de la entidad bancaria; uno o dos años en los que solo hay que pagarle intereses mensuales. Con eso las familias ya se ven más desahogadas y con cierta tranquilidad para buscar trabajo. “La clave con el banco es ir siempre de frente”, explica Recio.

Eso es lo que hizo Vicente González, de 42 años, que también buscó ayuda en Candelaria Solidaria después de que le informaran de su existencia en el Ayuntamiento. En 2005 compró un chalet adosado en este municipio cuando él y su pareja tenían empleo. “Estuvimos un tiempo trabajando de manera intermitente, pero ahora llevamos mas de un año en paro y se nos acabó la prestación por desempleo. En enero mi banco me propuso pagar durante tres años solamente los intereses, de una hipoteca de 662 euros mensuales. Acepté y solo tuve que pagar el notario”, relata. El acuerdo en este caso ya estaba firmado cuando Vicente contactó con la Fundación, donde le confirmaron que fue un buena decisión.

“Cuando vean la mas mínima posibilidad de entrar en el código de buenas prácticas, que lo hagan”, recomienda Recio. Se refiere al texto adoptado por la mayoría de entidades de crédito en España, a propuesta del Gobierno, que recoge la dación en pago de la que se benefició la chica rumana mencionada. El banco se queda con la vivienda a cambio de finiquitar la hipoteca y los intereses generados, que en muchos casos se incrementan por la mora -tres meses seguidos de impago-.

El problema es cuando no se llega a un acuerdo, ya que el banco puede denunciar al propietario, y ahí se corta la vía de negociación. Pueden pasar varios años, pero solo hay dos salidas: pagar o ser desahuciado. Solo en pocas ocasiones la presión social hace que el banco se retracte en el último momento.

“Ha habido mucha especulación por parte de todos. De la banca porque daba a manos llenas, de los usuarios porque hemos entrado a eso, y hay quienes compraban cuatro o cinco pisos para venderlos luego, y de la Administración porque ganaba dinero liberalizando suelo”, explica Recio, que aclara que la ayuda de la Fundación solo está destinada a familias en apuros, no a especuladores.

En este punto también surgen algunas críticas al sistema. “Yo me recorrí todos los departamentos del banco”, comenta Torres. “Se pedía una entrada del 20% y se financiaba el 80%. A veces incluso más, hasta el 120%”, explica. Recio también va en esa línea. “Había mucho dinero y los bancos no sabían qué hacer. Se primaba más quitar una hipoteca a la competencia que hacer una propia”, señala.

Los miembros de Candelaria Solidaria recuerdan que para evitar problemas, lo mejor es ser transparente con el banco. Aunque en muchas ocasiones ya no hay posibilidad de negociar porque llegan tarde, como indica Mauro Peréz. “Muchos vienen solo para que les oiga, porque han llegado cuando ya no hay manera de arreglarlo, y solo podemos ofrecerles asesoría jurídica”, indica. Pero incluso en esa situación, explica Torres, esta labor es importante. “El mejor regalo es el día a día. En ocasiones se nos han roto a llorar, porque solo necesitaban sacar lo que llevan dentro”.

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