El portavoz del comité científico del Gobierno de Canarias: “Si tenemos que cerrar los colegios en las primeras semanas de curso, habrá sido un fracaso”
A Lluis Serra Majem (Barcelona, 1959) se le conoce como el Fernando Simón canario, pero él reniega del apodo: “Yo soy un profesor de universidad que estoy en esto voluntariamente, no he cobrado nada”, destaca. Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, es portavoz del comité científico asesor del Gobierno de Canarias en esta pandemia. Como Simón –aunque en menor medida– ha protagonizado ruedas de prensa, numerosas entrevistas e incluso viñetas. Asegura que las autoridades canarias “nos dieron total libertad y nos hicieron muchísimo caso”, pero admite que “estar en primera supone un gran desgaste”.
Con su asesoramiento, Canarias elaboró un plan propio de desescalada regional que era muy restrictivo con el ocio nocturno. Serra fue muy crítico con el rechazo de ese plan por parte del Gobierno central. Recalca que es preferible –como finalmente se ha hecho– “prohibir el botellón, las discotecas y las fiestas multitudinarias que, por no hacerlo, mantener cerrada la verdadera economía del país, o su sistema educativo”.
Recientemente, se han registrado varios brotes asociados a discotecas en Gran Canaria y se está produciendo un importante aumento en los contagios confirmados. La mayoría son asintomáticos y afectan a menores de 30 años. Las autoridades han restringido el ocio nocturno y establecido la obligatoriedad del uso de la mascarilla en todos los espacios.
Investigador en el área de nutrición con un alto índice de impacto, llegó al comité científico a propuesta del vicepresidente del Gobierno de Canarias, Román Rodríguez. En esta entrevista subraya que la pandemia en Canarias la diseminan los propios canarios y no los turistas ni los inmigrantes que llegan en patera.
¿Qué le parece la situación actual, con todos estos rebrotes?
La tregua que esperábamos en verano no se está produciendo. Pero ahora lo importante es la concienciación y la educación. Muchos de los contagios se están produciendo por reuniones en domicilios, y es el momento de extremar la vigilancia porque es cuando vamos y volvemos de vacaciones, a ver a la familia, los abuelos… Tenemos que recordar cómo al principio pensamos que podríamos controlarlo y luego se vio que no. Hay que recordarlo porque está volviendo a pasar.
¿Sería una solución, como ha pedido el Gobierno de Canarias, solicitar a los viajeros una PCR antes de subirse al avión?
Es lo que siempre hemos defendido: pedir una PCR en origen. ¿Que te cuesta 100 euros? Bueno, es parte del pasaje. Pero para una región es difícil gestionar esto. Es una competencia que depende del Gobierno central. Sin embargo, tenemos el ejemplo de Madeira, donde se exige la PCR a los que llegan y a quienes no la tienen se les hace, pagada por la Administración local. Desde luego, es más engorroso, pero se hace. Estamos pendientes del resultado allí, aunque en Madeira tienen un millón de turistas al año y nosotros 14. Las cifras son distintas.
¿Es factible hacer una PCR a todo el que llega a las islas?
No es factible por ahora hacer la PCR a los turistas en los aeropuertos en Canarias. Hemos visto que el turismo, a excepción quizás de los cruceros, no es determinante en la difusión de la enfermedad entra la población canaria, porque la actividad turística está bastante limitada a algunas zonas. Aunque llegue una persona contagiada, si controlas un poco las condiciones sanitarias e higiénicas no se va a diseminar el virus en la población canaria. Y lo mismo sucede con los inmigrantes que llegan en patera, a quienes sí se les hace el test.
Además, antes de exigir hay que pensar en las implicaciones. Por ejemplo Noruega tiene un caso cada 200.000 habitantes, así que para detectar un positivo habría que hacer 200.000 PCR, lo que supone un coste varios millones de euros. Pero a lo mejor a un vuelo que venga de Barcelona yo sí que le daría un tratamiento especial.
Si los turistas no diseminan la COVID-19, ¿cómo llegó la epidemia a Canarias?
La epidemia en Canarias no vino ni de los turistas, ni de las pateras, sino de los canarios que estaban fuera y volvieron cuando se decretó el estado de alarma. No se insistió lo bastante en que los estudiantes que volvían, sin síntomas, tenían que guardar cuarentena.
O sea que ahora, en verano, el principal riesgo está en los isleños que regresan.
Sí, donde realmente tenemos que hacer énfasis es en los canarios, no en los turistas. El que va de vacaciones y vuelve, el pariente que se incorpora a fiestas familiares… Ahí es donde debemos poner nuestra capacidad de seguimiento, de aislamiento, de consejo, a través de la propia red de atención primaria.
Canarias, en conjunto, ha mantenido unas cifras relativamente bajas de contagios y por ahora no ha habido rebrotes graves. ¿Cómo lo han hecho?
Hemos tenido una tasa de contagio de alrededor del 2,5 %, es decir, no hemos estado sometidos a un gran estrés; no sé qué pasaría si tuviéramos una gran oleada. Así que, sí, tenemos un equipo de rastreadores y de atención telefónica y la sanidad está preparada, pero la gente tiene muchas ganas de divertirse en verano y es difícil convencer a los contactos de un positivo de que deben estar en casa y hacerse un análisis.
Canarias acaba de hacer obligatorio el uso permanente de la mascarilla. Usted insiste en que es importante la educación de la población.
Debemos tener en cuenta no solo lo que funciona sino cómo se controla, es decir, la capacidad de las fuerzas de seguridad para penalizar una conducta. Los contagios en reuniones familiares, por ejemplo, no los controlas obligando a llevar la mascarilla, sino educando a la gente.
¿Cómo fue el trabajo del comité científico en Canarias durante la pandemia?
Al principio tratamos de tranquilizar a la población y apaciguar el miedo. Había mucho miedo. Supimos conectar y la gente confió. Y, en general, [el Gobierno de Canarias] nos han dado total autonomía y nos han hecho muchísimo caso, sobre todo durante el estado de alarma. Hemos tenido 35 reuniones en total, hemos consultado con muchos expertos de numerosas áreas, también de fuera de España.
¿Siguen trabajando ahora?
No podemos seguir en primera línea como en el punto máximo de la epidemia, que es algo que desgasta muchísimo. Pero seguimos colaborando, desde luego. Ahora hemos estudiado el documento del reinicio del curso.
¿Qué opina de la carta publicada en The Lancet en la que científicos españoles piden una evaluación externa de la gestión de la pendemia en España?
Entre los firmantes hay investigadores que fueron muy críticos con las primeras voces que denunciaron los errores en la gestión sanitaria de la pandemia o con las que pedían un precoz o mayor confinamiento en marzo. Ahora expresan unas críticas que, a mi modo de ver, son en general acertadas, pues la gestión sanitaria de la pandemia ha sido muy cuestionable y es necesario dimensionar los errores, aunque están muy poco argumentadas y no inciden en lo que, en mi criterio, es lo más importante.
¿Y qué es lo más importante?
No podemos hacer que toda la respuesta dependa del sistema sanitario. Sucede como con la obesidad que, cuando llega al sistema sanitario, ya es tarde y nadie se ha preocupado del sistema alimentario. La COVID-19 tiene una base en las relaciones sociales y el ocio que es determinante.
En cualquier caso, se trata de aprender de lo ocurrido, no sé si con una auditoría externa o con otro tipo de análisis interno, pues francamente nadie, ni la propia OMS, está para dar lecciones. Lo importante es que el resultado de ese proceso ayude a que esto no se vuelva a repetir. A toro pasado y desde un despacho es muy fácil criticar y los expertos surgen de todos lados en busca del efecto de un titular. Esta pandemia está siendo un reto descomunal.
El comité científico canario participó en la elaboración de un plan de desescalada para Canarias que era más restrictivo en lo relativo al ocio.
Durante la desescalada fuimos muy críticos con la improvisación de Madrid. Han hecho una desescalada en que lo más importante era mantener los bares abiertos, antes que las aulas. Nuestro plan prohibía el ocio nocturno y exigía más controles sanitarios a la movilidad. Estas medidas hubieran servido quizás para prevenir rebrotes o incluso una segunda oleada de la pandemia. Es preferible prohibir el botellón, las discotecas y las fiestas multitudinarias que, por no hacerlo, mantener cerrada la verdadera economía de un país o su sistema educativo.
¿Cómo se puede controlar mejor la movilidad?
Eso supone también un reto crucial en estos momentos y para eso tenemos la tecnología. Lo cierto, es que el sistema sanitario no se puede reforzar indefinidamente sin poner límite a las actividades que están multiplicando y propagando la pandemia. No es tarea fácil.
¿Qué le parece el trabajo de Fernando Simón?
Como digo, a toro pasado es fácil criticar. Hay decisiones técnicas y decisiones políticas y claramente en el caso de Simón ha habido conflicto. Pero creo que es difícil hacerlo mejor. Otras personas lo hubieran hecho peor.
Han evaluado las medidas para la apertura de los colegios en septiembre. ¿Qué se prevé en Canarias?
Se aplicará el modelo burbuja para que se pueda actuar quirúrgicamente en esa aula si aparece un caso. Al niño que presente síntomas en el colegio se le aislará, se le hará una PCR y se le mandará a casa. Si es positivo, se actuará sobre su aula. Se harán varios turnos y se reducirá la presencialidad en una hora aproximadamente. Queda por definir cuántos profesores habrá que contratar.
Es importante que haya un responsable COVID-19 en los colegios para establecer una buena comunicación con la atención primaria. Y montar el sistema para resistir. Si tenemos que cerrar los colegios las primeras semanas, habrá sido un fracaso. Es evidente que hay una brecha educativa clarísima, enorme, entre los distintos niveles económicos que no podemos permitir.
¿Cómo se le puede hacer frente?
El reto en educación pasa obligatoriamente por que no nos vuelva a pillar un confinamiento con un 35 % de los niños que no tienen donde conectarse. Los alumnos de colegios privados van con sus tabletas, donde llevan todos los libros de texto, y desde el primer día estaban conectados. No es tan difícil. Lo que vale una tableta es ya casi lo que valen los libros; se trata de orientar el esfuerzo hacia este tipo de modelo y garantizar la conectividad.
El problema son los más pequeños, que necesitan una atención presencial.
Sí, desde luego.
Ha mencionado a los inmigrantes que llegan en patera. ¿Existe el riesgo de que como a ellos sí se les hacen pruebas se les asocie con el virus?
Sí, esta distorsión es grave. Desde el punto de vista sanitario, la inmigración no supone un riesgo significativo en absoluto.
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