Publicado un manuscrito inédito de 1687 sobre la 'Conquista de Canarias'

Un volumen de 'Conquista de las siete Yslas de Canaria (1687)'.

Ana Santana / EFE

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El relato más vívido sobre la muerte en combate del guerrero Doramas y la explicación más terrenal sobre las apariciones de las vírgenes de Candelaria y del Pino forman parte de la Conquista de Canarias que escribió el teldense Tomás Marín de Cubas. Ahora se publica por primera vez el manuscrito que dejó inédito en 1687.

“De la primera generación de historiadores de Canarias, el doctor Marín de Cubas es seguramente quien más simpatías despierta entre quienes investigan la cultura y costumbres de los antiguos canarios, pues raro es encontrar un estudio etnográfico que no lo cite, pero también tiene fama de autor maldito”, afirma en una entrevista el investigador Antonio M. López, que, en colaboración con LeCanarien Ediciones, ha recuperado el texto primigenio y anterior de la Conquista, que permanecía inédito.

Y es que Tomás Marín de Cubas es el único miembro de esa “primera e ilustre generación” que no contaba hasta ahora con una edición íntegra de alguno de sus textos, a pesar de haberse intentado en seis ocasiones durante los últimos 150 años.

“Los dos primeros proyectos para imprimir Historia de las siete Yslas de Canaria, su obra cumbre de 1694, acabaron en fracaso a mediados del siglo XIX, y las cuatro últimas ediciones, que sí lograron salir de imprenta en el siglo XX, no son íntegras. A día de hoy, la publicación completa de ese trabajo sigue pendiente”, detalla Antonio M. López.

“Lo que ahora publicamos es un borrador de 1687 de esa obra final, y que Marín de Cubas tituló Conquista de las siete Yslas de Canaria. Pero el hecho de ser una primera versión no lo hace menos interesante; al contrario, son tan significativas las diferencias entre ambas versiones que podemos verlas como obras que se complementan y enriquecen entre sí”, prosigue.

De hecho, los investigadores han acudido frecuentemente a este borrador durante los últimos 40 años “pero siempre en la forma de una copia hecha en 1936 por don Pedro Hernández Benítez, párroco de San Juan Bautista de Telde, que presenta errores y omisiones, a pesar de que existe otra copia más precisa elaborada ese mismo año por el doctor Miguel Santiago Rodríguez, uno de nuestros historiadores más minuciosos”, explica Antonio M. López.

Pero además, esta obra primigenia posee un importante valor añadido ya que de la versión final no se conserva más que una copia hecha en el siglo XVIII “que no sabemos cuánto de fiel es al desaparecido original”.

El borrador sí que está redactado por la mano “del mismísimo Marín de Cubas, y aunque se extravió en misteriosas circunstancias con otros de sus escritos, al menos tenemos de él un juego completo de fotografías, que es el que hemos usado para esta edición”, puntualiza el investigador, impulsor del Proyecto Tarha, una iniciativa sin ánimo de lucro dedicada a la investigación y divulgación internacional de la historia antigua de las Islas Canarias a través del estudio de las fuentes documentales.

“Con sus errores, que los tiene como otros de sus contemporáneos, a don Tomás se ha acusado de ser demasiado original o directamente de inventarse algunas de sus informaciones. Y ello a pesar de que ya en el borrador cita más de 130 referencias bibliográficas, fuentes orales y anónimas aparte, un arsenal de erudición sin precedentes”.

Curiosamente, “no se juzga con tanta severidad otras fuentes cuando son igual o 'peor' de originales, como Juan de Abreu Galindo, Alonso de Espinosa o Leonardo Torriani”, continúa precisando el investigador.

De hecho, Marín de Cubas es el primer historiador que usa y cita sistemáticamente tanto la crónica Le Canarien como la Historia del propio Abreu Galindo. “Es verdad que Juan Núñez de la Peña conoció antes que él ambas fuentes, pero la primera no llegó a incorporarla a su producción impresa, y al segundo ni lo menciona en sus escritos”.

También gracias a Marín de Cubas conocemos vocablos y expresiones canarias como tamaragua o sansofi, sabemos qué aspecto tenía el pino santo de Teror (hizo dos dibujos de él, los únicos auténticos de los hasta ahora conocidos), estudió las tradiciones vinculadas a la Sima de Jinámar, rastreó el origen de los primeros pobladores del archipiélago, recogió anécdotas de los antiguos canarios, dio una explicación al nombre de la isla de Lobos que poco tiene que ver con las focas monje y señaló la existencia de registros cronográficos entre los isleños. “Hasta una famosa anécdota atribuida peyorativamente a don Benito Pérez Galdós aparece en el borrador de Marín de Cubas”.

Tal es la influencia de un historiador, el más inquieto y sorprendente de su generación, según López, que se definió a sí mismo como “un hombre deseoso de inquirir humanidades”.

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