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¿Y ahora qué?

José Miguel González Hernández

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Como si de un vendaval se tratara, ya pasaron las fiestas. Volverán a dormir en cajas de cartón las bolas y el espumillón que, por casi un mes, colgaron de los abetos artificiales. Las figuritas del portal dejarán de ser iluminadas por las centelleantes luces que, de forma rítmica, se movían al son de un alegre villancico. En nuestros cuerpos quedan las marcas de los excesos (para quien los ha podido tener), las cuales nos hemos comprometido a borrar gracias a los propósitos que nos hemos aventurado a decir en voz alta: que si el curso pendiente de inglés, que si el gimnasio, que si el tabaco... Pero como esto es un no parar, ahora comienzan las rebajas, que se configuran como una oportunidad para el que compra y un instrumento para el tejido productivo. En ellas podemos encontrar aquel artículo que dejamos pendiente, bien porque no había o bien porque su precio era prohibitivo.

Tras la estela del consumo desenfrenado en forma de regalo, se extiende la oportunidad de compra. Las rebajas no son solo un abaratamiento de la mercancía. También son una válvula de gestión del stock. Esta modificación de los precios tiene un impacto directo en términos económicos, puesto que incide en los ingresos de las empresas al tiempo que afecta al poder adquisitivo de los consumidores.

Según ha ido evolucionando la crisis y su posterior paso a la parte alcista del ciclo económico, la puesta en escena del porcentaje de salida en el descenso de los precios depende de la coyuntura imperante, lo que es otro signo de recuperación porque ya no se intenta recuperar parte de lo perdido en el resto del ejercicio, sino completar la ganancia a base de género. De otra forma, este no tendría mercado a través de generar influencia sobre la conducta del consumo que, a su vez, afecta a la producción, a la distribución y a las estrategias de comercialización.

Las rebajas son una práctica habitual de los comercios y se encuadra en el contexto del marketing y de la gestión comercial para movilizar el ahorro. Con ello se pretende influir en los consumidores mediante modificaciones en los precios durante periodos concretos, en los cuales se dan unas condiciones especiales que pueden beneficiar tanto a consumidores como a comerciantes.

La importancia de las rebajas para los diferentes colectivos implicados viene dada por la magnitud del volumen de dinero que se mueve en esta etapa, donde la demanda se ve claramente estimulada por un aluvión de comunicaciones encaminadas a dar a conocer la existencia del periodo singular de compra en el que, de igual modo, afecta a las rentas indexadas al IPC, puesto que la rúbrica “vestido y calzado”, entre otras, condiciona el resultado total.

Ahora bien, pero con rebajas o sin ellas ahora toca afrontar las denominadas cuestas. Ahora toca apretar los dientes y poner en marcha un nuevo ejercicio recién estrenado. Pensar en nuevos retos y, sobre todo, en minimizar el número de errores que se comenten, porque, más que pretender acertar siempre, más importante es equivocarse poco.

José Miguel González Hernández

Economista

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