Espacio de opinión de Tenerife Ahora
La minifalda que está de moda
¡Vaya, hombre! ¿Así que el rey Felipe VI se fue de visita a la casa del rey de Arabia Saudí el pasado finde y, en vez de ir con doña Letizia, que no quiso acompañarlo, se llevó a la señora Poncela, secretaria de Estado de Comercio? Al final no supimos muy bien a qué fue allá Su Majestad, porque todos sus esfuerzos quedaron eclipsados por unas piernas de mujer y no precisamente las de su consorte, que son esqueléticas, sino las de la señora Poncela.
¡Tremenda ocurrencia esta mujer! ¡Parece mentira! ¡Mira que presentarse en un país musulmán sin el acompañamiento de un marido, sin velo cubriendo su cuidado cabello y con una minifalda tan y tan corta, dejando mostrar sus hermosas rodillas para que aquellos musulmanes que aún viven en la época de las mil y una noches olvidasen por un rato sus rollos coránicos y babeasen mirando por ver si podían columbrar algo más que las corvas de la señora como hicieron nuestros canarios en la noche de fin de año!
¡Menudo atrevimiento aparecerse en un país de monarquía antediluviana donde las mujeres no conducen ni enseñan siquiera los brazos ni el pelo y ella tan provocativa!
¡Menuda hipocresía! Como si ellos fueran santos varones que no supieran que lo que hay debajo de las abayas esas tan horribles son personas, mujeres, en las que ellos no dejan de pensar a todas horas; como si los bebés árabes vinieran en serio de París y no fueran paridos por mujeres valerosas que a su vez tuvieron sexo y concibieron con hombres como ellos; como si las mujeres musulmanas no tuvieran piernas y cabellos hermosos, que hay que mantenerlos escondidos de incontrolables miradas libidinosas; como si las mujeres musulmanas fueran tan estúpidas para, sabiendo parir y criar a sus hijos y sacar adelante sus hogares, no supieran salir a la calle solas, que tienen que ser guiadas por un marido cual ciego con lazarillo… La estupidez humana es infinita, ya lo decía Einstein.
Pero no solo la de estos “embabuchados” que actúan queriendo tapar el sol con un dedo, sino también de aquellos que se olvidaron de a qué cuernos había ido el rey Felipe a verse con estos señores petromonarcas, gastando tanto dinero en viajes y demás elementos protocolarios para que todo quedara eclipsado por las piernas de esta mujer y no acabáramos sabiendo en la prensa de los resultados de dicha reunión. Qué atontados nos hemos quedado, ¿no? Menos mal que no fue nuestra divina Eloísa con su traje rojo, en vez de la señora Poncela, o alguna más traviesa que ella que de verdad hubiera hecho el esfuerzo de cruzar y descruzar las hermosas piernas a lo Sharon Stone, o mismamente una militante de Femen mostrando el pecho desnudo embadurnado de mensajes reivindicativos, porque entonces se monta la tercer guerra mundial entre los “entobados” y la prensa amarilla del lugar.
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