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La traición

Lidia Rodríguez

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“He hecho lo que el partido que fundé me enseñó: la cosa no iba bien”, decía Errejón hace unos días en El País. El ascenso de partidos de la ultraderecha en España, pero también en el resto de Europa, hace que los distintos conflictos que se dan en el seno de los partidos de izquierda se miren con especial atención. Por eso, ha sido tan grave la traición que le ha dedicado Iñigo Errejón a Pablo Iglesias. Pero, igual que en House of Cards, la política se alimenta de traiciones y presiones que en ocasiones tienen que ver con cuestiones políticas y, en otros casos, con cuestiones personales.

Si dedicamos una panorámica a la política nacional y autonómica nos daremos cuenta de que la traición y la desconfianza están por todas partes. Sin duda, lo que ha llamado la atención de la traición de Errejón a Iglesias fue el momento en el que comunicó su unión a Carmena. Lo hizo justo en el quinto aniversario del partido. Primera traición. Ha sido la forma de Errejón de demostrar públicamente que el partido no ha resuelto todos los conflictos vividos en Vistalegre II y que el nivel de desunión es tan grande que puede poner en peligro uno de los principales logros del partido: conseguir liderar la alcaldía de Madrid.

La segunda traición vino seguida de la falta de calma de Iñigo Errejón y las ansias de comunicar la noticia. Iglesias recibió la llamada de su antiguo amigo unas horas antes de que fuera comunicada públicamente. Pero, para ser justas, hay que recordar que la izquierda ya ha vivido otras traiciones. Una de las últimas es la de Gaspar Llamazares, que se marchó de Izquierda Unida casi al ritmo de Pimpinela.

Otra traición es la que ha vivido el presidente del Cabildo de Tenerife con el PSOE. La falta de apoyo del PSOE a la operación Plasencia es la única razón que puede tener Carlos Alonso y Coalición Canaria para romper el pacto en el Cabildo. No hay otra razón, por lo menos visible, que pueda generar malestar en el partido nacionalista. De hecho, es incalculable el número de veces que se le ha preguntado al presidente del Cabildo por el pacto, y también es incalculable el número de veces que Alonso ha repetido que no tenía intención de “romper el pacto con el PSOE”.

De nuevo actúan la traición y la desconfianza. No hay mayor traición capaz de generar desconfianza que no comprar un edificio a un empresario corrupto. Y es que, si el partido nacionalista pertenece a la generación millennials, esa que está entorno a los 25 años, buena parte de los años que ha gobernado ha tenido de muletilla al PSOE y al PP. Por lo tanto, las traiciones entre ellos son difíciles de entender si no se acercan periodos electorales o si no hay intereses político- económicos de por medio. Pasan de ser amigos, como lo fueron Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, a traicionarse. El sentimiento de traición es uno de los más comunes en la política, y también uno de los más peligrosos.

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