La portada de mañana
Acceder
El Gobierno da por imposible pactar la acogida de menores migrantes con el PP
Borrell: “Israel es dependiente de EEUU y otros, sin ellos no podría hacer lo que hace”
Opinión - Salvar el Mediterráneo y a sus gentes. Por Neus Tomàs
CRÍTICA DE CINE

Mucho con muy poco

Fotograma del filme 'A ghost story'

Fer D. Padilla

Santa Cruz de Tenerife —

- Título: A ghost story (2017)

- Dirección: David Lowery

- Guión: David Lowery

- Reparto: Rooney Mara, Casey Affleck

Es feo decir lo siguiente, pero cuanto antes nos quitemos la careta ante esta cinta, mejor será para el posible lector: la película de la que hoy hablamos es muy lenta y aburrida. Para nada es recomendable para el público que busque ritmo, acción o sucesiones de hechos que sigan un esquema convencional.

Dicho esto, estamos ante una de las cintas más preciosistas del año. Con dos actores que ocupan el amplio porcentaje del metraje (Mara y Affleck aprueban con matrícula de honor), un guión en el que apenas pasa nada -comparado con los típicos patrones, insistimos- y un formato que nos convierte en espectadores de la historia tras una pantalla de televisión: nos encontramos con la sencillez más altamente trágica pero de extraordinaria belleza.

Hablamos de una producción en la que prevalecen las interpretaciones y reflexiones, donde afloran los sentimientos y las perspectivas inducen al debate. Las pocas líneas de diálogo parecen lánguidas en forma pero son rotundas y determinantes en contenido. Cada palabra tiene un valor infinito, cada escena libera mil sentimientos, los de esos magníficos actores con los que se llenan magníficos planos minuto a minuto. Así que debemos visionarla atendiendo su atípica naturaleza.

Si apreciamos la normalidad de lo cotidiano y en ello encontramos la gran belleza, hallaremos monólogos reveladores, conflictos internamente devastadores y maravillosos retratos del auténtico amor. Sin embargo, para ello debemos ser descomunalmente pacientes y disfrutar más del viaje que de un posible destino.

David Lowery vuelve a realizar un magnífico trabajo después de dirigir ya con una más que decente batuta aquel remake de Pedro y el dragón Elliot (Peter y el dragón, 2016), haciendo de cada plano una auténtica obra de arte y convergiendo en un resultado auténticamente real, en el sentido más humano de la palabra.

Veamos A ghost story con la mente lo más abierta posible y podremos debatir sobre diferentes puntos de vista cuando el amor y la muerte se encuentran en un más temprano que tardío punto del camino, sobre el duelo, la capacidad de dejar ir, la aceptación de los puntos y aparte que la vida nos brinda o, por otra parte, sobre el arraigo, el apego, el morir y seguir existiendo enamorado, la espera de lo que se ama, los intentos de volver o al menos de adaptarse.

A ghost story es una película muy difícil de ver. Todo sucede lentamente y es cierto -sería absurdo negarlo- que hay parte del metraje que resulta sobrante, pero, tratándose de una historia de sentimientos, reacciones y conflictos tan deseosa de mantener una estricta coherencia con lo que podría pasar en esta dimensión en la que vivimos, deberíamos ser amables jueces ante lo que pudiéramos ver en pantalla, que no es menos que cómo se sigue viviendo con y después de la muerte del ser más amado. Algo así como Ghost: más allá del amor (Jerry Zucker, 1990), pero, en esta ocasión, hablando muy seriamente.

Etiquetas
stats