Eduardo Garzón (IU): “No me fío del PSOE y sus inesperados giros a la derecha; espero que realice un verdadero proyecto de izquierdas”

Eduardo Garzón, retratado en su visita reciente a la isla de Tenerife

Fabián Sosa / Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —

Eduardo Garzón, economista, político de Izquierda Unida (IU) y también hermano del coordinador nacional de este mismo partido, Alberto, analiza en esta entrevista, realizada en la isla de Tenerife el jueves de esta semana, el mapa político que dejan las elecciones generales del 28A y la división de la izquierda en España, entre otras cuestiones.

También detalla las enseñanzas de su paso por el Ayuntamiento de Madrid, una administración pública que ha demostrado que la gestión pública y la aplicación de políticas con los enfoques de los partidos de izquierdas no llevan a la hecatombe, por mucho que así se lo quieran hacer ver a la ciudadanía los partidos de derechas.

¿Cómo usted calificaría los resultados obtenidos por Unidas Podemos en las elecciones generales del 28 de abril?

Los resultados son suficientes para poder conseguir un proyecto político de izquierdas en general. Pero a nosotros nos hubiera gustado tener más votos y más representación en el Congreso para lograr más fuerza y así poder realizar nuestras políticas.

¿Apoyará la confluencia un Gobierno de Pedro Sánchez en solitario, renunciando así a la opción preferida por Pablo Iglesias: un Ejecutivo bicolor?

Yo no sé qué hará el Partido Socialista. No me fío. Ya hemos visto en más de una ocasión que realiza algunos giros inesperados hacia la derecha, pero espero que recapacite y que, tras este nuevo equipo, sean capaces de, ya sea con nosotros en el Gobierno o con nosotros fuera, realizar un proyecto verdaderamente de izquierdas. Esto es, muy diferente del que habíamos tenido con el Partido Popular y en la línea de lo que estábamos consiguiendo en los últimos años. Eso sí, creo que nosotros tendríamos mucha más utilidad estando dentro del Gobierno, aunque solo fuera de forma simbólica, porque es la mejor forma de controlar al Partido Socialista, que, como digo, a veces no realiza políticas directamente de izquierdas. Si no queda más remedio, tampoco veo una fórmula desastrosa estar apoyando al nuevo Gobierno en minoría.

Desde Unidas Podemos proponen blindar por ley la revalorización de las pensiones, vinculándola a la evolución del IPC para que así el poder adquisitivo de los mayores esté mejor compensado. ¿Cree que será posible en esta legislatura?

Creo que sí. Ese es un factor que tan solo Vox y el PP han puesto en duda. Incluso Ciudadanos está a favor de revalorizar las pensiones al ritmo del IPC y, como digo, ya es poca la gente que piensa que habría que hacerlo de otra forma, por ejemplo, utilizando indicadores como el PIB o la productividad. Así que yo pienso que sí, que ese elemento va a estar garantizado.

Ahora bien, ello no quiere decir que el sistema público de pensiones no siga bajo amenaza. Ya se sabe que dentro de los proyectos políticos del Partido Popular, Ciudadanos y la derecha en general sí hay determinados elementos que ponen en riesgo la sostenibilidad de aquél, porque estas formaciones políticas están abogando por lo privado.

Por cierto, hemos visto que el PSOE, en muchos de los movimientos que han realizado, da prioridad a las pensiones privadas frente a las públicas. Eso lo vimos en el Parlamento Europeo, donde el Partido Socialista voto a favor de dar prioridad a las pensiones privadas frente a las públicas. En cualquier caso, nuestro proyecto es claro: defensa firme y a ultranza del sistema público de pensiones, porque consideramos que es el más justo y el más eficiente, no solo en términos económicos sino también sociales.

¿Qué tal fue su breve paso como asesor por el Ayuntamiento de Madrid con Manuela Carmena como alcaldesa?

Bueno, pues fue breve porque solo fueron dos años. La verdad es que fueron muy útiles en el sentido de que dio tiempo de hacer un montón de cosas. Creo que nosotros pudimos desarrollar un proyecto y demostrar que políticas económicas de izquierdas se pueden hacer sin llegar a ningún tipo de hecatombe, lo que siempre augura la derecha.

Fuimos capaces de reducir el paro en Madrid a un ritmo mucho más elevado que en otras regiones; fuimos capaces de incrementar la inversión social y en infraestructura a unos niveles desorbitados, y al mismo tiempo que hacíamos todo eso, reducíamos la deuda pública y manteníamos un superávit con más de mil millones de euros. Eso es una prueba de que con políticas de izquierdas se puede beneficiar a la mayoría social, hacer que los más acaudalados paguen más impuestos -lo que deben pagar acorde al artículo 31 de la Constitución Española- y, al mismo tiempo, tener las cuentas saneadas.

¿Cómo valora lo ocurrido en esa administración pública y en la comunidad autónoma de Madrid con Podemos? La desvinculación de Carmena, en el primer caso, y el proyecto alternativo de Íñigo Errejón, en el segundo.

Lo considero un absoluto error. Si de verdad se consideran de izquierdas y quieren realizar políticas en esa dirección, que en el caso de Manuela Carmena eso está por ver -ya hemos visto que en el propio Gobierno local de Madrid ha realizado políticas que no son en absoluto de izquierdas, como el paradigmático ejemplo de la operación Chamartín, que es, al fin y al cabo, un proyecto para incrementar la especulación y que así se lucren los de siempre: las grandes constructoras, aunque no haya ningún tipo de interés público en esa especulación-, remarían todos en el mismo barco y no se escindirían y crearían sus propios partidos políticos, que, por cierto, son completamente personalistas, ya que no tienen estructura de organización.

Lo considero un error porque nosotros, en Izquierda Unida, hemos luchado mucho por la confluencia y, aunque en algunos sitios no se ha podido conseguir, de forma general sí lo pudimos hacer. Creo que ese es el mejor camino para hacer políticas de izquierdas y mejorar la vida de la gente.

Al inicio de su libro Desmontando los mitos económicos de la derecha, usted dice que el pensamiento económico que domina se ha olvidado del componente social en esta materia, de que la economía -al contrario de lo que se suele pensar- Desmontando los mitos económicos de la derechano es una ciencia fría y exacta, como la física, sino que está enormemente ligada a la sociedad y a la naturaleza. ¿Cree que consiguió aplicar esa perspectiva social durante su etapa en el Ayuntamiento de Madrid?

Bueno, en dos años da tiempo para muy pocas cosas, pero al menos lo intentamos. Desde luego que, cuando uno hace más hincapié en que lo importante es incrementar la inversión social, que se traduce en ayuda a las familias, a mayores y a la infancia, en construcciones de escuelas públicas, en servicios de calidad, en cualquier tipo de ayuda al empleo, en prestaciones a familias que lo necesitan y a colectivos vulnerables..., uno va poniendo el acento en lo social y así demuestra que desde la economía se puede abordar ese tipo de problemáticas.

El Ayuntamiento de Madrid fue reconocido por tener superávit y reducir la deuda pública. Hubo muchos titulares que elogiaban esto. Pero de lo que verdaderamente estamos orgullos es de haber dedicado ese dinero público a la mejora del bienestar de la gente. Y eso se logra sobre todo a través de la inversión social.

¿Es posible la traslación de ese modelo local de gestión de lo público a otras administraciones?

Se puede hacer, evidentemente, pero no es extrapolable del todo. Madrid tiene una ventaja con la que no cuenta ninguna otra administración pública. Esta es que, al ser capital del Estado, centraliza mucha actividad económica, lo cual genera muchos más ingresos tributarios con los que poder aplicar políticas públicas. Pero, dejando de lado ese matiz -que es importante-, las políticas que aplicamos nosotros en el Ayuntamiento de Madrid son completamente trasladables a otras administraciones públicas. Y cito algunas de las más importantes: auditoría de la deuda y de las políticas públicas, para que la ciudadanía fiscalice a los gobernantes; lograr que el sistema fiscal sea el más justo posible, es decir, que pague más el que más dinero tenga, y lograr mucha más inversión social y que haya más generación de empleo a través, por ejemplo, de la recuperación de los servicios que habían sido privatizados, de las cláusulas sociales que nosotros implantamos o incluso por medio de la creación directa de puestos de trabajo. Todas esas políticas se pueden aplicar. Otra cosa es cómo acaben luego cristalizando porque cada ámbito y coyuntura, evidentemente, son diferentes.

Estos días, Unidas Podemos presentó su candidatura al Parlamento Europeo. ¿Hacia dónde cree que debe caminar Europa en los próximos años y que se juega España y el Viejo Continente?

Es una excelente pregunta porque, ahora mismo, la evolución de Europa no es precisamente positiva en el sentido social de la palabra. Porque viene a ahondar en el proyecto neoliberal. Acabo de mencionar que se aprobó una moción en el Parlamento Europeo que promovía dar prioridad a los planes privados de pensiones. Eso significa que aquel que pueda permitirse un ahorro para la jubilación, perfecto. Pero ¿qué pasa con todas aquellas personas que no tienen capacidad de ahorro?; ¿se quedan sin jubilación?; ¿van a tener una mucho menor?

Esto es un problema y, desgraciadamente, Europa tiende hacia esa faceta neoliberal. Nuestro proyecto es claramente opuesto. Nosotros debemos revertir todas esas políticas neoliberales, que vienen regidas por criterios fiscales que no tienen ningún sentido, como son controlar o respetar determinados niveles de déficit público en lugar de orientar tus políticas económicas hacia el pleno empleo, hacia el bienestar de la gente, hacia las condiciones laborales dignas… Para eso debe servir la economía, no para respetar y tener como un fetiche o un tótem el déficit público y la deuda pública, que son simplemente indicadores económicos que apenas dicen nada de la vida de la gente. Así que nosotros queremos tomar ese camino y ello debe pasar, necesariamente, por un cambio drástico.

También al comienzo de su libro habla de lo que usted llama “el vaciamiento de la economía”, es decir, la pérdida de principios morales y éticos -propios de una ciencia social como es la economía- que supuso la instauración del sistema capitalista. Al leer eso, no pude evitar acordarme de las palabras que el filósofo esloveno Slavoj Zizek pronunció acerca de la responsabilidad social de las empresas en una charla que dio el pasado mes de marzo aquí, en Tenerife. Cito textualmente: “Recuerdo entrar a un Starbucks en Estados Unidos y ver un cartel de responsabilidad social que decía: 'Sí, nuestro café es más caro, pero un tanto por ciento del precio de tu café va destinado a reforestar bosques en Guatemala". ¿Qué opina acerca de la responsabilidad social de las grandes empresas? ¿Cree que realmente se han dado cuenta de lo necesario que es la perspectiva social en la economía y actúan en consecuencia?

Muchas empresas sin duda utilizan ese tipo de elementos de responsabilidad social corporativa para tener mejor imagen y lograr más clientes porque piensan que están contribuyendo a una labor social y demás. Es verdad que hay otras empresas que sí lo están haciendo. Y eso, sin duda, incrementa los costes de producción y, por ende, el precio de los productos.

Para que nuestra economía sea realmente sostenible en términos sociales y ecológicos tiene que haber una intervención directa y clara del sector público, es decir, no esperar a que las empresas actúen por su propia iniciativa para ver si se deciden a realizar labores, sociales o medioambientales, sino que debe estar controlado y regulado por la intervención pública. Si, por ejemplo, hemos considerado entre todos que destrozar bosques a través de la obtención de aceite de palma es un perjuicio ecológico y social muy drástico, entonces debe estar regulado para que no pueda ocurrir.

Y lo mismo con los productos que importamos que han sido fabricados incluso por niños semiesclavos en condiciones que vulneran los derechos humanos. Para evitarlo, el sector público tiene que intervenir y controlar que esa producción no se lleve a cabo en tales términos. No hay que esperar a que sea la empresa la que decida por su propia cuenta dejar de hacerlo.

Hace unos días, el periódico El País publicaba un reportaje -basado en datos del INE- acerca de la desigualdad persistente entre comunidades ricas y comunidades pobres.El País

Sí, lo vi.

Si se mira el mapa adjunto a esa pieza informativa, donde se representa el PIB per cápita por comunidades, se ve que los colores siguen un patrón en el que las comunidades del norte cuentan con un mayor PIB per cápita y, por ende, con una mayor calidad de vida general que las comunidades del sur. ¿A qué cree que se debe esa desigualdad entre regiones españolas? ¿Es estructural? ¿Cómo se combate?

Eso responde a muchísimos factores. Uno de ellos es que la industrialización tuvo lugar en Europa y las regiones que más cerca estaban del epicentro de la industrialización eran las del norte, sobre todo Euskadi, Navarra y Cataluña, que fueron las que primero se beneficiaron de ese impacto. También hay cuestiones geográficas y orográficas. Es difícil tener una economía muy desarrollada en las islas, como ocurre en Canarias, cuando el transporte es mucho más difícil, las telecomunicaciones también… Luego hay factores políticos en los que los propios gobernantes de antaño e incluso los de ahora beneficiaron a determinadas regiones en detrimento de otras. Eso también ha producido el desarrollo en unos sitios y el subdesarrollo en otros. Por último, también tenemos cuestiones más institucionales. Por ejemplo, Euskadi tiene su propio régimen foral, igual que Navarra, lo que permite que tengan mayor margen de maniobra y menor solidaridad, por cierto, con el resto de regiones. Estamos hablando de una desigualdad absolutamente estructural, pero a largo plazo y con voluntad política se puede ir reduciendo.

Acaba de mencionar la condición insular de Canarias como uno de los factores que dificultan el desarrollo de la economía. Precisamente en ese reportaje de El País, el archipiélago -que es una región que vive fundamentalmente del turismo- se sitúa entre las comunidades más pobres. ¿Hasta qué punto es aconsejable que una región dependa casi exclusivamente de un único sector?El País,

Casi siempre es mejor diversificar, pero no hacerlo tampoco tiene por qué suponer un trauma. Y me explico: no pasa nada por que Canarias se dedique al turismo. El problema es que se dedique al turismo de bajo valor añadido -el turismo de sol y playa-, el que solo necesita camareros y recepcionistas de hotel que no requieren ningún tipo de formación y, por lo tanto, los salarios son bajos.

Si en cambio hubiera una política que reorientara el turismo hacia un alto valor añadido con sesiones históricas, rutas gastronómicas y actividades donde se muestre toda esa riqueza cultural y paisajística que tiene Canarias, estaríamos hablando de que se necesitarían personas mucho más formadas, con idiomas y conocimientos más avanzados y específicos que requerirían condiciones laborales más elevadas. Ahí la cosa cambiaría.

De todas formas, tampoco debemos atormentarnos por dedicarnos a un solo sector. Si en otras partes del país hay regiones mucho más productivas, podemos canalizar ese excedente de producción hacia las zonas en las que menos productividad hay. Por decirlo de forma llana: redistribución territorial de la riqueza para que en todo el Estado haya un nivel de vida equiparable.

Regresemos a la política… ¿Por qué la izquierda española ha vuelto a dar muestras de división, y un ejemplo muy claro es lo ocurrido en Madrid? ¿Cómo se explica tanta fragmentación y qué impacto real puede tener en los resultados electorales?

Aquí las causas son variadas. Creo que una característica a destacar es que la izquierda es muy rica y plural: se fija en muchos factores y no solo en cuatro como hace la derecha. Esto genera muchísimas fricciones en la izquierda. También otro rasgo es que hay ambiciones políticas de determinadas personas que quieren tener su propio partido político, su propio espacio de control y no son solidarias. No ceden su espacio, como hemos hecho nosotros, en Izquierda Unida, que hemos empezado a colaborar con Podemos allí donde hemos podido y no nos ha temblado la mano a la hora de tener un poco menos de visibilidad pensando en el bienestar social.

Por lo tanto, las causas son muy diversas y, obviamente, pueden tener un impacto negativo en el ámbito político porque la ley electoral penaliza las divisiones. Separados no vamos a tener tanta fuerza para lograr aplicar nuestras medidas y es una mala noticia que proyectos políticos tan parecidos estemos divididos.

Hoy en día se sigue viendo cómo un político imputado o investigado por un caso de corrupción, como Fernando Clavijo, presidente del Gobierno de Canarias, no se da por aludido y se presenta a la reelección como diputado autonómico para intentar seguir en ese mismo puesto, con aplausos unánimes de su partido, Coalición Canaria. ¿Qué debe pensar o tener en cuenta el electorado y cómo tiene que actuar la política para erradicar esos comportamientos?

En IU siempre hemos propuesto medidas que pretenden afianzar nuestra democracia. Esto pasa por otorgar a la ciudadanía un control mucho más directo sobre sus representantes políticos y que pueda haber incluso revocatorios, para que, si la gente no está contenta con la persona a la que ha votado, no tenga que esperar cuatro años para poder revocarla. Se trata de que haya mucho más control ciudadano sobre los partidos políticos… Y en cuestiones de corrupción, aunque esto es más delicado -porque las imputaciones pueden ocurrir sin apenas haber habido sospechas ni pruebas-, que también den un paso a un lado si eso supone mayor credibilidad política para el proyecto.

¿Cómo ve la situación actual de IU y qué futuro cree que tiene por delante esta organización política, quizá un poco deslucida últimamente?

¿Un poco…?

¿Deslucida?

Bueno, a eso me refería antes. Quizás las siglas y símbolos de Izquierda Unida no se vean tanto como antes -que eso habría que verlo, porque siempre hemos estado excluidos de los grandes medios de comunicación y hemos seguido dando la batalla-, pero lo hemos hecho a favor de un proyecto político para nuestro país, pensando en la mayoría social. Hemos creído que juntarnos todos y todas, aunque tengamos sensibilidades relativamente diferentes, es la mejor forma de conseguir nuestros objetivos políticos, y no nos deben doler que nuestras siglas no aparezcan tanto como antes.

En cualquier caso, insisto, si nosotros no hubiésemos colaborado con Podemos para ir juntos a las elecciones generales tendríamos todavía menos visibilidad de la que tenemos hoy en día. Porque tendríamos menos diputados, menos financiación, menos espacio para las campañas electorales… Por eso creo que la confluencia sí fue positiva, incluso en términos de visibilidad.

¿Cómo ha visto la estrategia de la derecha en las generales del 28 de abril?

La derecha ya hemos visto que ha cometido una barbaridad: la de escorarse todavía más a la derecha y mantener un proyecto económico, social y político muy de derechas. La verdad es que me alegro de que la ciudadanía haya votado en masa para penalizar ese tipo de comportamientos y además haya demostrado que nuestra sociedad no consiente esas transgresiones a la democracia y a los derechos fundamentales de algunos colectivos como las mujeres, los inmigrantes...

¿Y qué papel le corresponde a la izquierda de Podemos e IU en la nueva legislatura?

La de siempre: intentar convencer a la gente de que nuestro proyecto político es el que de verdad piensa en la clase trabajadora, en la mayoría social y en los derechos humanos y cívicos, que están hoy en día, desgraciadamente, amenazados por la derecha.

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