Soria no dimitirá porque no cree en la doctrina de su propio partido y sí en la tesis del empocilgamiento en el que, a su juicio, están instalados los socialistas. Dice que le quieren echar sin pasar por las urnas y eso él no lo soporta. Curiosa postura comparándola con la de sus compañeros de Madrid, pero allá cada cual con su credo. Contó para tener calor humano en el pleno con la parlamentaria nacional Mercedes Roldós y la senadora Carmen Guerra, no así con la presencia más deseada, la de su hermano Luis, el consejero del escándalo, el dueño del bidé más intacto de la Comunidad Autónoma, el que ejecutaba instrucciones de la superioridad, el que hizo el trabajo que le tocaba, siempre sumiso, siempre tan meticuloso y trabajador. Tampoco estuvo Mauricio, al que nos gustaría escuchar contando la guerra según la vio él desde su trinchera. Es decir, en primera línea de fuego. Pero eso lo veremos en la comisión, seguro.