Quebec: un rincón de Francia en el estuario del Río San Lorenzo

Calles del centro histórico de la ciudad de Quebec. Jason

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El estuario del Río San Lorenzo se convierte en un estrecho pasillo a medida que las aguas dulces van ganando terreno a las saladas. El lugar escogido por los franceses para construir su ciudad en América no fue cosa de la casualidad. En este punto, el río se estrecha hasta casi tocarse en un lugar en la que la próxima Isla de Orleans protege de embates climáticos indeseables a la par que otorga un tercer punto de defensa ante visitas inoportunas. Y de ahí su nombre: ‘Donde el río se estrecha’, en la lengua de los iroqueses. En una colina cercana al puerto se erigen los muros de la Ciudad Vieja, punta de lanza de la expansión gala por el Nuevo Mundo. Quebec se fundó en 1608 y desde sus primeros años fue fuente de disputas y peleas entre franceses e ingleses. La titularidad de la plaza fue cambiando de manos cada poco hasta que la Nueva Francia canadiense pasó a manos británicas de manera definitiva en 1763. Pero en apenas ese siglo y medio de idas y venidas, la ciudad adquirió un toque francés que la hace especial entre las urbes de Norteamérica. Un toque que no ha abandonado nunca: el 96,4% de sus más de 800.000 habitantes hablan francés y tienen un fuerte sentido de la identidad frente a la población anglófona del Canadá.

Este carácter propio queda de manifiesto en el Vieux Québec, un conjunto histórico artístico del siglo XVIII que ha sido declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Con más de cinco kilómetros de murallas, fortines, baluartes y puertas fortificadas, las murallas de Quebec son únicas en esta parte del mundo. Para encontrar recintos amurallados como éste hay que bajar hasta México. Los muros de la ciudadela encierran un trazado urbano de calles estrechas y empedradas cuajado de casas de estilo francés y grandes edificios monumentales. Quebec es, sin duda alguna, la ciudad más europea al norte de la frontera mexicana: si en Latinoamérica los españoles exportaron su arquitectura colonial de tintes andaluces y canarios, aquí los franceses hicieron lo propio: una ciudad francesa a miles de kilómetros de Francia.

La Place Royale es el centro de la vieja Quebec. Aquí se fundó la ciudad a inicios del siglo XVII. A pocos metros del viejo puerto. En este lugar se concentran algunas de las piedras nobles más antiguas de América del Norte; como las de Notre Dame des Victories, que es la construcción europea más antigua al norte de la frontera mexicana. Los callejones de Petit Chaplain forman la ciudad baja y un poco más arriba, tras un escalón de varias decenas de metros, se extiende Haute Ville (villa alta). La manera más bonita de subir es a través de la pintoresca pero empinada calle Côte de la Montaigne, pero para vagos hay un funicular que une las dos partes. El nexo entre la ciudad baja y la alta es la terrase Dufferin el paseo panorámico que adorna uno de los flancos del imponente Chateau Frontenac (Rue des Carrières, 1) un hotel construido en el siglo XIX que parece un inmenso castillo francés. Lo mejor de Quebec es que el centro histórico está impecable; nada de pastiches o añadidos que desentonen. Murallas adentro impera la ley de la madera, la piedra y el ladrillo: algo que se agradece.

En la ciudad alta hay varios hitos imprescindibles. Aunque no te gusten las iglesias acércate a ver, por lo menos por fuera, la Catedral de Notre Dame de Quebec Catedral de Notre Dame de Quebec (Rue De Buade, 16) una maravilla que es bonita en su exterior y aún más en su interior con arcadas de carácter clásico (a caballo entre los últimos momentos del renacimiento europeo y el barroco) y vidrieras traídas desde talleres franceses. En el entorno de la catedral están la Plaza de Armas y el Museo del Fuerte Museo del Fuerte (Rue Sainte-Anne, 10; Tel: (+1) 418 692 2175; E-mail: info@museedufort.com) en el que se hace un repaso a la historia de la ciudad a través del conflicto entre Inglaterra y Francia. Un paseo imprescindible es recorrer el perímetro de las murallas. De cara al río ofrece imponentes vistas de la villa baja y de la vecina Levis, al otro lado del San Lorenzo. En la zona que une las puertas de San Luis y San Juan podremos ver la frontera entre la vieja Quebec y la nueva, dónde los edificios con solera del XIX –presididos por el Parlamento- empiezan a ceder su espacio a los rascacielos y los barrios residenciales; y de vuelta a terrase Dufferin pasaremos junto a la Ciudadela (Côte de la Citadelle, 1) antigua fortificación de la ciudad y hoy sede de un museo militar.

Frente al castillete se extienden los prados verdes y las pequeñas arboledas de Les plaines de Abraham, un enorme parque que tiene una gran importancia histórica. Aquí fue donde los ingleses asestaron el golpe de gracia a los franceses en 1759. Un pequeño museo histórico Un pequeño museo histórico (Avenue Wilfrid-Laurier, 835) recuerda los hechos. De vuelta a la ciudad amurallada no deben faltar los paseos por las calles San Luis y San Juan, que concentran una gran cantidad de comercios y restaurantes sin que eso haya supuesto estropear la impresionante arquitectura histórica del siglo XVIII. Otro lugar imprescindible es la Calle du Trésor, un pequeño callejón repleto de pequeños puestos de artistas locales y anticuarios.

La ciudad puertas afuera

Si bien lo más bonito de ver está dentro de los límites de las murallas, la nueva Quebec también tiene algunos lugares que bien merecen un paseo. En las inmediaciones de las puertas de la antigua fortificación aún pueden verse edificios con solera en el barrio de San Juan Bautista. Pero las nuevas edificaciones van tomando el protagonismo (sobre todo al sur del Boulevard René Levesque) hasta adueñarse del paisaje urbano más allá de la Avenida de Salaverry. A partir de ahí, Quebec se convierte en una ciudad típicamente anglosajona con algunos edificios altos y barrios residenciales. En esa zona difusa que mezcla lo viejo y lo nuevo se levanta el Observatorio de la Capital Observatorio de la Capital (Rue de la Chevrotière, 1037), un mirador 360 grados instalado en la última planta de un pequeño rascacielos.

San Juan Bautista es el barrio más bohemio de la ciudad; es el lugar de moda. Las calles son estrechas y se suceden las viejas casas de piedra y ladrillo. El elemento patrimonial más notable del pequeño vecindario es la Iglesia de San Juan (Rue Saint-Jean, 410) un precioso edificio del siglo XIX que se inspiró en la Santísima Trinidad de París y que demandó hasta siete tipos de mármol italiano. En el barrio hay multitud de tiendas, bares de moda y hasta un museo dedicado al chocolate museo dedicado al chocolate (Rue Saint-Jean, 634) ideal para golosos –con impresionantes degustaciones-.

OTRAS VISITAS EN QUEBEC

Cruzar el río hasta Levi y visitar el Vieux Port .- Los transbordadores que cruzan el Río San Lorenzo salen de la Gare Fluvial, en el paseo del Viejo Puerto –a dos pasos de la Place Royale y la Batería Royale-. La travesía apenas supera el kilómetro y no demanda más de diez o doce minutos. El precio del pasaje ronda los 1,70 euros. Pero merece la pena para ver la ciudad desde el otro lado del río. El paseo puede completarse con una vuelta por el Vieux Port (Puerto Viejo). Para amantes de la historia de la navegación queda el Museo Naval de Quebec Museo Naval de Quebec (Dalhousie Street, 170; Tel: (+1) 418 694 5387; E-mail: info@museenavaldequebec.com ).

Acuario de Quebec Acuario de Quebec (Avenue des Hotels, 1675).- Ideal para hacer un ‘descanso’ si vas con los enanos de la casa. El acuario está bastante bien ambientado, es grande y tiene multitud de actividades pensadas para los más pequeños. Si estás varios días en la ciuad no es mal plan para una mañana o una tarde.

Los mejores museos de Quebec .- Si eres de los que incluyen los museos en tus visitas turísticas a las ciudades te damos un par de pistas para que puedas elegir según tus intereses y gustos. Ya te hemos adelantado algunos en el texto principal pero estos son los más notables. El Museo Canadiense de la Civilización Museo Canadiense de la Civilización (Rue Dalhousie, 85) está centrado en las diferentes culturas que han ocupado el lugar desde la Prehistoria hasta nuestros días: las colecciones indígenas y las coloniales son las más interesantes. El Museo de la Cultura Popular Museo de la Cultura Popular (Rue Laviolette, 200 -Trois-Rivières-) está instalado en la antigua cárcel de la ciudad. Sólo por eso ya merece la pena visitarlo aunque queda bastante a tras mano del centro. Museo de Bellas Artes Museo de Bellas Artes (Grande Allée Ouest, 179), con más de 25.000 obras de arte de autores locales, nacionales e internacionales. Museo de la América francófona (Côte de la Fabrique, 2) centra sus colecciones en la presencia y herencia francesa en la zona.

Fotos bajo licencia CC: Xiquinho Silva; Martin Robson; Jason; Ross Dunn; Antoine Jamin; Mike

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