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La canción de Luanda

Tú eres yo, o yo soy tú. Depende desde que lado del Atlántico mires. En un pasado lejano, o en un futuro incierto, tú y yo nos encontraremos. Seremos uno.

Dominamos con fuerza desde la fortaleza de San Miguel. Cálidos pero guerreros. Ritmos ovimbundus y bakongos recorren la brisa trayendo buenas nuevas. Paulo Dias de Novais nos dio la vida. Ha sido un camino largo hasta convertirnos en el París de África.

Nadamos en el río Kwanza. Nos ahogamos, perdemos fuerza. La independencia nos dejó una cicatriz que cuesta mirar; Europa nos ha abandonado. Necesitamos conocimientos y manos mañosas. ¿Podemos hacerlo?

Hay corrupción. Hay sentimiento de fracaso. Somos la ciudad más cara del mundo, una de las más desiguales también. Pero somos felices. Conocemos los mejores puestos del mercado de la Rua. Nos sabemos de memoria las callejuelas llenas de edificios coloniales. Nos divierte conducir esas carreteras llenas de baches.

Estamos en paz.

Nos perciben duros y oscuros, como el petróleo y el diamante de nuestras entrañas. Parad un segundo: ¿Lo oléis? Café, cigarrillo quemado, viento salado. Somos más de lo que aparentamos. Nuestra sangre corre roja como la tierra del Mirador de Lua. Nuestro orgullo es poderoso como las corrientes de la Isla Mussulo. Nuestro espíritu brama por la libertad con la misma vehemencia que los marineros de los barcos perecidos en el Cacuaco.

Hemos dudado. Hemos tenido miedo. Pero entonces África nos recordó nuestra canción, esa que nuestra madre y las ancianas de la tribu nos compusieron en el bosque cuando nacimos. Y recordamos nuestra belleza cuando nos sentimos feos. Nuestra totalidad cuando nos sentimos frustrados. Nuestro propósito cuando estuvimos confundidos.

Ven. te siento. Tú también necesitas recordar.

Yo, Luanda, te cantaré al oído tu canción.

Tú eres yo, o yo soy tú. Depende desde que lado del Atlántico mires. En un pasado lejano, o en un futuro incierto, tú y yo nos encontraremos. Seremos uno.

Dominamos con fuerza desde la fortaleza de San Miguel. Cálidos pero guerreros. Ritmos ovimbundus y bakongos recorren la brisa trayendo buenas nuevas. Paulo Dias de Novais nos dio la vida. Ha sido un camino largo hasta convertirnos en el París de África.