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Los que ya tenemos una edad recordamos, seguro, de la infancia la llegada del circo a nuestros pueblos, el montaje de la carpa, la emoción del espectáculo y, sobre todo, la tensión que generaban las acrobacias imposibles en columpios que parecían tocar el cielo, con un maestro de ceremonias que te llevaba a la máxima emoción al grito reiterado de “más difícil todavía”. Valga esta añoranza en el recuerdo de los circos de antes para definir el presente que estamos viviendo en el campo español los hombres y las mujeres que trabajamos en la agricultura y la ganadería, enfrentados, un día sí y otro también, al más difícil todavía de situaciones críticas que se superponen unas a otras, agravando el equilibrio imposible de una profesión de acróbatas que saltan al vacío sin red.
La enciclopedia de los tiempos actuales, la Wikipedia, define circo como un espectáculo artístico, normalmente itinerante, que puede incluir a acróbatas, contorsionistas, equilibristas, escapistas, forzudos, hombres bala, magos, malabaristas, mimos, monociclistas, payasos, titiriteros, tragafuegos, tragasables, trapecistas, ventrílocuos y zanqueros. Y en ese circo nos encontramos nosotros y nosotras, asumiendo como propia la definición de equilibristas, rodeados en mayor o menor medida del resto de oficios y habilidades, empeñados todos ellos en movernos la barra sobre la que sostenemos, cada vez con mayor dificultad, la magia de producir alimentos a costes cada vez más desorbitados y ofrecerlos a toda la población a precios cada vez más bajos.
La situación en muy complicada para todos. Somos conscientes. No somos los únicos perjudicados por las consecuencias de la invasión y la guerra en Ucrania, ni por el absurdo e incomprensible desmadre de los precios en la energía y los carburantes. Pero sí que, en nuestro caso, llueve sobre mojado –a pesar de la sequía–, y esta suma de crisis nos lleva a escenarios más y más complejos.
Así se demostró, con todos los matices que sean necesarios, en la gran manifestación del 20 de marzo en Madrid, tras la que desde UPA sacamos dos conclusiones básicas: una, en la mezcla variopinta de mensajes y reivindicaciones que se sumaron en la convocatoria, realmente solo destacaron los gritos de socorro de las organizaciones agrarias, por algo será, y dos: es evidente que debemos trabajar “Juntos por el campo”, como decía el lema común de la movilización.
Y juntos quiere decir sumando a nuestro esfuerzo el apoyo de las Administraciones, que siempre exigimos y reconocemos cuando se consigue; pero también del resto de compañeros del gran circo de la cadena alimentaria, que compran, transforman y venden nuestros productos, con estrategias de negocio puro y duro, incluida la especulación y las malas artes, en el espectáculo que todos compartimos por el bien último de toda la sociedad.
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