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Venezuela heroica, feliz 2026

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Los millones de ojos de Occidente, clavados estas fechas en las luces navideñas, son pacientes de una miopía generalizada. Esta ceguera inducida, a la que contribuye el imperialismo cultural -como lo llamara Armand Mattelart-, ha neutralizado la posibilidad de advertir cuáles son las gestas heroicas de estos tiempos, así como las actuales heroínas y héroes que acompañan a la humanidad en su camino hacia un mundo mejor.

En territorio castellanomanchego percibimos que al decir “Venezuela no es una amenaza, es esperanza”, se produce un cortocircuito en quienes escuchan. Comienza con unos ligeros tics faciales que la mayoría de las veces termina en afirmaciones tales como: “No será con el dictador Maduro”.

Hemos identificado que cuestionar la narrativa hegemónica sobre algunos procesos sociales genera antipatía. Entendemos que el abuso de significantes vacíos, la repetición de falsos sintagmas, la manía de mezclar el agua con el aceite o el fascismo con el comunismo, la predisposición racista de reírnos de lo diferente, desgarrar las palabras de su contexto, la criminalización de la pobreza y las costumbres, e infinidad de cosas más, hacen que aceptemos y naturalicemos como el mejor de los modelos posibles lo que los zapatistas llaman la hidra capitalista. Una jungla que esconde bajo el manto dorado de la seducción de los placeres, una violencia negra sin tregua ni parangón que hoy divisamos frente a las costas venezolanas concretada en submarino nuclear. ¿Tenemos claro que no debería estar ahí? ¿A cuántos gobiernos occidentales han escuchado denunciarlo?

En la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) celebrada en La Habana los días 28 y 29 de enero de 2014, los 33 estados miembros ratificaron el compromiso consagrado en la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional a proclamar América Latina y El Caribe como zona de paz y seguridad internacional excluyendo “el uso de la fuerza y los medios no legítimos de defensa, entre ellos las armas de destrucción masiva, y en particular, las armas nucleares” que desde el Tratado de Tlatelolco, allá por 1967, quedaron proscritas. Sin embargo, en 2025 EEUU viola todo tratado para rodear Venezuela “por la Armada más grande jamás reunida en la historia de Sudamérica” -palabras textuales del sr. Trump-, alegando migración y narcotráfico como coartada para robar, hasta el día de hoy, cuatro millones de barriles de petróleo venezolano. Hecho que no solo deja evidencia que EEUU no podrá sobrevivir más de seis años sin energía fósil ajena, sino que su presidente practica el segundo oficio más viejo del mundo, la piratería. Leyendo el artículo 101 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar cualquiera podría afirmar con rigurosidad que el presidente de los EEUU es un delincuente común. ¿Qué dice la ONU ante estos hechos en estricto apego a su Carta? ¿Por qué optar por el silencio ante acciones ilegales de esta magnitud? ¿Acaso lo que está pasando compete solo a Venezuela o América Latina y El Caribe?

Recordemos cómo afectaron y afectan en nuestros hogares las acciones de la OTAN contra Rusia. La energía como arma de guerra afecta la estabilidad mundial de los mercados, alimentando un modelo imperialista, colonizador, que propaga la deshumanización y dispara la pobreza. ¿Qué pueblo puede sortear el desabastecimiento alimenticio, médico, educativo, etc.? Admirable la dignidad demostrada por pueblos como el cubano, palestino, saharaui, yemení, mapuche, maliense, nigerino, burkinés, libanés y ¡cómo no! venezolano. Un pueblo victorioso -a pesar de los pesares y pésele a quien le pese- que está moldeando una alternativa: la vía comunal de transición al socialismo; una gesta heroica y profundamente internacionalista, capaz, parafraseando a Fidel, de saldar la deuda de los pueblos que se atreven a ejercer una soberanía real y luchan por compartir el fuego prometeico con la humanidad.

Los pueblos miopes de Occidente tenemos que recobrar la esperanza que un día abanderamos y sumarnos al desafío de las gestas heroicas del presente. El silencio solo es el preludio de una historia que - salvando las distancias- ya hemos vivido y sabemos cómo acaba.

Queremos finalizar y empezar el año tendiendo nuestro Puente Madera para que los ojos miren, las bocas griten, la bondad humana se potencie, los partidos progresistas sean valientes y los parlamentos denuncien la agresión guerrerista de los EEUU a la soberana República Bolivariana de Venezuela y al mundo entero. Y sugerimos para un feliz 2026 el lema 'Venezuela no está sola'. Unamos nuestras voces a los pueblos de sur global que rechazan de manera categórica cualquier tipo de intervención militar, sanción, robo o bloqueo. No al imperialismo. No al fascismo. No al sionismo. Nuestra máxima es la Humanidad.

(*) El Colectivo Puente Madera está formado por Esteban Ortiz, Vanessa Pérez, Elías Rovira y Javier Sánchez.