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Los comercios emblemáticos del centro de Barcelona cierran la persiana

Libro de pedidos de la pastelería La Colmena, en la Plaça de l'Àngel, de 1954. /EDU BAYER

Rut Vilar / Edu Bayer (fotos)

“88 años después de su apertura y tras 82 de actividad en la Ronda de Sant Pere 3. Después de haber superado una Guerra Civil, un incendio devastador y un conflicto inmobiliario, la librería Catalònia de Barcelona cerrará definitivamente sus puertas”. Así se despedía a principios de año de su clientela Miquel Colomer, director de este histórico comercio. Hoy, en el número 3 de la Ronda de Sant Pere, en el centro de Barcelona, un cartel promocional ocupa la pared que en la última década albergó la sección de ensayos de ciencia y técnica de la Catalònia: “Bebidas a 1 €. Cualquier excusa es buena para quedar”. La librería es un McDonalds.

A un par de manzanas de allí, la Canuda (1931) liquida sus libros antiguos, cierra este viernes. Mango prepara su desembarco en el local. También en el centro de la ciudad, el Palacio del Juguete (1936) ya se ha trasladado. Los zapatos de la italiana GEOX llenarán pronto los 300 m2 de planta de este establecimiento centenario.

La caída de las ventas y el cambio en la legislación de arrendamientos urbanos (LAU) –conocida como ley Boyer–, que entrará en vigor a finales de 2014 y que, entre otras cosas, permite a los propietarios actualizar los alquileres de renta antigua (¡se pueden multiplicar por 50!), obligan a algunas de las tiendas emblemáticas del centro de Barcelona a bajar la persiana. Las grandes marcas se comen al pequeño comercio. Y el centro de la capital catalana pierde identidad para parecerse, cada vez más, al centro comercial de cualquier gran urbe occidental.

Así las cosas, presionado por los comerciantes, los medios y la ciudadanía, el Ayuntamiento decidió tomar cartas en el asunto. En el último pleno de antes de las vacaciones de verano, se aprobó acuñar una nueva categoría en la calificación del patrimonio para los comercios emblemáticos de la ciudad: catalogarlos como bienes culturales de carácter histórico y etnológico como patrimonio mueble, inmueble y material. Más a allá del título, la decisión de los políticos resta vacía de contenido. El consistorio no ha determinado qué significa que los comercios emblemáticos sean declarados bienes culturales y, por lo tanto, si la decisión los protege de la LAU o no. En principio, los comerciantes confían en que esta medida permita la ejecución de políticas públicas de protección de comercios y tiendas de Barcelona. Pero los tenderos entienden que si llega, llegará tarde.

El panorama es claro: según un informe elaborado por ESADE y la Fundación Barcelona Comerç, el 40,8% de los arrendatarios de los ejes comerciales de la ciudad se van a ver afectados por el cambio de la ley, por el fin de los alquileres antiguos. Así las cosas, a un año de la regularización, por un local de la zona de Portal del Ángel por el que ahora el arrendatario –de renta antigua– paga unos 600 € al mes, algunas multinacionales están ofreciendo al propietario cerca de 30.000.

Entre los afectados, según el citado informe, habría una quinta parte de los comercios emblemáticos de la zona premium de la ciudad, el llamado eje de oro de Barcelona.

La lentitud con que la Administración ha intervenido y la indefinición de la intervención, han hecho que los más escépticos hayan aceptado ya traspasar sus negocios para, en el mejor de los casos, llevarse, como mínimo, un dinero antes de que venza su contrato de alquiler.

Agrupados en la Asociación del comercio emblemático de Barcelona, unos 50 comerciantes encargaron un informe a principios de año a un gabinete de abogados, presentado hace unos meses al consistorio. El documento señala, entre otras cosas, cómo los gobiernos de París o Roma protegen las tiendas históricas de sus centros.

París ha distinguido a 125 comercios, bares, restaurantes y hoteles de la ciudad como bienes cultures protegidos. Valoran su antigüedad, que en ellos se desarrolle una actividad comercial o artesanal tradicional realizada de forma continuada en el mismo sitio y cuestiones arquitectónicas y de decoración del establecimiento.

Roma va más allá de lo relativo a la apariencia y ha declarado como bienes culturales protegidos los negocios donde se llevan a cabo antiguos oficios artesanales que conservan antiguos procesos y técnicas de producción derivadas de las tradiciones culturales locales en peligro de desaparición.

Ambos ayuntamientos procuran por la continuidad de estos comercios con leyes y subvenciones y ofrecen, a su vez, ayudas económicas para su restauración.

El consistorio catalán publicó en enero de 2012 el Estudio de identificación de tiendas emblemáticas de Barcelona y, más tarde, ha ido dando la distinción de “Guapos para siempre” a comercios de Ciutat Vella, el Eixample y los núcleos de los distritos históricos de la ciudad. En total, reconoce 108 establecimientos emblemáticos y 164, destacados.

“Queremos evitar cualquier desaparición más, sea por finalización de contrato, defunción del inquilino, jubilación, etc... ya sea mediante una normativa específica de protección o sirviéndonos de la capacidad negociadora del Ayuntamiento”, reivindican los comerciantes en voz de Josep Maria Roig, de la pastelería La Colmena.

De momento, el nuevo plan de usos de Ciutat Vella se suma a la amenaza de la caída de ventas y de la LAU. En la esquina entre Cucurulla y Carrer del Pi, los propietarios y asiduos a la pastelería Fargas (1928) y los de la numismática Monge (1948), ambos comercios ubicados en un edificio modernistas, temen porque la Fundación del Hospital de Sant Pau, propietaria del inmueble, acepte venderlo a un grupo hotelero que ya ha mostrado interés.

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