Sin duda la jornada del jueves del festival Primavera Sound 2025 fue eminentemente británica, si exceptuamos unos pocos artistas irlandeses, australianos y estadounidenses, anglófonos al fin y a cabo. Desde la cantautora anglo-filipina Beabadoobee, o la rapera londinense de origen jamaicano John Glacier, al productor Jamie XX o los muchachos rockeros que conforman Idle, todos ingleses. Y, por supuesto, también lo son las superdivas Charli xcx, que actuó de cabeza de cartel junto al australiano Troye Silvan, y Tahliah Debrett Barnett, cuerpo y alma del proyecto FKA Twigs, que entregó una actuación performativa memorable.
Asimismo fue una jornada muy femenina, donde las propuestas de mayor relieve las protagonizaron mujeres, si exceptuamos el magno concierto que regaló Spiritualized, en el que homenajeó, tocándolo, su segundo álbum, Pure phase, que cumple este año tres décadas. Jason Pierce reunió para la ocasión un combo que era todo un lujo: además de los tradicionales bajo, guitarras y batería, aportó una potente sección de teclados, dos coristas, una sección de cuerdas con dos violas y otra de vientos, con saxo, trompeta y trombón.
Con semejante tripulación, el crucero, no podía fallar. Y no falló: Spiritualized desgranó una a una las canciones del disco, considerado una obra maestra del noise pop del momento, con influencias claras de la Velvet Underground, pero también del rock progresivo más experimental de los 70. Entre acordes hipnóticos y distorsiones de querencia lisérgica, se colaban los vientos y las cuerdas con sus propias y enloquecidas armonías, más propias de una pieza de free jazz que de un concierto de rock alternativo de los 90. Fue un regalo que la organización otorgó a los viejos rockeros, arrinconados en esta edición por un tsunami de pop bailable y enlatado.
Kate Bollinger acaricia el micro con sus labios
No obstante, Spiritualized aparte, hubo otras satisfacciones guitarreras durante el día, que comenzó sin embargo con la actuación de Rigoberta Bandini en petit comité en el escenario Levi's Plaza, coqueto y recogido, ideal para pequeños conciertos como el de la catalana, que lo cerró con su ya clásico Ay mamá y con espontáneas bailando sobre el escenario. Tras la Bandini, le tocó el turno a la virginiana Kate Bollinger, que hizo las delicias del público con su pop folk de corte sureño, suave y ambiental, tirando de una buena base rítmica y algún slide, además de las clásicas guitarras Fender.
El resultado fue un hilo agradable en el que la voz de Bollinger se deslizaba como un susurro que a ratos recordaba a la añorada Francoise Hardy, siempre cantando con los labios pegados al micrófono, acariciándolo. El problema es que le tocó lidiar con un escenario mastodóntico, el Revolut, y a las seis de la tarde, con el sol dando de pleno y el público todavía frío, más interesado en tumbarse en el césped artificial en corros y beber cerveza que en escucharla. Le hubiera venido mucho mejor el escenario de la Bandini, o al menos uno algo menos aparatoso, íntimo y sugerente; como es su música.
Tras la caricia sonora de Kate Bollinger, tocaba ir en busca de otra mujer liderando un proyecto. La encontramos en la otra punta del parc del Fòrum, de nuevo en el Levi's Plaza. Allí estaba la londinense John Glacier. Activó pronto al público con su rapeo oscuro y nocturno, herbáceo en el sentido más narcótico de la palabra. Mostró su flow deslizándose sobre bases imposibles, más propias de bandas de tecno experimental como Autechre que de un DJ de break beat. Glacier fue subiendo la temperatura ambiental a base de rimas y el público comenzó a sintonizar con ella. El único “pero” a su sesión es que aunque el lugar pareciese adecuado, la hora, apenas las siete de la tarde, era demasiado luminosa para establecer las complicidades necesarias para este tipo de música.
Beabadoobee pone tercera al ritmo de la tarde
Tras Glacier, de nuevo tocaba desplazarse al otro extremo del Fòrum, al escenario Estrella Damm, tan inmenso como su hermano gemelo, el Revolut. Sin embargo, la anglo-filipina Beabadoobbe consiguió no solo llenarlo, sino también enchufar al respetable a base de sus letras sobre la cotidianeidad, su voz sugerente y atiplada y su potente banda, que trazaba en cada canción un sendero de sólido power pop guitarrero, más propio de los 90 del siglo XX que de los 20 del XXI. Fue el primer arranque serio del festival, aunque siempre desde una actitud complaciente, más pop que rock y sin demasiada orografía emocional en el desempeño de los temas. Una lástima porque en las otras facetas estuvo sobresaliente.
Dejando a Beabadoobbe en el Estrella Damm, de nuevo tocaba desplazarse para ver la actuación de otra mujer, en este caso la fascinante Cassandra Jenkins en el escenario Amazon Music. Ahí se conjugaron los astros: la tarde cayendo, la suavidad de la brisa, la luminosidad descendiendo y un escenario a escala humana para la propuesta de la neoyorkina: música ambiental, llena de atmósferas jazzísticas a ratos –contaba con un saxofonista– y oscuras y electrónicas en otros gracias a los sintetizadores. El público, aunque no masivo si considerable, se entregó al que fue uno de los conciertos más exquisitos de la tarde.
FKA Twings: electrónica, sudor y danza
A las diez le llegó el turno a una de las cabezas de cartel de la jornada, el proyecto FKA Twigs, liderado por la actriz, cantante y bailarina londinense Tahliah Debrett Barnett, propietaria de la célebre voz que puede oírse en ese bellísimo himno del trip hop extemporáneo llamado Two weeks. En dos ocasiones anteriores, Barnett había cancelado a última hora su asistencia al festival, pero esta vez llegó, vio y sedujo con su espectáculo, pura danza física y sudorosa.
Una performance que se reproducía a través de pantallas en blanco y negro y que dejaba ver el cuerpo de los bailarines, duro como el grafito, en contorsión permanente. Al principio el desarrollo fue lento, pero progresivamente fue cogiendo velocidad y ritmo y el público, muy numeroso, comenzó a prestar atención a la maravilla que acontecía en el escenario, puro arte.
Aun así, era imposible abandonar la sensación de que en aquel escenario desmesurado –el Estrella Damm– este tipo de espectáculo tenía poco sentido. Aunque fuera bienintencionado intentar elevar el nivel artístico de la noche, ni el lugar ni la ocasión parecían apropiados. La propuesta de FKA Twigs merece más otras querencias menos festivas, acaso en festivales como el Grec o en teatros como el Liceo, donde su despliegue performativo se habría podido apreciar con mayor silencio, respeto y atención.
Y como la noche no puede ser eterna y Charli xcx no actuó hasta la una y media de la madrugada, la mejor manera de cerrar este jueves de Primavera Sound fue con el ya comentado concierto de Spiritualized. En especial poder apreciarlo rodeado de seguidores y seguidoras de la banda, gentes que vinieron con la idea clara de no perder la ocasión, como quien es invitado a la cata de un vino muy especial y sabe que no va a haber muchas más oportunidades de probarlo.