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El hilo del suicidio y la salud mental: la obra de teatro que retrata a la juventud angustiada de hoy y de hace 100 años

'La malaltia', de Juan Carlos Martel

Germán Aranda Millán

26 de marzo de 2021 22:37 h

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“A los jóvenes se nos acusa prácticamente de todo. Por eso no basta con sobrevivir, hay que ganar”. Esta frase la podría haber pronunciado un joven manifestante contra el encarcelamiento de Pablo Hasel y la precariedad generacional, por ejemplo, pero pertenece a un estudiante de los años 20, protagonista de El mal de juventud, la obra del dramaturgo Ferdinand Bruckner que hoy revive en Barcelona. Lo hace dentro de La malaltia, la pieza dirigida por Juan Carlos Martel, que teje toda una experiencia creativa sobre la salud mental de los jóvenes, sus límites, sus presiones. 

Lo más sorprendente: las cápsulas referentes al infernal piso de estudiantes de la década de 1920 retratado por Bruckner se antojan tan actuales como el resto de la obra que acoge el Teatre Lliure de Barcelona, una propuesta innovadora y descarnada para el Día Mundial del Teatro, que se celebra este sábado. El período de entreguerras, apunta el director Juan Carlos Martel, fue “un momento de nihilismo extremo en el cual los jóvenes tenían grandes dificultades para trabajar de aquello que estaban estudiando”. El director destaca la frase de la obra en la que los jóvenes apuntan a “aburguesarse o suicidarse” como única solución y completa: “Yo añado 'o ir a la cárcel', a partir de lo sucedido con Pablo Hasel”.

La malaltia arranca cruda, con cifras de suicidio. Durante los primeros cinco meses de 2020, esta fue la primera causa de muerte no natural en España, con 1.343 fallecidos. Casi nueve suicidios al día. 800.000 en el mundo, uno cada 40 segundos, y con especial incidencia entre la población de 15 a 29 años. Ante la tendencia a silenciar esta realidad o a atribuirla a enfermedades mentales lejanas a cada uno de nosotros, la obra La malaltia aboga no sólo por mirar a los ojos de esta epidemia que amenaza con crecer aparejada a la de coronavirus (según apunta la propia ONU), sino también por relacionarla directamente con la precariedad, la provisionalidad, la falta de horizontes, la estigmatización de los jóvenes y, en definitiva, un capitalismo que aprieta y, en demasiadas ocasiones, ahoga. Sin titubeos, los jóvenes actuales que presentan las cápsulas de entreguerras apuntan al capitalismo como responsable de situaciones de verdadero colapso mental. 

La juventud como “desplazamiento” o “inconformismo”, apunta la obra de Martel, va más allá de la edad y se erige como momento de precariedad o falta de encaje en el aburguesamiento adulto. Por eso la obra cita como “joven” a Jordi Mesalles, a quien dedica una de las cápsulas explicando que fue el primero en dirigir 'Los males de juventud' en Barcelona. Mesalles se pasó media vida luchando contra las instituciones culturales y falleció con 52 años por una insuficiencia cardíaca que, según se apunta en la obra, pudo ser provocada por un suicidio.

“Me siento triste porque estoy cansada, pero en general soy una persona alegre”, es otra de las frases de la obra que puede atravesar a centenares de jóvenes que, por muy risueños que intenten ser, se ahogan en las exigencias de éxito laboral. Frustraciones y miedo al fracaso que van más allá del horario de trabajo y acaban golpeando la salud mental de estudiantes, trabajadores y parados.

“Afrontar el suicidio para nosotros no es afrontar que las personas quieren dejar de vivir, sino que quieren dejar de sufrir”, lanza Martel. El reciente “vete al médico” que un diputado del PP propinó a Íñigo Errejón cuando pedía un plan de salud mental, operó también como “espejo de actualidad de la obra y ejemplo de cómo la gente cree que no le pueden pasar determinadas cosas” frente a un teatro “que debe servir para empatizar”. 

Aunque la idea de la obra, cerrando una trilogía de corte social, surgió antes de la COVID-19, “está claro que la pandemia ha influido en el proceso creativo”, reconoce Martel, que cree que el Día Mundial del Teatro, que se celebra este sábado, “sirve para unificar la voz de los que expresamos las necesidades de las artes escénicas” pero que no deja de ser un “acto de comunicación” de una lucha que es diaria. Los propios actores de la obra, todos jóvenes, “son muy conscientes de que la precariedad es inherente al trabajo en el teatro y también se sienten privilegiados de poder actuar en una obra como estas en un teatro público”, expresa Martel. 

Él mismo, director de la obra pero también del propio Teatre Lliure, celebra que “cada día que se puede llevar a cabo la función y viene público es un éxito”, consciente de que “la mayoría de los teatros de Europa están cerrados” y de que en el sector privado y sobre todo en las pequeñas salas el golpe económico está siendo terrible. Un reciente estudio a nivel europeo cifraba en un 90% las pérdidas de ingresos en las artes escénicas en todo el continente. En el Lliure, la limitación del aforo ha afectado al presupuesto, reduciéndolo 1,2 millones de euros con respecto a los 7,2 millones de 2019.

Martel fue nombrado director del Lliure poco después de la marcha de Lluís Pasqual, al que el colectivo 'Dones i cultura' acusó de “prácticas abusivas contrarias a los derechos laborales”. Hace un mes, el teatro catalán quedó en shock ante las múltiples acusaciones destapadas por el diario Ara sobre el abuso de poder y maltrato psicológico del director teatral Joan Ollé, que fue apartado del Institut del Teatre. La obra 'La malaltia' también dedica una cápsula a la perversión de los castings, que “depende de cómo se hagan te generan una violencia, un ponerte a prueba constante y diario que los jóvenes tienen que pasar cada día y que es muy cansado”, apunta Martel. Las denuncias a Ollé, dice, son “una pieza más de muchas” en un sector que, “como la mayoría, ha vivido situaciones que los jóvenes no dejarán que vuelvan a repetirse”. “La pregunta que nos tenemos que hacer ahora es qué estamos haciendo mal para que dentro de 20 años no venga alguien a ponernos en evidencia”, añade Martel, que confía en que la misma capacidad transformadora de los jóvenes que ha servido para poner el acoso y el abuso de poder en la agenda sirva para revertir la presión social a la que se somete a los jóvenes. “El futuro es de los jóvenes y aunque no encontremos una salida, la constancia en la denuncia hará que vayamos creando las realidades de otra manera. Ya se están construyendo alternativas sociales y modelos de gobierno ciudadano. A lo mejor no llegaremos a un cambio de modelo evidente, sino a una mutación”, reflexiona.

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