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Ellas, siempre necesarias

Ana Sabartes

Nacida en Barcelona (1990), licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra, dedicada a la comunicación política y sobretodo, a sus lideresas —

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A menudo no pensamos en las percepciones de los votantes en relación con el género de los candidatos de cada partido político, pero es importante hacerlo porque tiene consecuencias. Los electores tienden a asociar rasgos de personalidad femenina y masculina ignorando las capacidades reales de cada candidato/a. Así, los hombres son puntuados en energía, competitividad, liderazgo, independencia preparación, ambición, entre otros. Mientras que, con las mujeres, se tiende a puntuarlas en esfuerzo, prudencia, discreción, tenacidad, sensibilidad, proximidad, cuidado y diálogo. Así pues, cuando pensamos en los puestos que una mujer podría desempeñar perfectamente en la política, creemos que ha de trabajar en los ámbitos de educación, sanidad o en políticas sociales, y no damos crédito a que una mujer pueda ser ministra de defensa (como la ex ministra Carme Chacón, duramente criticada).

Por lo tanto la sociedad hace que permanezcan unos estereotipos y clichés, que favorecen una determinada opinión pública y refuerzan las percepciones que tienen las lideresas políticas de sus habilidades, marcando así sus relaciones competitivas entre ellas y sus compañeros de partido. Todo esto es debido a que los electores reciben una información que reproduce los modelos clásicos de género. Por eso a las candidatas se les presume unas habilidades en detrimento de otras, se las ve más capacitadas en según qué ámbitos o se les pregunta más unos temas que otros con una forma y un contenido diferente al de los hombres. Acaso alguien recuerda que se le pregunte a un político “¿Cómo lleva la conciliación laboral y familiar de su casa?”.

Estos esquemas de género están desde hace demasiado tiempo en la sociedad y hacen que influyan mucho en las opiniones del electorado, sus preferencias políticas, electorales y como no, también en los medios de comunicación.

Aun así, ¿el hecho de ser mujer en la política puede proporcionar ventajas competitivas para las políticas y una oportunidad para los que aspiramos a otra nueva dimensión y manera de hacer política? sí, pero con reservas.

Cada vez hay más demanda de una política con nuevos valores, relaciones, temas latentes en la sociedad que se está expresando con fuerza cada día y coincide con los roles de personalidad y habilidad de las líderes políticas. “Ellas” pueden interpretar éstas demandas y proporcionar una nueva manera de hacer.

Lamentablemente, es difícil obtener esta nueva política que busca esta “feminización” y un protagonismo de las mujeres en ella. Pero no podemos tolerar que ésta continúe secuestrada y monopolizada por hombres que no responden al ansia de una política más democrática, eficiente, útil y que derroche igualdad

A menudo no pensamos en las percepciones de los votantes en relación con el género de los candidatos de cada partido político, pero es importante hacerlo porque tiene consecuencias. Los electores tienden a asociar rasgos de personalidad femenina y masculina ignorando las capacidades reales de cada candidato/a. Así, los hombres son puntuados en energía, competitividad, liderazgo, independencia preparación, ambición, entre otros. Mientras que, con las mujeres, se tiende a puntuarlas en esfuerzo, prudencia, discreción, tenacidad, sensibilidad, proximidad, cuidado y diálogo. Así pues, cuando pensamos en los puestos que una mujer podría desempeñar perfectamente en la política, creemos que ha de trabajar en los ámbitos de educación, sanidad o en políticas sociales, y no damos crédito a que una mujer pueda ser ministra de defensa (como la ex ministra Carme Chacón, duramente criticada).

Por lo tanto la sociedad hace que permanezcan unos estereotipos y clichés, que favorecen una determinada opinión pública y refuerzan las percepciones que tienen las lideresas políticas de sus habilidades, marcando así sus relaciones competitivas entre ellas y sus compañeros de partido. Todo esto es debido a que los electores reciben una información que reproduce los modelos clásicos de género. Por eso a las candidatas se les presume unas habilidades en detrimento de otras, se las ve más capacitadas en según qué ámbitos o se les pregunta más unos temas que otros con una forma y un contenido diferente al de los hombres. Acaso alguien recuerda que se le pregunte a un político “¿Cómo lleva la conciliación laboral y familiar de su casa?”.