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Obesidad e impuestos a las bebidas azucaradas

Carlos A. González

La prestigiosa revista médica inglesa The Lancet ha publicado esta semana un importante estudio con escaso eco en la prensa, en el que se estima que si se redujera el contenido de azúcar en un 40% en las bebidas azucaradas, como la coca-cola durante los próximos 5 años, disminuiría la ingesta energética en casi 40 calorías diarias. Esto llevaría a un disminución del 1% en la prevalencia de sobrepeso y del 2% en la prevalencia de obesidad en la población adulta del Reino Unido. Se lograría disminuir 1 millón de adultos obesos y prevenir la aparición de alrededor de 290.000 casos de diabetes tipo 2, asociados a la obesidad en esa población. El efecto beneficioso, podría ser incluso mayor en jóvenes y adolescentes así como en individuos de nivel económico y social más bajo, que son quienes más las consumen habitualmente. El estudio concluye con un llamado a implementar medidas inmediatas, entre ellas de políticas impositivas, para reducir el consumo de bebidas azucaradas.

La obesidad es uno de los principales problemas de salud pública en las sociedades desarrolladas, incluyendo Catalunya y España y la gran mayoría de las áreas urbanas de los países en vías de desarrollo. En España, la proporción de obesos se duplicó en los últimos 20 años. En mayores de 17 años, la prevalencia actual de obesidad es del 22,9% y la prevalencia de sobrepeso es del 39,4%. Más del 70 % de los varones y del 53% de las mujeres mayores de 17 años presentan sobrepeso u obesidad.

Las causas de esta verdadera epidemia de obesidad son múltiples. Entre ellas se reconocen los cambios en el estilo de vida (migraciones del campo a la ciudad, sedentarismo y disminución de la actividad física), cambios en la alimentación (aumento del consumo de alimentos de alto contenido calórico), factores metabólicos y hormonales (que regulan la sensación de saciedad) y factores de interacción genéticos-alimentarios (de adaptación -biológica histórica- a diferentes tipos de dieta). La acumulación de tejido graso en el abdomen y en el cuerpo, es la consecuencia de que el aporte de calorías sea mayor que el gasto energético, es decir las calorías que no se gastan se depositan como tejido graso en el organismo. En ello juega un papel fundamental la reducción del consumo de alimentos de bajo contenido calórico (como verduras, frutas y cereales integrales) y el aumento del consumo de alimentos de alto valor calórico (como las grasas y proteínas de origen animal y las bebidas azucaradas). Hay que tener presente que una lata de bebida azucarada de 350 ml no aporta ningún nutriente excepto azúcar -aproximadamente 10 terrones – y que un gramo de azúcar representa 4 calorías.

La obesidad es causa de múltiples enfermedades tales como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares (como la hipertensión arterial y el infarto de miocardio) y varios tipos frecuentes de cáncer (como el cáncer de mama en mujeres postmenopáusicas y el de colon y recto). Es decir que, las más frecuentes enfermedades crónicas de nuestra sociedad están asociadas a la obesidad. Debemos agregar que en los niños, de 1 a 5 años, el consumo de bebidas azucaradas es el principal responsable del riesgo de caries.

Hay múltiples iniciativas para combatir el aumento de obesidad y entre ellas, una de las más efectivas podría ser la introducción de un impuesto a las bebidas no-alcohólicas que contienen azúcar añadida. Esta es una iniciativa considerada imprescindible para la salud por el Departamento de Salud de Nueva York, recomendada por una amplia conferencia de expertos en Canadá en 2011 y está siendo evaluada para su implementación en ciudades como Chicago y países como Colombia. Puesta en práctica en México en el 2014, un primer estudio de evaluación de su efecto ha mostrado que un impuesto del 10% a las bebidas azucaradas permite reducir en un 12% la venta de este tipo de bebidas.

El impuesto es fácil de recaudar y los recursos obtenidos pueden usarse para financiar la promoción de la salud, subsidiando por ejemplo zumos de frutas y verduras. La industria productora de bebidas azucaradas constituida por poderosos monopolios que operan mundialmente, con fuertes vínculos con el mundo de la nutrición y la publicidad, ofrecen y ofrecerán seguramente grandes resistencias, como ha pasado y pasa con el tabaco. Recordemos que la experiencia del control del tabaquismo requirió establecer múltiples medidas, entre las cuales el aumento del precio del tabaco demostró ser una de las más efectivas para reducir el consumo.

Los responsables de Salud Pública deberían contemplar, dentro de las acciones para combatir la obesidad, el establecer un impuesto al consumo de bebidas azucaradas que, en combinación a otras estrategias, producirían un indiscutible beneficio en la salud de la población. A la sociedad le cabe tomar conciencia, promover, exigir y apoyar medidas efectivas contra la obesidad. Reducir la obesidad no depende solo de actitudes individuales es un problema social.

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