“Natura trèmula i sagrada.
Dels pits heroics a l’alenada
respon el mar remotament tot sol,
amb tristesa de llar desemparada,
amb sanglot d’ànimes en dol“.
Miquel Dolç. Palma de Mallorca. ‘Campament nocturn’,1991
Xàbia, ciudad costera de la Marina Alta, en 2025, ha sido conquistada por los jabalís y es, de facto, colonia holandesa. Xàbia, con término municipal equiparable al de la capital comarcal, Dénia –con señorío de marquesado– se transforma en la época estival – julio y agosto–. Pasa de 30.000 humanos censados a 200.000 transeúntes que colapsan los limitados servicios que presta su municipalidad. Xàbia, para quienes conocen sus entretelas, es ‘ciudad sin ley’. Doblemente leal, al someterse a las fuerzas borbónicas de Felipe V en los albores del siglo XVIII. Cuando Dènia se decantó por el bando del Archiduque Carlos en la guerra de Sucesión que marcó el destino del País Valenciano, al perder sus Fueros y libertades ante el nuevo rumbo de España.
Contubernios
Xàbia conoció su esplendor político-social en la década de 1990. Desayunos cavernícolas semanales para decidir el futuro del País Valenciano y su influencia en el devenir de España. Anfitrión: Leonardo Ramón Sales– exconseller del País Valenciano con J.L. Albiñana, y expresidente de Canal 9 y de la Asociación Valenciana de Empresarios, cuando se fraguó el Pacto del Pollo ( PP y Unión Valenciana para hacer presidente a Eduardo Zaplana en 1995), con presencia indiscutible de José María Jiménez de la Iglesia, presidente de la patronal CEV-CIERVAL, Manuel Broseta Pont, habitual en Xàbia – en cuya residencia recalaba Joan Fuster–, Rita Barberá, Pedro Agramunt Font de Mora, expresidente del PPCV–hasta que llegó Zaplana–, y otros próceres destacados bajo la batuta de Iñaki Zaragüeta, perfecto conocedor de la carretera entre Moraira y Xàbia.
Finisterre
La Xàbia de 2025 ha conocido el descaro de sus jabalís que han perdido el respeto frente a las personas y los vehículos a motor. Hasta ahora estos mamíferos asilvestrados –de 75 a 100 kilos de peso– se mantenían a distancia de los humanos al ventear su presencia. De pronto han pasado de su dieta vegetal a la incursión en desperdicios y basuras domésticas que les resultan más accesibles y suculentas. Los veteranos del lugar no recuerdan la presencia de ‘porcs senglars’ aislados o en piaras. Este último verano se han convertido en acompañantes de la población vacacional y turística. Invaden colegios. El fenómeno ambiental ha coincidido con la afluencia masiva de viajeros y propietarios con origen en los Países Bajos: holandeses, belgas y algunos luxemburgueses. De Bélgica llegó a La Marina Alta una primera oleada en la década de 1970, junto con el selecto turismo galo, ambos aportaron modernidad y comportamientos europeos.Xàbia, que acusa altas temperaturas estivales, víctima de los excesos de las redes sociales, ha pasado de la virginidad paisajística y medioambiental, a la saturación de visitantes que colapsan los escasos enclaves de abuso turístico que jalonan su abrupto perfil costero. Ni la afluencia desordenada de turistas permite el aprovechamiento de los valiosos encantos del lugar ni quienes los conocen pueden acceder a ellos. Es el fracaso rotundo de la planificación turística del enclave que realmente es un Finisterre indiscutible en el Cap de la Nau y privilegiado en toda la Bahía de Xàbia desde el estratégico Cap de Sant Antoni hasta la punta del Cap Prim, Cap Negre, jalonados por l’Illa del Portixol, hoy un pastiche sobreexplotado e irreconocible, deteriorado hasta por sus accesos terrestres. La sugerente Cala de la Granadella sigue sus pasos si no los adelanta.
Abierta al mundo
Xàbia tuvo su edad de oro como conjunto único de recursos y accesibilidad conectado al mundo por su vocación exterior. Se abría hacia afuera con generosidad y sin restricciones. El magnetismo del lugar lo descubrieron en tiempos franquistas, algunos factótums del Opus Dei, guiados por mano autóctona (familia Montañés y sus retiros), que cristalizó en la sustitución de la iglesia modesta y marinera de la Virgen de Loreto por la actual, pésimamente ubicada, de factura desarrollista de hormigón que fue proyectada por los arquitectos García Ordóñez y Dexeus Beaty, próximos a la congregación. Su belleza y hondo sentido conceptual queda mermado por las estrecheces del emplazamiento. Su mentor fue el Gobernador del Banco de España y ministro de Hacienda con Franco, el aragonés Mariano Navarro Rubio. No se sabe si atacado por los celos frente a la obra de Dios o por la onda turística expansiva de la época, Manuel Fraga Iribarne, rotundo ministro de Información y Turismo, mandó construir el Parador de Turismo en lo más alto de la playa del Arenal–donde estuvo el Bar Noy– en forma de pantalla amurallada, sin acomodación al estilo del lugar ni respeto a su entorno. Eclipsó la presencia impropia de la casa del ministro de Hacienda, el turolense de Burbáguena, Mariano Navarro Rubio, sobre terrenos cedidos a título gratuito por el Ayuntamiento de Xàbia.
Vivir bien
La realidad actual nos sitúa en la desfiguración de un ente municipal de interés intrínseco, por otro ambicionado que ha perdido su razón de ser. Xàbia requiere un profundo exámen de conciencia. Un parón meditado para decidir si quiere seguir por el derrotero que le sobrepasa y que le conduce inexorablemente a la despersonalización. Es momento de reprimir la épica y la retórica de un discurso artificial que no conduce a ninguna parte, para ir a la esencia del territorio desde la verdad. Principalmente lo que está en peligro en Xàbia es la posibilidad de vivir bien. Tanto los nacidos allí como los que han frecuentado sus encantos y sus horas de sosiego a lo largo de décadas y siglos. También para los turistas, visitantes e inversores. ¿De qué sirve tanta belleza si no se puede vivir bien? Hasta la horda de holandeses que invierten hoy, tienen derecho a saber en qué devendrá lo que están comprando ahora. Hoy el puerto público de Xàbia está prácticamente privatizado al servicio y a las órdenes de un sobresaturado Club Náutico donde abundan prácticas y comportamientos irregulares.El espacio entre escolleras destinado a los ciudadanos de a pie y a los barcos de pesca es mínimo. Se está a punto de perpetrar una agresión medioambiental y paisajística con la construcción en tres alturas de un aparcamiento para 123 vehículos, que destrozará el entorno sin remedio. Esta edificación se elevará sobre otro sacrilegio, contra la naturaleza y contra Xàbia, que se llevó a cabo al aterrar el espejo de la Caleta, que llaman del Racó. Donde aprendimos a nadar bastantes gentes del lugar. Por donde salía todos los días Agustín Miravet con un mero que había pescado colgado del manillar de su moto “Osa”. Por donde se elevaba el cuerpo entumecido de algún marinero que perdía su vida en la cresta del temporal. Donde estaban las jaulas con las langostas o por donde salía Juan Julheman con su muslo atravesado por un arpón que se había escapado sin control. ¿Cómo puede ser que la Guardia Civil haya comenzado a perseguir y sancionar a finales de agosto a las embarcaciones que destrozan las praderas de posidonia con sus anclas? ¿Cómo puede ser que no se controle la capacitación y titulación necesaria para pilotar una embarcación deportiva? Al mar hay que tenerle mucho respeto. En Xàbia este verano se han producido dos accidentes conocidos por sus consecuencias graves: una pierna lesionada por una hélice en la Granadella y el fallecimiento de una mujer al pasarle por encima la embarcación en la que estaba sentada a proa sin sujeción alguna. Se tardó un mes en colocar las boyas que delimitan la zona de embarcaciones y la de los bañistas, sin explicación razonable ni suficiente. ¿Para evitar la esquilmación de las algas del fondo, fundamentales para mantener el equilibrio de las aguas y el abrigo de las especies piscícolas hay suficientes amarres? ¿Cuándo se instalaron? ¿Alguien lo controla?
Desgobierno
Todos somos testigos de la aparición de edificios y construcciones de dudosa legalidad y de ninguna conveniencia para preservar el medioambiente y el paisaje. Cada nueva agresión a la belleza del paraje es un ataque irreversible a la sostenibilidad del entorno. El Cap Prim que era intocable ya ha sido alterado sobre la Casa Morató, con un despropósito que daña a vista. Es preciso que la normativa municipal impida el deterioro constante de las condiciones naturales y de la convivencia. Durante unos años se prohibió la concesión de licencias para construir sin condiciones idóneas, se prohibió la realización de obras que molestaran en las zonas residenciales. Al menos durante los meses estivales. No es cierto que todas esas actividades, lucrativas para unos, pero muy insoportables para otros, supongan más empleo para las gentes del pueblo. Las actividades que implican y sobrepasan contaminación acústica, bien sean por obras o por actividades lúdicas con desmadre, no son necesarias en Xàbia. Para ser permisivos con unos, se impide el descanso o la salud de otros. No es lógico ni razonable que cuando se pide a la policía local de Xàbia que compruebe si unas obras se están haciendo con licencia municipal, la contestación es que no van hasta que se lo manda la Inspección de Obras. Hay actividades que provocan contaminación acústica insoportable que no se pueden desarrollar ni con licencia municipal. ¿Son más importantes los promotores y los constructores que los ciudadanos? El comercio y la restauración de Xàbia ya han experimentado las consecuencias negativas de la saturación turística y sus daños colaterales. El turista y el visitante habitual de Xàbia huyen o cambian sus hábitos de comportamiento durante las temporadas altas. Los holandeses, como hicieron los franceses y bastantes ingleses cambian de emplazamiento y de hábitos de consumo. Los turistas depredadores buscarán otros destinos. Los habitantes y los habituales del lugar se quedarán con los destrozos y las consecuencias irreversibles de la permisividad y el desgobierno.