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Día Mundial de la Obesidad
Miguel Ángel Martínez-González, epidemiólogo: “Hay otra pandemia paralela a la COVID-19 que deja cuatro millones de muertos al año”

Miguel Ángel Martínez González

Jordi Sabaté

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El doctor Miguel Ángel Martínez-González, a quién ya entrevistamos con motivo de la publicación de su libro Salud a ciencia cierta, es un gran experto en dieta mediterránea y reputado epidemiólogo que ocupa la cátedra de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra. Consciente de que el problema de la mala alimentación, y por tanto de la obesidad, avanza inexorable en España, lanza ahora un nuevo libro titulado ¿Qué comes? (Planeta, 2020), coescrito junto con la periodista Marisol Guisasola. 

Hemos visto estos días en Madrid que los barrios más castigados por la segunda ola de la pandemia de COVID-19 son los más pobres y ya sabemos que pobreza se relaciona con un perfil nutricional bajo. ¿Se puede establecer una relación entre mala nutrición y sensibilidad a la COVID-19?

En epidemiología es muy aventurado si no se tienen muchos estudios que midan todos los factores establecer relaciones entre grandes grupos de población y enfermedades, hay que conocer los datos individuales para asegurar algo como lo que sugieres. 

Ahora bien, hay numerosos estudios que correlacionan la nutrición deficiente con un sistema inmunológico más débil ante el ataque de virus, y por otro lado hay como dices datos de que la gente de sustrato económico más bajo tiene una peor nutrición. Si cruzamos ambos factores nos resultará que la hipótesis es muy verosímil; es decir que muy probablemente donde peor se come hay más tendencia a infectarse. 

El libro que publica junto a la periodista Marisol Guisasola, “¿Qué comes?”, trata de dar las claves sobre la importancia de comer bien, y también de definir qué significa esto frente a comer mal. 

Comer bien no es comer mucho ni comer poco, ni tampoco tomar todos los suplementos que hay en el mercado. Comer bien es comer sano y variado, y por supuesto con moderación. Y entendiendo por comer sano comer alimentos naturales, con la menor transformación industrial posible. 

Te pongo un ejemplo volviendo a la pandemia: se ha postulado, con mucha razón, que niveles óptimos de vitamina D son esenciales para ser más resistente a la infección por COVID-19. Pero esto no quiere decir que tomando mucho el sol o tomando suplementos de vitamina D estemos más protegidos, porque aunque esta vitamina es esencial para muchos procesos, no es eficaz si no está acompañada de calcio, de zinc, de magnesio, de potasio y de diversos compuestos de origen orgánico que se adquieren con la comida. 

Todos estos elementos solo se pueden adquirir con una dieta variada y rica en frutas, verduras, lácteos y algunos tipos de grasa y proteína sana. Es lo que llamamos dieta mediterránea como un patrón, de modo que la dieta japonesa o algunas otras asiáticas se pueden equiparar a la mediterránea. 

En el libro hay una intención clara por un lado de desmitificar respecto a lo que mucha gente cree que es buena alimentación.

Sí, porque desde el sector industrial de la alimentación se ha contribuido secularmente a crear una bruma de conocimiento donde proliferan los mitos interesados sobre qué es bueno y qué malo; ya en los 70 se creó la idea de que el azúcar no engordaba y muchos otros. Se ha visto que la única manera de vencer estos intereses de la industria es mediante la ciencia, que va poco a poco y con rigor desmitificando y aclarando las confusiones. 

También hay una intención en el libro de concienciar sobre lo importante que es la alimentación correcta 

Yo doy importancia fundamental a los logros científicos en la demostración de qué es lo correcto, pero es cierto que también es clave divulgar estos logros para que las personas tengan claro que muchos de esos hábitos que creen buenos, como tomar una cerveza después de hacer deporte, o tomarse un refresco azucarado, son en realidad muy malos. Que sepan, tal como se explica en el libro, que hay otra pandemia tan importante como la de la COVID-19 que se llama “obesidad”, algo que es cuantificable con estadísticas de cuatro millones de muertes cada año. 

Hay que crear una conciencia de la alimentación sana para que vaya calando un movimiento social, como en su día ocurrió con el tabaco; hoy ves en esta terraza [donde se realiza la entrevista] gente tomando bebidas que básicamente son azúcar camuflado, pero ten en cuenta que hace 30 años esta misma gente estaría fumando y dejando los ceniceros a rebosar. Sin embargo si te fijas, en ninguna mesa hay ceniceros ahora. 

Y no obstante, cada vez se ven más personas obesas en España, sobre todo entre los adolescentes. 

Sí, es cierto, especialmente entre personas de menor nivel adquisitivo, y es por varios motivos. Uno es que la comida basura es más barata y proporciona satisfacción más inmediata debido al azúcar y la sal, dos ingredientes nefastos. Otro es que en general se tiene menos instrucción para comprender que una alimentación sana no es una alimentación que nos dé gusto inmediato, sino un proyecto de vida, que se integra en una vida saludable. 

Comprender y aceptar esto no es nada fácil cuando vives estresado por la inseguridad de tu situación, por tus carencias, etc. Esto antes no era así, las abuelas y madres de antes sabían por tradición lo que era comer bien porque estaban acostumbradas a cocinar. Pero claro, hoy la gente ya no cocina y el azúcar de un refresco te da gusto inmediato aunque también empeora sustancialmente tu salud. Además, estás bombardeado de publicidad muchas veces engañosa... En el libro ponemos mucho énfasis en ello. 

¿No está fallando la voluntad de las administraciones en comunicar los riesgos de la obesidad y la diabetes de tipo 2? 

Se puede hacer más, es cierto, pero creo que hay motivos para el optimismo. Las clases con mayor estatus sociocultural ya están concienciadas en España, aunque no tanto como en Estados Unidos, por ejemplo, de que sus hijos deben educarse en la alimentación sana y deben hacer deporte, porque en ello les va la salud por el resto de su vida. 

Si desde las clases cultas se adopta la conciencia sobre lo que significa comer bien, su influencia se hará sentir en las administraciones y se legislará en favor, por ejemplo con impuestos sobre la comida insana. Pero hay que ser realistas y no despreciar el poder de la industria y su influencia sobre la comunicación, sus lobbies, etc. Su poder es muy grande. 

No hay que olvidar que no hace tanto se nombró directora de la agencia de salud alimentaria española a una alta ejecutiva de una de las industrias de la alimentación más poderosas del planeta [la directora ejecutiva de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición en el primer gobierno de Rajoy, Ángela Lopez de Sá y Fernández, quien había sido antes directora de Asuntos Normativos y Científicos de Coca-Cola Iberia; el nombramiento fue denunciado por IU]. Pero como te he dicho antes, hace 30 o 40 años casi todo el mundo fumaba y hoy en día los fumadores son una minoría.

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