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La reforma de la ley mordaza: lo mejor es enemigo de lo bueno

Un hombre coloca una lona contra la Ley Mordaza con el lema "Que ni los besos te callen", en la Puerta del Sol, a 10 de febrero de 2022

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Lo mejor es enemigo de lo bueno, reza un conocido refrán, que, como suele ocurrir con la mayoría, expresan una sabiduría “objetivada” y “consolidada” por la repetición incontable y anónima de la conducta o las conductas a las que la dicción literal del refrán es aplicable.

Hemos asistido en estas semanas, con la propuesta de reforma, que no derogación, de la conocida como ley mordaza, a la última ejemplificación de lo que el refrán nos dice.

De manera que me resulta difícilmente inteligible, los socios que han hecho posible el primer Gobierno de coalición desde la entrada en vigor de la Constitución se enredaron en una disputa acerca del alcance de la reforma que debía hacerse de dicha ley, que ha acabado conduciendo a que no se produzca reforma de ningún tipo.

En mi opinión, había un desacuerdo que procedía de una diferente valoración de cuál es el “núcleo esencial” de dicha ley y del impacto que tiene dicho núcleo esencial en la efectividad del sistema democrático. Es obvio que el uso de las “pelotas de goma” o las “devoluciones en caliente” provocan un rechazo visceral en cualquier persona con convicciones democráticas. Hay que acabar expulsándolas del ordenamiento jurídico. Pero, por razones que desconozco, porque no formé parte del grupo que estaba debatiendo sobre ellas, no fue posible alcanzar un acuerdo sobre las mismas en este momento.

¿Debía renunciarse, por ello, a la reforma de la ley? ¿No debía avanzarse en su reforma, en suprimirle su “carácter de mordaza” y volver sobre esos dos temas más adelante?

La ley de seguridad ciudadana es conocida como “ley mordaza” no por el uso de las pelotas de goma y las devoluciones en caliente, sino por la “impunidad policial” en la imposición de sanciones y por el “desaliento” que dicha impunidad provoca en el ejercicio de derechos fundamentales decisivos en toda sociedad democrática digna de tal nombre. 

Amnistía Internacional documenta una muerte y 29 lesionados graves en España por pelotas de goma y balas de foam. Es el titular que encabeza la información de Elena Herrera publicada este 14 de marzo. Y el Defensor del Pueblo también está sacando a la luz información muy relevante y dolorosa sobre las devoluciones en caliente. 

No se puede mirar para otro lado, pero tampoco se podía hacer depender la reforma de la ley mordaza de la reforma de esos artículos. Valía la pena seguir con la reforma para hacer desaparecer de la ley lo que realmente la convierte en una “mordaza” para la democracia española.

La aplicación de los artículos que consagran la impunidad policial en la imposición de sanciones por el ejercicio de derechos fundamentales ha afectado al 6% de la población española. La ley de seguridad ciudadana es una suerte de “freno de mano” para la democracia española, que la está afectando de manera ininterrumpida. Y de un freno de mano cuya activación se deja en manos de la policía sin control. (Joaquín Urías. “¿Qué es la ley mordaza…? CTXT). Es una ley para disuadir de la protesta, para ”amordazar“ a la ciudadanía, sin control de ningún tipo. 

Esto era, con mucha diferencia, lo más importante de la reforma de la ley de seguridad ciudadana. Una democracia con freno de mano activado de manera continuada supone un deterioro enorme de la misma. A esto es a lo que había que poner fin de manera inmediata. Una vez conseguido esto, sería mucho más factible movilizar a la ciudadanía para poner fin a las dos prácticas execrables con las que no podemos acabar en este momento. 

“Todo a la vez en todas partes” está muy bien como ejercicio cinematográfico, pero no siempre es posible hacerlo en política. Mejor dicho, no es casi nunca posible.  Es lo que Ruth Bader Gingsburg le recordó a una impaciente Ruth Rubio Marín en una entrevista que le hizo en el Instituto Europeo de Florencia. Hay que quererlo todo, pero no todo se puede querer simultáneamente. 

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