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Latinoamérica arrasa en la Berlinale, que dio su Oro político al iraní Panahi

Palmarés de la 65 edición del Festival de Cine de Berlín, la Berlinale

EFE

Berlín —

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Latinoamérica arrasó hoy en la Berlinale, con osos de plata tanto para dos grandes del cine chileno, Pablo Larraín y Patricio Guzmán, como para el debutante guatemalteco Jayro Bustamante, y con un Oso de Oro con sabor político para el iraní Jafar Panahi, ausente por imperativo de Teherán.

El jurado, presidido por el director estadounidense Darren Aronofsky y con la cineasta peruana Claudia Llosa entre sus miembros, hizo honor al compromiso del festival con el cine que incide en los conflictos de este mundo con un palmarés marcado por las denuncias contra las injusticias o la impunidad.

“Taxi” ganó el Oso de Oro con un alegato, disfrazado de amable comedia, contra la represión que sufren creadores como el mismo Panahi, inhabilitado por Irán, y convertido en taxista ocasional que recoge las opiniones de sus compatriotas.

Era un reconocimiento a un viejo conocido del festival -estuvo presente en la competición en 2011, con “Fuera de juego”, y en 2013 con “Closed Courtain”-, con una película irónica, sencilla, de guion impecable, que saca partido de las restricciones impuestas.

“El Club”, dirigido por Larraín, ganó el Oso de Plata, Premio Especial del Jurado, con un filme que retrata la impunidad de una iglesia obstinada en lavar de puertas para adentro pecados tales como la pederastia o la complicidad con torturadores, entre otras atrocidades.

Le siguió en el palmarés Guzmán, con el documental “El botón de nácar”, Plata al mejor guion con un filme que se abre en el desierto de Atacama y discurre hacia el sur, en la Isla de Dawson, cementerio tanto para los indígenas que casi exterminó el colonialismo como para los desaparecidos de la dictadura de Augusto Pinochet.

El cine de corte indígena era un eje temático de la 65 edición de la Berlinale y Bustamante, al frente de su primer largometraje y también la primera película de Guatemala a competición en el festival, obtuvo el premio Alfred Bauer con “Ixcanul”.

Chile acudía a Berlín con dos nombres de peso, dispuesto a refrendar el buen momento de su cinematografía y logró con creces su objetivo. El debutante guatemalteco obtuvo un premio instituido en memoria del fundador del festival para distinguir la apertura de nuevas perspectivas en el cine.

Los tres filmes latinoamericanos a competición cazaron así su Oso berlinés, pero los premios a América Latina no se quedaron en la sección oficial, ya que la mexicana “600 millas”, dirigida por Gabriel Ripstein y exhibida en Panorama, obtuvo el premio a la mejor opera prima de la Berlinale.

El resto del palmarés fue de una coherencia casi histórica, en un festival en que, a veces, los jurados han repartido premios algo incomprensibles.

Los osos a las mejores interpretaciones fueron para Charlotte Rampling, excelente en el papel de esposa desgastada en el filme “45 Years”, de Andrew Haigh, mientras que el correspondiente al mejor actor fue, como no podía ser de otro modo, para su marido en la cinta, Tom Courtenay.

En lo que respecta a la Plata al mejor director, lo compartieron, ex aequo, el rumano Radu Jude y la polaca Malgozata Szumowska, con las películas “Aferim” y “Body”, respectivamente, ambas exponentes del buen cine de bajo presupuesto procedente del este europeo.

La alemana “Victoria”, de Sebastian Schipper, estaba entre las favoritas como exponente de un nuevo lenguaje cinematográfico, en un filme rodado en una sola secuencia, en que la cámara sigue a una muchacha española -la actriz Laia Costa- por la noche berlinesa.

La película obtuvo un Oso de Plata a la aportación artística por el singular movimiento de la cámara del filme, premio que se complementa con otros dos de los jurados independientes del festival -el “Guild” a la creación artística y el de los lectores del diario “Berliner Morgenpost”.

Tras la ceremonia de entrega de los premios, la Berlinale dedicará una jornada adicional, mañana, al “Día del Espectador”, consagrado al público y según la práctica de este popular festival, que saca a la venta unas 300.000 entradas, para sus diez días de vida y las 400 películas que proyecta en sus distintas secciones.

Por Gemma Casadevall

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