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Mario Lavista considera que “la música eclesiástica actual no se diferencia de la del súper”

Mario Lavista considera que "la música eclesiástica actual no se diferencia de la del súper"

EFE

Madrid —

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El compositor Mario Lavista (Ciudad de México, 1943) considera que la música sacra, una de sus especialidades, está de “capa caída” en la actualidad: “lo que se escucha ahora en una Iglesia -dice en una entrevista con EFE- no es muy diferente a lo que se escucha en un supermercado”.

Lavista estrenó esta semana en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía “Adagio para cuarteto de cuerdas”, su séptima pieza para este conjunto de instrumentos, encargo de la Fundación BBVA y el Centro Nacional de Difusión Musical.

“El cuarteto de cuerda consigue una intimidad pocas veces alcanzable con otro género”, apunta el autor mexicano, que ha escrito la partitura para el cuarteto Simón Bolivar.

Lavista está considerado uno de los principales compositores de música de concierto y desde que a principios de los 80 le dedicó una pieza religiosa a la muerte de su tío, ha ido aumentando su dedicación a ese género, llegando incluso a componer una misa para coro a capella, “Missa Brevis” (1994-1995).

“(La Iglesia) se ha convertido en una institución muy inculta, y la prueba está en que deja entrar a los templos a cualquier persona con una guitarra: estudiantinas, mariachis... ¡Es una cosa espantosa! Yo estoy convencido de que cuando se toca esa música Dios y su séquito se salen de ahí”, explica el compositor.

Para Lavista el problema reside en que la Iglesia “no ha sabido o no ha querido”, mantener esa tradición musical, aún a pesar de ser la “fundadora de la música de Occidente”.

El compositor, premio SGAE Tomás de Victoria en 2013, ha equiparado la música que se escucha ahora en las iglesias a la de los supermercados por la decisión de la institución eclesiástica de “popularizarse” en el sentido más vulgar del término, es decir, “bajón de nivel”.

“La Iglesia piensa que la religiosidad está en la letra, y la religiosidad está en la música”, apunta el mexicano, fundador del grupo de improvisación Quanta, que explora la creación e interpretación simultánea y la simbiosis que surge entre la música en vivo y la electroacústica.

Lavista, autor de la ópera en un acto “Aura”, a partir del relato del mismo título de Carlos Fuentes, siempre supo que lo suyo era la música o, “al menos”, desde que a los ocho años entró por primera vez en contacto con un piano, su instrumento de cabecera, y de que primero “probó suerte” como estudiante de ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional.

“Los mandé al demonio”, cuenta sonriente sobre sus estudios, y reconoce que “uno es lo que es por fatalidad”, en el sentido positivo del término, es decir, “inevitablemente uno va a ser lo que es”, y que él siempre ha tenido claro que iba a ser músico.

Sin embargo, Lavista mantiene a su vez una profunda relación con “dos amantes silenciosas”: la pintura y la lectura, dos disciplinas que le inspiran e influyen “inevitablemente”.

Y, precisamente, una de las personas que más le han influido en su carrera ha sido, y es, un escritor, el argentino Jorge Luis Borges, quien ha tenido una mayor repercusión en su obra que “cualquier músico”.

“Borges me ha enseñado muchas cosas. Entre otras, que al mirar al pasado uno modifica el pasado”, revela el mexicano.

Cuando Borges habla de Kafka y Lewis Carrol -explica- dice que “la lectura de Lewis Carrol se modifica al leer a Kafka”, es decir, “es el presente el que modifica la lectura del pasado y no al revés”, algo que ocurre también con la música.

Otro artista con el que ha tenido una intensa relación es con el pintor Arnaldo Coen, con el que ha ideado piezas gráfico-musicales y ha compuesto la banda sonora de películas como “Judea”, “Sor Juana Inés de la Cruz” y la de la cinta “Cabeza de Vaca”, de Nicolás Echevarría.

Shakespeare y Mozart, ante los que se “arrodilla”, son sus referentes, el resto, afirma taxativo, son simples “plagiarios”.

Ambos autores recorren todos los sentimientos del alma del hombre y de la mujer, dice con asombro, maravillado ante la capacidad del escritor y del compositor de “entender la psicología femenina”.

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