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Y el Óscar es para... Raphael

Y el Óscar es para... Raphael

EFE

Los Ángeles (EE.UU.) —

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Sin estatuilla en la mano ni alfombra roja pero con mucho glamour y con el aura de las grandes estrellas de cine, Raphael desembarcó anoche en el corazón de Hollywood para triunfar ante el público de Los Ángeles en el Dolby Theater, el enorme auditorio que cada año acoge la gala de los Óscar.

En el mismo teatro en el que Guillermo del Toro arrasó este año con “The Shape of Water” o en el que en 2017 ocurrió el histórico y esperpéntico error entre “La La Land” y “Moonlight”, Raphael dio un intenso recital de dos horas, para repasar el más de medio siglo de éxitos que le han convertido en toda una leyenda de la canción en español.

Su gira “Loco por cantar” comenzó el sábado su paso por Estados Unidos en San Francisco y tras el concierto de hoy en Los Ángeles, todavía le quedan paradas en Nueva York, Houston y Miami.

A escasos metros del Paseo de la Fama de Hollywood, donde los turistas pasean entre las estrellas de sus ídolos, el Teatro Dolby, con capacidad para más de 3.000 personas y que acoge los Óscar desde 2002, abrió hoy sus puertas para Raphael y para un público mayoritariamente hispano.

“Ya no quedan cantantes así. Ni Camilo Sesto canta ya...”, comentaba una mujer minutos antes de que Raphael apareciera triunfal y con los brazos abiertos.

Vestido de negro de arriba a abajo, el artista comenzó la velada con temas muy recientes como “Infinitos bailes” y “Loco por cantar”, que sonó a declaración de intenciones: “Vienes a ver a un caballero, a un hombre libre que te ha sido fiel (...) Igual que ayer pero más fiero, pero más tierno, con más verdad, con más dulzura que veneno, y algo de miedo, pero igual”.

En envidiable forma a sus 74 años, el cantante se mostró “feliz” por pisar de nuevo Los Ángeles: “Y van ya tantas veces que perdí la cuenta...”.

“Pero yo sé muy bien lo que quieren ustedes”, afirmó Raphael con sonrisa de pillo ante un público que empezó a disfrutar de sus grandes clásicos con “Mi gran noche”.

Con muy pocos asientos libres, al menos en la platea de un teatro con cuatro alturas, sus fans, por muchas décadas que le llevaran siguiendo, se comportaron hoy con la pasión arrebatada de adolescentes.

No escatimaron chillidos ni suspiros, pidieron a gritos sus temas preferidos, se tomaron todos los selfis que pudieron e incordiaron sin parar a los acomodadores, que se vieron en serios apuros para evitar que los seguidores de Raphael invadieran los pasillos del Dolby Theater.

Sobre las tablas y acompañado por siete músicos, Raphael dio rienda suelta a su voz impresionante como un ciclón y a su célebre y parodiada teatralidad, que, con Hollywood como marco de postal, hizo todavía más vistosos los besos al público, las miradas al horizonte, las poses profundas, los mimos a sus seguidores o los paseíllos de un lado a otro.

Con tiempo para baladas como “Enamorado de la vida” o la reflexión nostálgica de “Volveré a nacer”, Raphael se mostró más inspirado y cautivador cuanto más se alejó de su habitual sonido potente y épico.

Se atrevió con aires de tango en “Yo sigo siendo aquel” y se dejó acompañar por la voz eterna de Carlos Gardel en “Volver”.

“Maravilloso corazón” contó con un toque de jazz liviano para ofrecer la cara más juguetona de un Raphael que hasta se animó a bailar con una pareja imaginaria.

Hubo aún más variedad: The Beatles y su “Day Tripper” se colaron en el inicio de una muy soul “Estuve enamorado” y la guitarra flamenca protagonizó “Gracias a la vida” de Violeta Parra.

Pero en una ciudad como Los Ángeles con una gran población mexicana Raphael jugó con mucha inteligencia sus mejores cartas de rancheras: “Fallaste corazón” y “Ella” despertaron los aplausos más sonoros y emocionados de unos espectadores que por poco no salieron corriendo a la barra en busca de tequila.

Sin grandes pausas en un concierto de una treintena de canciones, la traca final se presentó con gigantescos éxitos como “Qué sabe nadie”, “Ámame”, “Escándalo” o “Yo soy aquel”.

“¡Les amo tanto, tanto!”, gritó el cantante en la final “Como yo te amo” ante un Dolby Theater que le despidió de pie y con una tremenda ovación, tanto como si alguien hubiera anunciado solemnemente sobre el escenario: “Y el Óscar es para... Raphael”.

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